DIVISA DE ANATOLIO
Novela
José Rivero Vivas
José Rivero Vivas
DIVISA DE ANATOLIO
Novela
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(Fragmento: Cap.25 – Páginas 211 - 216)
Acostumbro a estar despierto cada noche. Me ha abandonado el sueño y paso las horas en vela. Miro cada rincón de mi cuarto y descubro leyendas amontonadas en forma de pedruscos que grotescos se apresuran en disonante anarquía. Observo extrañado la armonía que reina entre rincón y pared y me asombra constatar la ilógica razón de mi análisis fortuito. Persevero en mi escrutinio presa del interés inusitado que me mantiene en vigilia y me obliga a pestañear buscando alivio al escozor de mis ojos enrojecidos por el seco llanto en la madrugada plena. Permanezco fijo siguiendo absorto la insólita evolución de cada subliminal conseja a cuyo influjo me somete por sí sola. Advierto entonces como un deslizarse corriente abajo la deducción inesperada que me explica las diversas aventuras, expuestas ante mi vista, por lo que miro atónito, sin hacerme a la realidad de ver leyenda sobre leyenda, cabalgando de espaldas al sino que su jaez aprieta, y galopan todas en tropel, apeñuscadas entre sí, blandiendo elocuentes el estandarte portador de su enigma, disperso por los distintos rincones que visito durante la noche entera, víctima de mi insomnio y mi insano comportamiento, mientras, sumido en quebranto, espero ansioso la llegada del nuevo día. Pero la misma noche confabula contra mí y se extiende y se hace larga y deviene interminable porque no aclara ni amanece ni sus tinieblas dan paso a la graciosa alborada, aun cuando no fluyan compases magistrales portando música de otras esferas. Me arrebujo zozobrante y me envuelvo en la compacta negrura, aguardando con el corazón alerta a que su sombra se descorra y la aurora filtre luz a raudales. No sucede así, y, en cambio, renegrea soberbia hasta erigir murallas que van de rincón a pared y viceversa, formando baluarte inexpugnable que derruye mi esperanza. Mi conciencia, por tanto, es inequívoca:
Prisionero estoy en celda
bajo ruin encantamiento
de algún mago prodigioso
que me ha tomado ojeriza
por las hazañas que ingenio.
Pero, ¡oh fortuna del desdichado!: del un rincón se adelanta un
caballero largo y flaco como un palo tieso. Su caballo es aún más flaco, como
de tablas mal clavadas que un artesano original fabricara a su gusto y singular
antojo. El caballero empuña una lanza enorme, de palo recién cortado, lleno de
nudos y sin pulir, por donde se colige que no fue destinado para el oficio que
desempeña. Tiene puesta la celada y viene presto para la lucha, con una facha
que da miedo por abigarrada y estrafalaria, dada su aparición fantasmal. Detrás
suya viene un hombre montando un jumento canoso; mueve las piernas al son que
cabalga y golpea al asno en el vientre para azuzarlo y ponerlo al paso del
caballo. Sorprende ver que habla de continuo, y grita y hace aspavientos cual
si dictara maneras al hombre que va delante, quien se vuelve de vez en cuando y
lo aconseja en tono reposado, usando finos ademanes y elocuentes sutilezas,
llenas de enjundia y persuasión.
Me empino de pronto y exclamo:
-Venid
a mí, Caballero,
hijo
que soy de mis males.
Mi voz se pierde en sordo rumor apagado por la almohada. Intento
gritar, y siento que una fuerza poderosa me estrangula y de mí escapa un
estertor de muerte que me transporta por allá de regiones añoradas, ocultas
detrás de la extensa campiña.
El
horizonte: una raya
que se une
con el cielo.
Dos siluetas
se destacan
de perfil en
fondo negro
y se
adelantan al paso
de sus
cansinos jamelgos.
La llanura
ensombrecida
resplandece
en tenues dejos.
Las figuras
se distinguen
cuando se
aclara el sendero.
Sobre un
rocinante manso
cabalga el
hidalgo seco;
embraza
lanza y adarga,
firme y
erguido su cuerpo.
A la zaga
viene en rucio
aquel famoso
escudero
que jamás en
las historias
ha tenido
caballero.
Avanzando
lentamente
llegan a mi
cuarto. Dentro
escucho sus
voces vivas
en franco
coloquio abierto,
uno
sembrando refranes
y otro
sentencias diciendo
explanan
tesis profundas
de variados
argumentos.
Interfieren
en mi paz
y me
arrebatan el sueño.
Salto a la
luz que me alumbra y apesadumbrado les digo:
-No vengáis
a perturbarme
en esta
lección que aprendo.
Vuestra
compaña me es grata;
mas temo
perdáis el tiempo
en
aleccionar mi tino
para enmendar
este yerro
en que me
sume mi grima
y me
aprisiona mi celo.
En otros
lados precisan
la fuerza
del brazo férreo
que combata
los follones
y destruya
sus enredos,
sean
ministros o reyes,
jerarcas o
torpes dueños;
atrincherados
en odio
los regocija
el dinero
que les
confiere poder
de manipular
borregos:
hijos de sus
hechos son
que merecen
el infierno.
Vuesa merced
me disculpe
porque
emularos prefiero,
y ver cual
vos, donde no,
brillantes
Mambrinos yelmos;
romper
molinos gigantes,
vaciar odres
y pellejos;
liberar los
Montesinos
del Merlín
encantamiento;
luchar a
brazo partido
para
desfacer entuertos
que cunden
en todo el orbe
y nadie pone
remedio;
pegar
lanzadas al aire
y pelearme
sin miedo
como vos con
la cuadrilla
de
hermandades y de legos.
A mí no me asustan
prendas
ni me
acobardan los riesgos;
no le temo
al enemigo
que me
desafía en duelo:
tengo a bien
batirme en guerra
como andante
caballero
y morir a
cuchilladas
soñando
honor quijotesco.
Que me
perdone Cervantes
si en mi
delirio lo ofendo.
De vos recibo
la venia,
y de Sancho
voy comiendo
un pan y
cuatro ajos crudos
para aliviar
el esfuerzo.
Ese pillo
redomado,
crédulo,
ambicioso, ingenuo;
la gente lo
considera
estúpido,
simple y memo.
Y vos
sabéis, don Quijote,
que Sancho
era Sancho el Bueno.
Mal haya la
realidad
que
tergiversa el concepto:
a vos os
toma por loco
y a él lo
convierte en necio.
Mas vos
sabéis, como Sancho,
como todo
hombre cuerdo,
que el mundo
teje patrañas,
miente
consejas y cuentos,
desbarata
las virtudes
y las
restriega en el suelo,
trocando, a
fuer de envidioso,
lo ficticio
por lo cierto.
Acompañado
de Sancho
a vuestra
tumba volveos,
por que
sigáis conservando
la hidalguía
y el ingenio,
la nobleza
que os anima
y el afán de
justo pecho.
En el
sepulcro estáis bien:
no
resucitéis de nuevo.
Don Quijote y Sancho atraviesan la ancha llanura con dirección
al mar, que se divisa en el extremo opuesto al alzar de la luna. El pinar se
aparta a medida que ellos avanzan, y a su izquierda van surgiendo unos suaves altozanos
que configuran el lejano horizonte y preñan la senda de alegorías y sombras.
Señor y escudero prosiguen su andadura al paso tardo de rocín y rucio mientras
entretienen el tiempo en charla amena y sustanciosa. De pronto detienen la
marcha: un río de grueso caudal interrumpe su camino. Deliberan en silencio.
Sancho al fin se retracta de su previo impulso y confiesa su temor. Don Quijote
monta en cólera y lo intimida y exhorta; luego le da el ejemplo y decidido se
adelanta. Sancho cierra los ojos y pica espuelas al burro, que desciende lento,
lento, lento, y se adentra en el agua fría y... Me despierto: el libro está
caído en el suelo y yo destapado y con las ropas de la cama en completo
desorden.
Estoy desvalido. La noche se alarga cruelmente hasta su propio
final, y me destroza.
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José Rivero Vivas
DIVISA DE ANATOLIO
Novela
(Fragmento: Cap.25 – Páginas 211 - 216)
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Tenerife
Islas
Canarias
Abril
de 2021
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José Rivero Vivas
Dibujo a plumilla,
original del pintor Julio Viera.
Publicado hacia 1997
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CAUTIVO – Obra: NC.10
(a.19) – Novela-
(ISBN: 978-84-38138-25-6) – D.
L.: 279-2020 –
Ilustración
de la cubierta: “Amazona”, 1931-1932.
Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.
Ediciones IDEA, Islas
Canarias. (Año 2020)
Esta serie de cuentos, iniciada en París hacia
1966, continuó en Bruselas y dio fin en Londres hacia 1968. Con el transcurso
del tiempo, muchos de ellos han derivado a diferente esquema, sin detrimento de
su enseña, cual se puede apreciar en esta novela, cuyo título también ha
variado.
La narración es en sí una apología, en su
dimensión social, del
Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
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DIVISA DE ANATOLIO
Novela
José Rivero Vivas
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Tenerife
Islas Canarias
Abril de 2021
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