domingo, 25 de abril de 2021

HAY PARTIDO

 

HAY PARTIDO

Iglesias hoy ha creado el único precedente. Al que, al rato, se ha sumado todo el pack no-constitucionalista. Sería deseable seguir el precedente. Ampliarlo, negarse a intercambiar argumentos, en tertulias o en sede parlamentaria con la extrema derecha

GUILLEM MARTÍNEZ

1- En el momento en el que escribo estas líneas, en la Superliga solo queda el Barça y el Mad. Si el Barça la abandonara, la ganaría, ahora que lo pienso, el Mad. En otro orden de cosas, la irrupción –y el fallecimiento– de la Superliga ha sido determinante estos días. Ha supuesto una buena descripción del Estado neoliberal –la ausencia de IRPF y del pack post-45, verbalizado por Florentino, con la naturalidad de quien ha ganado todas las batallas, menos la de la Superliga, con estas palabras:  “Si los de arriba tenemos dinero, y no perdemos dinero, fluye a todos”–. La mala noticia es que la Superliga, una forma de hacer política, ha sido rechazada para el fútbol, pero no para la política, donde ha sido acogida como programa. La pirámide azteca, que deja caer sangre hasta su base, para alimentar, precisamente, a su base, es la realpolitik desde hace años. Lo que indica que la locura del fútbol –el fanatismo, el blanco y negro, el todo a vida o muerte, el a por ellos– hoy no vive en su biotopo, el fútbol, sino en la política, el único punto del planeta en el que la poética de la Superliga no sonroja a nadie. Este hecho, determinante, lo explica todo. La política es, vamos, de los ultra-sur.

 

2- Por lo demás, en las últimas horas, como sucede en el siglo XXI, no han parado de pasar cosas. Ahí van. El CIS –todo el mundo escribe “el CIS de Tezanos”, donde “Tezanos” es una nota a pie de página, que impide saber si el CIS es el CIS– apunta bajuna de Ayuso, la mujer que, después de Eva, ha hecho más y en menos tiempo por los cambios demográficos. Es posible, incluso, un gobierno progresista en Mad. Gabilondo se ha caído de la mula. O la mula de Gabilondo cayó ceporra, como todo el mundo, tras escuchar a Gabilondo. El caso es que,  ya en pie, y con un rábano en la mano, Gabilondo ha puesto a Dios por testigo de que su campaña parece haber dado un giro. En plena campaña. Lo que habla del carácter líquido de la época. O, lo que es lo mismo, pero peor, de los lectores de la época que los partidos contratan como asesores. La apuesta ahora no es captar el voto –constitucionalista, el concepto que aglutina a la extrema derecha– de C’s, sino hacer lo que se pueda e intentar ligar coalición con MM y UP.

 

El PSOE no abandonará la Superliga. Pero eso es una ocasión para las otras izquierdas parlamentarias

 

3- Este cambio se empezó a fraguar, aparentemente en tiempo real, en el debate televisivo de Tele-Mad. Lo que explica que los debates electorales, como las cenas, solo se ponen interesantes y adquieren utilidad cuando una dama o un caballero hacen algo no previsto. Como invitar a una última copa en el belvedere o, en el caso de los debates, salirse de la Superliga. En los debates televisados de la campaña cat, la candidata de Comuns planteó el sesgo racista de algunas políticas y partidos. Lo hizo à la catalane, en voz baja y sin aspavientos. Eso, que creó silencio, estupor y temblores en el plató, ha ido creciendo desde entonces como una bola de nieve. Permite –y permitirá más aún– hablar de más componentes extremos de las derechas cat. Les ha quitado libertad. Algún día puede quitársela toda. La ausencia de propaganda rampante, el silencio inaudito en estos meses de posible negociación de un Govern cat puede ser un indicio de ello. En el debate de la campaña Mad –Mad, ese país beligerante, en el que nadie habla bajito– se habló de la muerte en pandemia por código postal. Es decir, por ingresos. Eso tendrá su recorrido. El anuncio de Gabilondo de su cambio de orientación, también. El PSOE no abandonará la Superliga. Pero eso es una ocasión para las otras izquierdas parlamentarias. Para su centralidad. Para que temas centrales, como la regulación de la vivienda, dejen de ser percibidos como radicalidad por la Superliga. Por otra parte, ultra-radical, lo único ultra-radical que hay en el biotopo. No es de extrañar que Ayuso no acepte más debates. Es más, sorprende que haya aceptado uno.

 

 

 

4- Ayuso no precisa ir a ningún debate, pues queda representada en ellos a través de las otras dos derechas. Esa es una originalidad de los postfacismos. Si bien puede optar por formularse a través de la confusión, de la declaración escandalosa, que paraliza la información a través de contra-declaraciones de quien se siente indignado por esas declaraciones, la extrema derecha se verbaliza a través de otros objetos. En Cat, por ejemplo, JxC, salvo lapsus, no hace declaraciones postfascistas. Las hacen otros objetos. Manifiestos que firman sus líderes, fotos en actos de homenaje a fascistas de los años 30, organizaciones de las que surgen cargos electos, tuits emitidos por cargos, RT –en su día– a declaraciones de Trump, artículos, editoriales, programas televisivos que hablan por ellos. En Mad las hacen también los medios, pero también Vox, un partido –constitucionalista; no va más allá, salvo en su barroquismo, de la extrema derecha formulada por Aznar– no muy diferenciado de PP, al punto que cuando el PP falla –como en la votación de los New Generation–, Telefónica llama a Vox, y Vox sustituye a PP y Vox cumple. Con su poética oral y gráfica, Vox permite a PP ser moderado. Como también le permite eso a JxC, de alguna forma. Les permite tener la pirámide de la Superliga limpia. No es preocupante el fascismo –hasta que te lo encuentras rapado y en un callejón oscuro–, tanto como lo es el postfacismo, esa cosa cotidiana, televisada, tertuliarizada y no ubicada tanto en Vox como en desiertos no muy lejanos.

 

El calibre de las balas enviadas en esas amenazas sea poli-mili incide en que algo raro –o peor, normalizado– pasa en regiones de la policía y los militares

 

5- Y es preocupante porque está salida de madre. La defenestración de Trump, un renovador, ha pillado a los postfascismos esp en medio polvo –polvo: ese punto de la vida en el que resulta imposible pasar a pensar en otra cosa a corto o medio plazo–. Que es como ha pillado, por otra parte, al trumpismo en los USA. Trump ha supuesto para los USA, y para el mundo, una inspiración. Ha sido un 1968 para la derecha. Un momento liberador y creador. Es posible que, como sucedió con la interrupción de aquel polvo izquierdista, que supuso la aparición, en Europa y USA, de grupos armados izquierdistas, suceda algo parecido en la derecha actual, sumamente irritada, por una interrupción no prevista. Lo que habla de la intensidad del polvo –rayos; digo cuatro veces polvo en cuatro líneas; creo que me pasa algo, doctor– derechista. Y lo que habla, da verosimilitud y dibuja cierto estado de ánimo derechista, en las amenazas de muerte recibidas por Fernando Grande-Marlaska, María Gámez y Pablo Iglesias. Que el calibre de las balas enviadas en esas amenazas sea poli-mili –eso me dicen; no tengo ni idea de pistolas; salvo de agua; cada vez que escucho hablar de cultura, así, me echo la mano a la pistola de agua–, incide en que algo raro –o peor, normalizado– pasa en regiones de la policía y los militares. Como el hecho de que un cartel de Vox –solo podría ser más falso si el gasto en menores no acompañados que afirma fuera en euros con la efigie de Popeye– haya sido admitido por un juez como animal de compañía, habla de que algo extraño sucede en la Justicia, ese objeto con el que Trump pretendía dar un golpe de Estado a partir de una cultura de la democracia ya existente en Esp. Es imposible ya hablar de todo ello sin hablar de la pirámide, de la política y economía Superliga. Ese edificio que, por otra parte, no abandonará el PSOE ni jarto de garnacha.

 

6- Pablo Iglesias, en un experimento sin gaseosa, hoy ha hecho algo sorprendente. Abandonar un debate en el que una chica Vox –ni siquiera en ese momento se alejó del constitucionalismo matriz– intentaba implosionar el debate. No son fáciles esas decisiones. Y menos sin precedentes. En un par de ocasiones –con Espe Aguirre, y en Bruselas, con un exiliado–, yo mismo me planteé abandonar una entrevista en tanto la falsedad vertebrada impedía hablar de nada. No lo hice. Es más, publiqué el resultado. Por piloto automático. Por ausencia de precedentes. Iglesias hoy ha creado el único precedente. Al que, al rato, se ha sumado todo el pack no-constitucionalista. Sería deseable seguir el precedente. Ampliarlo, negarse a intercambiar argumentos, en tertulias o en sede parlamentaria con la extrema derecha. Más aún sabiendo que Vox no es el fascismo anunciado, sino uno de los postfascismos locales. Es importante el matiz. El matiz no impide, sino que facilita hablar con sus votantes. Y facilita ver que, detrás de todos estos ultranacionalismos variados y esencialistas, hay un objeto peligroso, más vigente que el fascismo, radicalmente antidemocrático, que se estudia en facultades, que tiene instituciones, y que es más cotidiano e invisible. La pirámide. El neoliberalismo. Bien por Iglesias.

 

Quizás la campaña puede centralizar al PSOE, para que matice su neoliberalismo. Para que vea, en casa, lo que pasa ahora mismo en los USA

 

7- Una campaña no sirve para ganar elecciones. Se ganan mucho antes, por hegemonía, por centralidad de temas. Esta campaña puede resultar útil para eso. Lo está resultado. Ya ha aportado unos centímetros de centralidad a temas que desplaza la pirámide –alquileres, una democracia poco edificante y ejemplar, con regiones trumpistas a sueldo del Estado, un Bienestar invalidado en la anterior reforma constitucional, el neoliberalismo como marco de las políticas y, más aún de las políticas de la extrema-derecha, si bien no solo de ella–. Es más fácil, de hecho, una victoria de las izquierdas en Mad, que el PSOE abandone la pirámide. Esa cosa que no abandonó en 1995 en Mad. Quizás la campaña puede centralizar –igual me estoy pasando– al PSOE, para que matice su neoliberalismo. Para que vea, en casa, lo que pasa ahora mismo en los USA. Un alejamiento, a su vez, de la pirámide. Debo escribir, ya, un articulete sobre 1995. Pero el siglo XXI no me dejaaaaa.

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