COSMOVISIÓN FILOSÓFICA
Eduardo Sanguinetti, filósofo y
poeta.
Soy un ser, devenido en escéptico y desconfiado, ante la estafa, el fraude, el asesinato y la mentira, como moneda corriente del mundo en que permanezco, con el coronavirus reinando... un ser acribillado por el milagro del recuerdo de mejores tiempos, donde la dignidad fue un valor reconocido.
He aprendido a leer los presupuestos, a no creer en la palabra de nadie, a contemplar de inmediato lo más profundo de los pactos a oscuras, a rehacer todas las restas, a enfrentar al estafador, hasta el final… y salir de la bruma antes de que me envuelva también.
Mi acción en los espacios del conocimiento –es indispensable de aclarar-, no se limita a la filosofía, la literatura, o la ecología, incluye también la metafísica, la teoría del conocimiento, la ética y la filosofía política, que se pueden apreciar en mis editoriales para medios o libros, ensayos y poemarios.
Mi humilde aporte
-lo han manifestado muy generosamente algunas mentes brillantes del mundo
académico-, es construir un sistema filosófico con ideas nuevas que no se
limiten a comentar las ideas de otros, que es lo que ocurre con los autores de
filosofía y docentes pertenecientes a la franja etaria de pedagogos de tiempos
muertos, donde sus voces se desvanecen en actos jamás aplicados.
La filosofía ha
operado tanto en la construcción de cosmovisiones como en la de políticas
estatales. La construcción de cosmovisiones se impone y es obvio que se
aplique, ya que una concepción del mundo puede ser materialista o idealista,
laica o religiosa, individualista o globalista, egoísta o altruista. no se
puede prescindir de la filosofía.
Pero la
intervención de la filosofía en el diseño de políticas económicas y culturales
es gravitante pues toda política se basa tanto en datos sobre el estado actual
de la sociedad como sobre alguna ideología, y el corazón de toda ideología es
filosófico, ya que la ideología es la parte de la cosmovisión que se ocupa de
asuntos sociales.
Y deseo hacer
hincapié en que la ideología que inspira al neoliberalismo es individualista,
elitista y autoritaria, mientras que la que inspiró a las socialdemocracias fue
sistémica, inclusiva y democrática. No me hago cargo de los oportunistas, que
desde sus espacios de privilegio, han traicionado sus ideales aplicando
desviaciones de sus fines en las políticas estatales.
Desde este lugar,
la muerte del sentido no conmueve, ni conduele. Ni tampoco el nacimiento
esplendoroso de cenotafios y sepelios, en una auténtica primavera de la muerte
eterna. Cisma de la intrascendencia, sin haber conquistado el hombre ni la cima
y la sima.
El porvenir, las
palabras de esperanza, solo me inspiran desconfianza. No aprecio demasiado las
dulces promesas del porvenir… El porvenir es para los demás; para mí el
presente desde siempre… de todos modos permanecemos en una ¿democracia?,
mugrienta y empantanada, pero democracia al fin, como vociferan los sifilíticos
militantes apolillados a favor de las pseudociencias tan perniciosas, sólo para
tullidos, hundidos en la desesperación, los autistas metafóricos, que pueblan
naciones sometidas al imperio de la globalización omnipresente, que todo lo
abarca producto de una política deliberada ejercida a escala mundial, donde
marca el sentido en este tiempo atroz.
Pandemia instalada
ad honorem, con el fin de practicar eutanasia a cielo abierto, sin lágrimas que
derramar por los millones que caen en el intento de seguir sobreviviendo.
Esta política
corporativista, busca instalar la anarquía en el mundo de los negocios y una
economía de mercado sumidos en una forma económica superlativamente
especulativa, fomentando y legitimando las desregulaciones y la fuga de
capitales, jugando con la sacralización de unas monedas y el sabotaje de otras…
de este modo se advierte cómo la globalización sirve de pantalla para el
espectacular desarrollo de la dominación política, en su ideología dominante:
el ultra neoliberalismo.
Los avances en la
tecnología son inseparables de la globalización, pero no de la ideología que
pretende confundirse con ella.
Permitieron la
victoria del neoliberalismo, inviable en su aplicación, pero no son lo mismo
que este, su panóptico podría ampliarse a límites insospechados, pero la
ideología imperante, lo prohíbe… no dudemos que quienes dominan esta tecnología
de punta, podrían disociarse del ultra neoliberalismo, sin sufrir la menor
alteración en su logística y desarrollo... y planteó a los revolucionarios de
barricada, que ya no hay espacio para los matices: o adhieres al neoliberalismo
o no.
El régimen
dominante impone un dictado: "no hay alternativa a la economía de
mercado", frase débil en sentido, carente de fundamento, absurda, discurso
netamente totalitario, que define el espacio en el cual nos encontramos
encerrados en el mercadeo de productos derivados de otros productos derivados
de flujos financieros que imponen las reglas de juego de un sistema que
deberíamos rechazar… ¿de qué modo?, hoy, sin rebelarse, pues es suicida,
simplemente sacudiéndose la carcasa de propaganda neoliberal pestilente
camuflada en los más diversos disfraces, apartando pacientemente los
interrogantes falsos que tapan los reales y verdaderos problemas que nos
acucian.
Negarse a adaptarse
al discurso y al acto consumado, a la economía de mercado especulativa, a los
efectos del desempleo y la explotación sistemática de millones de trabajadores,
a la competitividad, léase, sacrificio de los pueblos en aras del triunfo del
explotador sobre otro, simuladores ambos del mismo juego de esclavitud y
obediencia... sin salida del núcleo constitutivo por el asolador Covid y sus
familias de cepas, algunas metaforizadas en funcionarios del mundo y sus
seguidores mononeuronales, criminales sin dar espacio a ninguna discusión.
Este genocidio que
se lleva a cabo a la luz del sol, es atribuido a las "crisis"
temporarias, que tienden a ser endémicas, devenidas en instalar la nueva
civilización, en la que sólo un porcentaje muy pequeño de los habitantes del
planeta, tendrá funciones a realizar, en nombre de la sacrosanta especulación,
por el bien del mercado.
Los seres que
queden sin función no tendrán espacio ni acceso a la vida en términos de
igualdad y derechos ante la ley no escrita del neoliberalismo: no pertenecen al
sistema, son los excluidos, los que se alimentan en los tachos de basura de las
grandes ciudades, los que mueren al vista de todos, en calles de estas grandes
urbes… este sistema destruye la condición humana, en su sentido original.
Con la complicidad
que aún cuidan su pedazo de cielo, blanqueado a mano, se lleva a cabo el
asesinato de millones de seres, indigentes, despojados de sus derechos, con
salud destruida, expuestos sus cuerpos a la peste Covid, al frío, el hambre,
los días muertos, la vida atroz, sin destino… pareciera ser natural, pues
ninguna indignación o ira del amasijo de ciudadanos esclavos ha combatido el
estado de las cosas, todos responden a un sentido de fatalidad, jamás expuesto,
pero ya asimilado por el planeta.
Observemos, por
ejemplo, Buenos Aires, una ciudad cosmopolita, en otros tiempos sofisticada,
"vintage", tendencia offshore casual, donde miles de seres, los
pobres de antigua data y los nuevos, duermen bajo las estrellas, que asoman en
las callecitas de esta ciudad, a la intemperie, cuerpos y almas fracturados,
por la falta de alimento, cuidados ausentes, frío y calor, ausencia de respeto
de miles que pasan y los observan con indiferencia, molestia inocultable y
reprobación, actitudes que este sistema ultraneoliberal supo imprimir en
quienes ciegamente se sumaron a las filas del ejército de sonámbulos, «el
amasijo humano», sin ideas ni ideales que disfrutar y alimentar.
Y he aquí lo
esencial: cuando a un país, por poco que quede de él, por indigentes que se
encuentren sus habitantes, después de algún gran desastre, de inmensas
pestilencias, se le propone hacer sacrificios, aún a riesgo de la vida de esa
comunidad hambreada, no se trata de política, sino solo de la construcción de
un genocidio meditado a nivel global. Una cualidad inevitable de los
psicópatas, de los miserables de pensamiento inmediato: los que imponen
esclavitud y obediencia... un callejón sin salida para un pueblo en el límite
de sus fuerzas y sus ideales moribundos.
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