AGUIRRE EN LA SUPERLIGA DE LA JUSTICIA
DAVID TORRES
Mucho hablar de feminismo y de empoderamiento, pero la derecha en Madrid ha hecho más por la libertad y la emancipación de las mujeres que todas las leyes habidas y por haber, más un montón de sufijos y desinencias. Concretamente, de tres mujeres, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes e Isabel Díaz Ayuso, con quienes Hollywood podría filmar una franquicia al estilo de La liga de la justicia o Los vengadores que ríete tú de Wonder Woman, de Superwoman y de X Woman, si la hubiera o hubiese. No sé si será la Liga o la Superliga, pero en Madrid la justicia, cada vez que tropieza con una presidenta, se quita la venda de los ojos, pide perdón y se agacha a recoger la balanza.
La semana pasada
Ayuso tuvo que rectificar su declaración de bienes después de descubrirse que
había estado ocultando a la Asamblea de Madrid su participación en una sociedad
durante dos años. Ayer mismo se supo que el juez archivó el caso Púnica para
Cifuentes, meses después de que otro juez considerase que ella era inocente de
la falsificación de las actas en la Universidad Rey Juan Carlos, que tenía las
manos limpias y que la culpa recaía en las inconscientes a quienes se les
ocurrió la peregrina idea de regalarle un máster. La sentencia es tan
escandalosa que la Fiscalía ha pedido repetir el juicio, pero lo mismo la
juzgan otra vez y condenan al Eroski por meterle a la fuerza unos botes de
crema en el bolso. Menos mal que la justicia española no se encargó del caso,
que si no le caen diez años y un día al encargado de seguridad del Eroski.
En cuanto a
Esperanza Aguirre, tiene tantas causas pendientes, entre la Gürtel, la Púnica y
la Lezo, que una más no importa. Ahora que se ha descubierto que utilizó su
cargo para ocultar un Goya inédito, podría decirle al fiscal encargado del caso
lo mismo que le decía Jesús Gil a los incautos que pretendían demandarlo:
"Ponte a la cola". Una mujer que ha sobrevivido a un atentado en
Bombay, a la caída de un helicóptero, al acoso de un agente de movilidad en la
Gran Vía y a la tempestad de mierda que ha llevado a varios colaboradores suyos
a a cárcel, no se va a asustar ahora por un cuadro. Porque es un Goya, porque
son ocho millones de euros y porque es Esperanza Aguirre, porque se llega a
enterar la prensa de que Pablo Iglesias simuló una donación para apropiarse de
un cromo repe de Quini y defraudar quince euros a Hacienda y no habría
mayúsculas lo bastante gordas en las portadas.
Se ve que el cargo
de presidenta de Comunidad de Madrid concede superpoderes a las mujeres que lo
ostentan, los suficientes para salir airosas de cualquier encontronazo con la
justicia. Por desgracia, Goya no tuvo oportunidad de retratar a Esperanza
Aguirre, con lo que nos queda la duda si la habría pintado de pie, sentada o
recostada, vestida o desnuda, aunque lo más probable es que la pintara con el
puño en alto y una capa, en plan Superwoman, sobrevolando la Ciudad de la
Justicia. También podía haber hecho una versión del lienzo de Rubens, Las tres
Gracias, con Aguirre, Cifuentes y Ayuso bailando junto a un madroño y Madrid, en
lugar de Paris, sin tener ni puta idea de qué hacer con la manzana.
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