VAS 'PAL' CIELO Y VAS LLORANDO: HORIZONTES DE LA IZQUIERDA
JUAN
CARLOS MONEDERO
La izquierda política en España -en verdad
en todo el mundo- ha sido fuerte cuando se ha articulado desde un movimiento
social musculoso.
La izquierda, las orugas y las mariposas
La izquierda política en España -en verdad en todo el mundo- ha sido fuerte cuando se ha articulado desde un movimiento social musculoso. Ya hemos contado en alguna ocasión que el movimiento antifranquista alimentó, tras la muerte del dictador, al PCE, y también, de rebote, a un PSOE ausente hasta la fecha; que el movimiento anti-OTAN alumbró el nacimiento de Izquierda Unida en 1986, y que el 15M dio a luz a Podemos en 2014.
Siempre que los movimientos sociales
entran en reflujo, sus referencias políticas se metamorfosean en orugas,
parapetadas en el capullo oficinesco de las instituciones o en la interna de
sus burocracias, a la espera del empuje colectivo que les vuelva a soñar como
mariposas.
Es
muy difícil oír hablar a los partidos de la izquierda española de la necesidad
de alimentar el movimiento social (ahí están
más finas las izquierdas nacionalistas). Sumar ha hecho de la presencia en las
instituciones su principal motivo y por eso traslada sus protocolos reglados y
tranquilos a toda la política (con chirriar de engranajes, como cuando
renuncias a la confrontación con los que te quieren en silencio o convocas a
una manifestación por Palestina pero sin hablar de genocidio). Los consentidos
por el sistema pueden sustituir el movimiento por el mimo de las televisiones,
pero eso es hambre para hoy y hambre para mañana.
Podemos,
por su parte, está concentrando todas sus energías en el Parlamento Europeo,
confiando en que ese espacio le permita el renacimiento. Las nuevas
generaciones que lideran Izquierda Unida no terminan de encontrar el rumbo y se
habla en sus sedes más de cuchillos y de dagas que
de la tasa descendente de la ganancia o de la plusvalía del capital en tiempos
de la inteligencia artificial. Ningún partido de la izquierda está hoy tan
cerca de los movimientos como hace una década. Y sin movimiento social, los
partidos se quedan en encapsuladas crisálidas que fían el futuro a cuidar el
estrecho y seguro espacio de su pupa donde esperan larvar sus futuras
posibilidades.
Política de tierra quemada
La
negativa de Sumar de abrir negociaciones con Podemos en Euskadi para buscar un
acuerdo -una oferta generosa que ha hecho la candidata de Podemos
Euskadi, Miren Gorrotxatgi, y que han avalado 500 personas
relevantes de la izquierda vasca- es una señal tozuda de que todos los puentes
están rotos. En las filas de Sumar hay más dinamiteros que ingenieros.
Están
tan rotos los puentes que cualquiera que pretenda pensar formas de reconstruir
el espacio a la izquierda del PSOE es de inmediato puesto en la lista de
sospechosos. La ira que se tienen las izquierdas -es verdad que construida con
frecuencia con firmes argumentos- ayudan a entender por qué
nos liamos a tiros entre nosotros en 1937 en la Telefónica en Barcelona o en el
Frente de Aragón, da cuenta de las purgas de los
"disidentes" en el frente y en la retaguardia, y también orienta
sobre la entrega de la capital madrileña por el socialista Casado al golpista
Franco en 1939. Bendita izquierda.
Los procesos de afirmación en los que está
la izquierda partidista tienen la paradoja de que conforme los diferentes
sectores se refuerzan y se hacen cada vez más "consistentes", los
electores se alejan mayoritariamente de esas opciones, que pueden hacer muchas
cosas con sus certezas menos conseguir votos. La rabia es tan aguda que no se
entiende que la unidad de las fuerzas políticas no es un fin en sí mismo, sino
una simple consecuencia de lo relevante, que es la unidad popular de los que
quieren una verdadera transformación en España. ¿O alguien me va a decir que
los liderazgos de la izquierda son más importantes que la posibilidad de ser
políticamente relevantes y cambiar la política?
Está
costando trabajo discutir con sensatez. Una vez que Podemos se incorporó a Sumar -como recuerda
Iglesias en su libro Verdades a la cara,
fui el único que se opuso a ese proceso-, pensé que la única posición sensata, una vez que el error ya se había
cometido, era intentar ser la nave nodriza de ese movimiento. Pero
como lo que mal empieza mal acaba, Sumar empezó a hacer valer su tesis de que
Podemos estaba muerta -o, en cualquier caso, había que rematarla- y Podemos
empezó a considerar a Sumar, y en concreto a Yolanda Díaz, una agente
infiltrada del viejo bipartidismo. Hoy no hay prácticamente nadie en las filas
de Podemos que no piense que el principal objetivo de Sumar es acabar con
Podemos.
El
debate de la unidad, que es el que interesa al pueblo, ha desaparecido de la
agenda porque todo el mundo entiende que eso significa "unidad de los
partidos". No hay tradición de frente amplio en España ni se entiende lo
que significa porque nadie lo quiere. Ni siquiera el desastre de Galicia hace
que los que tenían encomendada la unidad de la izquierda den su brazo a torcer.
Deben de tener enormes seguridades personales para sembrar tantas minas. Nadie
se acordará de personajes oscuros como Lánder Martínez salvo
para preguntarnos cómo tanta mediocridad tuvo tantas responsabilidades.
Palabras como espadas
La profusión de adjetivos gruesos ha
llenado las redes de una enorme violencia.
"Traidores", "vendidos", "cobardes",
"estalinistas", "inconsecuentes" son
lugares comunes de la discusión en la izquierda española. Apuntan siempre a
unos individuos a los que se ve como débiles y que no han sabido guardar el
tipo ni estar a la altura de los tiempos, que han caído en los viejos vicios
autoritarios de los partidos comunistas o que han repetido las contradicciones
típicas de la izquierda cuando dicen una cosa y hacen otra. En ausencia de
fusiles, nos disparamos por las redes sociales. Nadie se libra.
Las
elecciones gallegas han lanzado una advertencia inquietante a todo el espacio
progresista. Al PSOE le han dicho que el alambicado equilibrio que construyes
en Madrid puede no funcionarte en el resto del territorio. Sánchez ha tenido
hasta hoy baraka, pero cuando esa
"suerte" te abandona, el castillo de naipes se derrumba o adquiere
formas inesperadas (la voluntad de poder de Pedro Sánchez puede dar grandes
sorpresas, aún más cuando el PP ha empezado a hacerle
guiños a Junts que pueden incluir la amnistía). Hay, además, un
PSOE profundo que termina emergiendo, como vemos con la trama corrupta en
Valencia -que no supo vigilar y frenar José Luis Ábalos- o en las declaraciones
más propias de Génova que de Ferraz de Emiliano García-Page.
Que lo
que puede ser útil en Madrid puede ser un obstáculo fuera de la M-30 le pasa
también a Podemos. La alianza y cercanía con Bildu y con
ERC durante la pasada legislatura, desafía su presencia en Euskadi y Catalunya,
como ha pasado en Galicia, además de que le quita votos en otros lugares del
estado que no entienden tanta cercanía con fuerzas nacionalistas
independentistas. Es verdad que Bildu y ERC se han podemizado y que en el Parlamento parecen unos
keynesianos de la primera hornada, aderezados de un compromiso firme con la
memoria histórica y el internacionalismo. Es verdad que esas sociedades son uno
de los principales muros frente a la extrema derecha, pero tanto Bildu como ERC
están más cerca del PNV y de Junts en sus reivindicaciones independentistas que
de las fuerzas estatales de izquierda. Por esto, esa asociación termina pasando
factura. La izquierda estatal que no esté en los territorios no podrá
existir. Y hace falta una izquierda estatal como Podemos en todo el Estado.
Este cuento se acabó
Sumar se ha construido, en buena medida,
con los agraviados históricos que creen que tienen cuitas pendientes con
Podemos -y alguna tendrán, porque no son pocos-. Su hipótesis central es que
Podemos tiene que morir, y los militantes de Podemos, que llevan una década
sufriendo golpes, dicen que si mueren van a hacerlo llevándose a algunas y
algunos por delante. Si Sumar, además, está cediendo una parte relevante de su
visibilidad al errejonismo -la bestia negra de Podemos desde que abandonó con
malas artes el partido morado- ¿pueden en verdad sentarse a hablar de nada sus
dirigentes? Todo muy lógico y comprensible pero conducente a la irrelevancia.
En política no basta tener razón.
Ahora ya no hay solución. Si Podemos
estuviera en el gobierno y se le hubiera respetado su espacio parlamentario,
los odios personales pasarían a segundo plano y cada cual podría hacer su
tarea. Pero en este momento, nadie puede ni verse. Y todos los medios -es
mentira que lo haga solo Canal Red- agitan a los suyos hasta el paroxismo. El
periodismo que cree que puede dictar a la izquierda lo que tiene que hacer está
cayendo en incongruencias y en el empecinamiento. Soberbios alcázares de la
miseria. Las autopistas de las redes están siendo más estrechas que el cinturón
que dibuja la M-30.
Una conclusión que, de momento, no vale
para mucho
Las
costuras que están reventando en el PSOE, la tozudez de hacer mal las cosas en
Sumar (con el varapalo recibido por Yolanda Díaz en su feudo gallego o
comportamientos propios de la descomposición interna, como la espantá de Errejón y Díaz la noche de la derrota
dejando sola ante el peligro a Marta Lois), la cortedad de miras de Compromís y
Más Madrid o la fiebre alarmante de Podemos contrastan con la placidez de la
derecha española, cuyo único riesgo es, tras la tranquilidad ganada por Feijóo
en las gallegas, que se indigesten de palomitas viendo el escenario ideal por
el que lleva trabajando una década. Una derecha dirigida por un político que
veraneaba con un narco. A ver cómo se lo explicamos a nuestros nietos.
Falta de ideas, a la izquierda solo le
resta esperar a las europeas. Con esa encuesta real, el bipartidismo volverá a
mirarse en el espejo, mientras que el espacio a la izquierda del PSOE tendrá
que decidir su rumbo sin más excusas. Y es probable que se entienda que todo lo
que se ha hecho desde la precipitada salida de Iglesias ha sido un disparate.
Igual que la guerra de Ucrania terminará y lo que acordarán en el tratado de
paz será exactamente lo que dijimos que había que hacer hace tres años, después
de las europeas, cuando se vea que la fragmentación de la izquierda trabaja para
que gobierne la extrema derecha, volveremos a ponernos de acuerdo en algunas
cosas. Como que los acuerdos entre las diferentes formaciones deberán
incorporar primarias -y los partidos que no tengan base, que se pongan las
pilas o arreen-. Volveremos a hablar del frente amplio -las bases de Izquierda
Unida no van a aguantar mucho en Sumar-. Y se pedirán cuentas a todos los que
hayan colaborado en el desastre.
Y al final, como siempre pasa, regresará
la sensatez y se entenderá la importancia de un espacio a la izquierda del PSOE
que no quiera ser otro PSOE.
En
un momento de crisis del neoliberalismo, con la debacle
medioambiental, con un desarrollo tecnológico que amenaza más que conforta,
con señales claras de una tercera guerra mundial ya en marcha (Ucrania,
Palestina, Yemen, Siria...), el reencuentro entre los que consideran que
estamos perdiendo nuestras democracias será una obligación. De momento, en
Europa no parece que vayamos a asaltar los cielos. Son tiempos de pensar y
tomar fuerzas. Pero que, como dicen en el Caribe, tampoco nadie nos reproche no
que "vamos pal cielo y vamos llorando", sino que vamos "pal
infierno" y encima vamos riendo."
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