EN HONOR DEL CAMARADA GUILLERMO
PAULO BORGES ABRANTE
FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ
Hay días en que,
por algo instintivo, uno no se asoma a esa ventana al mundo que es el ordenador
y las redes sociales. Ayer y hoy han sido para mí algunos de esos días en que,
tal vez por barruntar que esconden amargura, no he podido ni querido ver lo que
ha sucedido a mi alrededor. Acabo de hacerlo y, el primer y terrible mazazo –no
por esperado, menos deseado y por ello más temido- de ver en la página de
Nieves la despedida al, para ella, amor de su vida, y para mí, amigo, compañero
y camarada GUILLERMO BORGES.
Nuestro
compañerismo viene de viejo, de muchos años de lucha en común, desde que
fundamos la Confederación Canaria de Trabajadores a mediados de los setenta,
ilegal y clandestina primero y legalizada a duras penas tras la muerte del
dictador español.
Guillermo fue uno de los puntales más destacados y bregadores de la que, para algunos historiadores, fue la huelga más roja y más dura de las realizadas en Canarias. El 10 de septiembre de 1977 los trabajadores de CESPASA, encuadrados en la CCT que, por el duro trabajo realizado, no llegaban a percibir 10.000 pesetas de salario, se declaran en huelga indefinida. Las basuras se acumulaban por las calles de todo Santa Cruz. Acababa de dimitir como alcalde el cacique Leoncio Oramas y el nuevo alcalde, Félix Álvaro Acuña, de acuerdo con el gobernador civil Luis Mardones solicitaron al gobierno español su intervención directa. Los soldaditos del ejército español ejercieron de esquiroles forzados, protegidos por efectivos de la Guardia Civil y de la Policía Armada –los antiguos “grises”- que se enfrentaban a los trabajadores.
A la gente como
Guillermo no les frenó la dureza que empleaban con ellos y la huelga duró 25
días –la más larga- con encierros, manifestaciones y protestas, pero terminó
con la rotunda victoria de los trabajadores. Se comenzó a cobrar 25.000 pts de
salario que era lo que, por ese entonces, la empresa pagaba en España. Esos
días se cimentó entre nosotros una amistad y camaradería que ha durado hasta
ahora pero que tampoco la muerte borra.
A partir de
entonces fue, lo que en nuestro deporte vernáculo –que practica una de las
hijas de Guillermo- llamaríamos una “lucha corrida” en que va cambiando el
oponente pero uno sigue con la ropa de brega, afianzado y firme, en el terrero.
Guillermo participó en todas las luchas que la CCT –con el apoyo primero del
PTC y luego del PRAIC- afrontó. La huelga general de octubre y la de diciembre
de ese año, con la trágica consecuencia del asesinato de Javier Fernández
Quesada, la toma de la sindical, las acciones de propaganda en la calle…
Recuerdo especialmente que formamos parte del mismo grupo cuando la pega de
carteles de protesta en Santa Cruz contra la primera visita oficial a la
colonia de los entonces Reyes de España en el 86 con motivo de celebrarse aquí
el Día de las Fuerzas Armadas coloniales.
Fueron muchas las
vivencias que continuaron en la etapa del FREPIC-AWAÑAK -en que ambos figuramos
en las papeletas de voto- pero, más allá de ello, la participación en múltiples
acciones en un unos momentos en que nuestra lucha no era, precisamente,
sencilla, pero aparte de la lucha política y sindical, no puedo ni quiero dejar
de lado su trabajo social –con el apoyo permanente de Nieves y del vecindario-
por su querida zona de Anaga, lugar que, incluso da nombre a una de sus hijas.
El poeta español
Gustavo Adolfo Bécquer se equivocaba cuando compuso el conocido “¡que
solos se quedan los muertos!”. En
realidad, se quedan solos aquellos que mueren de verdad sin haber vivido. No es
el caso de Guillermo. Vivió, amó y luchó hasta el límite de sus fuerzas.
Nos queda su
recuerdo imborrable y el ejemplo que solo dan aquellos que, según creían
nuestros ancestros, tras partir hacia los Montes Claros vuelven convertidos en
“Machiales” para alumbrar el camino a seguir.
Ahul amidi n
amddakul Guillermo. Tanemmirt. Ar timlilit.
Francisco Javier
González
Gomera a 16 abril
de 2020
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