sábado, 24 de abril de 2021

ESTE FASCISMO ES NUESTRO

 

ESTE FASCISMO ES NUESTRO

CRISTINA FALLARÁS

En el principio fue Tierno Galván. Los cimientos permanecen, quedan y sobre ellos se construye. El "viejo profesor" retrató como nadie lo que sería todo aquello de la Transición a la "libertad". Hemos oído hasta la saciedad que el alcalde "colocó a Madrid en la modernidad". Bastaron dos gestos. Una foto junto a Susana Estrada en la que esta llevaba una teta al aire. Y la ya mítica frase "Rockeros, el que no esté colocado, que se coloque… y al loro". La primera institucionalizó el "destape" y la segunda, la "Movida madrileña".

 

Gracias a esto que acabo de escribir y lo que sigue ahora me he ganado el calificativo de "puritana", que es el que más ilusión me hace de mi vida entera, por inesperado. Bienvenido sea. En cualquier caso, podría resultar injusta. Ser injusta no pone ni quita la construcción de algo. Sencillamente, se opta.

 

Pienso que Tierno Galván podría haber gritado Vamos a vaciar las fosas que pueblan España de asesinatos; o Vamos a llevar a los asesinos, a los torturadores, a los criminales ante la Justicia; o Vamos a destruir los restos de una dictadura que sigue matando una vez muerto el dictador.

 

"Entonces no se podía hacer otra cosa", me responden airadas, airados socialistas y los pocos marxistas que quedan. "No se podía hacer otra cosa" es el mantra de nuestro país. De su actual construcción democrática.

 

No se podía hacer otra cosa entonces.

 

No se podía hacer otra cosa diez años después.

 

No se podía hacer otra cosa veinte años después.

 

No se podía hacer otra cosa treinta años después…

 

Y más de cuarenta años después de que no se pudiera hacer otra cosa, los torturadores mantienen sus condecoraciones incluso una vez muertos y las fosas comunes donde la dictadura criminal, brutal, sangrienta, asesina, amontonó los cuerpos de quienes luchaban por la libertad, por la decencia, por la justicia, por la igualdad siembran el país de muerte y muerte y muerte incomparable.

 

Recuerdo cuando hace cinco años, Henrique Mariño me hizo una entrevista para este mismo periódico. La tituló con una frase que me valió tantas risas como reproches: "La ultraderecha española está en el Gobierno, pero nadie se atreve a decirlo". Gobernaba el Partido Popular, pero incluso las gentes de izquierdas me afearon la afirmación. ¿Cómo no iban a hacerlo si entonces, en 2016, todos los gobiernos de este país habían honrado los restos del dictador?

 

¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué populares y socialistas, unos detrás de otros callaron, colaboraron, aceptaron el fascismo que seguía latiendo?

 

¿Por qué los medios de comunicación, todos los de entonces, callaron?

 

¿Por qué se divulgó, y todavía se difunde, la repugnante teoría de que el franquismo no era fascista?

 

¿Por qué no han abierto las fosas de asesinados y asesinadas por los fascistas ni han retirado los honores a estos últimos?

 

¿Por qué se cosieron de silencio los labios y se tiñeron el alma de betún?

 

¿Por qué sigue funcionando la Fundación Nacional Francisco Franco?

 

¿Por qué se arrodillaron, y siguen, literal y económicamente, ante la Iglesia católica?

 

¿Por qué mantienen la Educación en manos privadas que llaman "concertadas"?

 

¿Quién ha permitido que lleguemos hasta aquí?

 

Ahora un partido de ultraderecha llamado VOX empapela Madrid con un cartel evidentemente fascista. Ah, pero los "intelectuales" siguen negándole tal condición, mientras ministros y diputados se echan las manos a la cabeza.

 

Y ahora empezamos a hacernos la pregunta del idiota: ¿Cómo no lo vimos venir? Empezamos a hacérnosla, porque irán a más.

 

¿Que cómo no lo hemos visto venir? Porque en la construcción de esa extrema derecha cada vez más brutal estamos todos y todas nosotras.

 

Callaron los partidos. Callaron los medios de comunicación. Y callamos nosotras, nosotros, y el que no esté colocado, que se coloque.

 

Es fascismo. Nuestro fascismo.


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