DOMINGO GARI
Titulo el artículo con interrogaciones porque en realidad el futuro no está escrito y, por lo tanto, puede que todo esto no acabe mal. Sería lo deseable. Pero gente que está bien informada, en posiciones muy cercanas al poder, no lo tienen claro. En Occidente y en la OTAN ya sabemos cuál es el punto de vista: los otros tienen la culpa, son agresivos, no democráticos. La OTAN quiere salvar a la humanidad y el sistema democrático y liberal.
Sin embargo, puede que el sistema democrático y liberal necesite la guerra permanente para poder ser salvado. A lo mejor los otros responden a una perseverancia imperialista por parte de Occidente que no puede encontrar al final del camino sino la guerra total y, en consecuencia, la destrucción de la vida humana en la Tierra.
Sergei A. Karaganov, un
tipo muy bien informado, en su calidad de presidente del Presidium del Consejo
de Política Exterior de Rusia, algo así como un Kissinger a la rusa, pero sin
los millones de muertos a la espalda que sí tenía el Kissinger verdadero, es
muy pesimista sobre nuestro futuro. Karaganov escribe que el modelo neoliberal
está agotado, y que seguir estirando ese chicle nos devastará
medioambientalmente por el gran consumo de energía que derrochamos de manera
improductiva. La acumulación de problemas que nos trae el modelo está ya a la
vista: contaminación global, disminución de las reservas de agua dulce,
desertización y calentamiento global, ralentización de las corrientes
oceánicas, etc. El consumismo del modelo neoliberal arrastra al mundo a un caos
de consecuencias terribles. El hiperconsumismo y la pérdida de memoria sobre los
efectos catastróficos de las guerras tienen secuestrada a las sociedades en el
mundo occidental. “La paz relativa en el planeta
se ha mantenido gracias al miedo a las armas nucleares. En los últimos años,
sin embargo, el hábito de vivir en paz, la degradación intelectual (…) y el
pensamiento de clip en las sociedades y las élites han estimulado el aumento
del <parasitismo estratégico>. La gente ya no teme la guerra, ni siquiera
la nuclear”. Occidente se ha olvidado del hambre y del miedo a la
muerte violenta, pero el resto del mundo no. La lucha por los recursos y el
poder en la esfera global, entre Occidente por un lado y el Sur Global por el
otro, ha modificado de forma irreversible el orden de postguerra. La lucha para
desgatar a la URSS y luego arrinconar sus restos (Rusia) se está volviendo
contra el propio Occidente. El cerco a Rusia por la guerra en Ucrania y el
genocidio de los Palestinos en Oriente Medio puede ser el comienzo del final.
La carrera armamentística se ha acelerado como nunca. La cantidad de armas de
destrucción masiva existente en estos momentos es enorme. Descontando las armas
nucleares estratégicas, que su uso sería definitivo, se ha desarrollado una
cantidad enorme de armas biológicas para exterminar grupos humanos, de animales
y de plantas. Existen laboratorios biológicos diseminados por el mundo para
este fin. Los EE.UU. tienen un montón de ellos. Se ha conseguido miniaturizar
las armas nucleares para facilitar sus transporte y deflagración.
Los pasos estratégicos para
el comercio mundial (Suez, Panamá, los estrechos
de Bab al-Mandeb, Hormuz, Singapur y Malaca) están amenazados por
el ascenso de los conflictos alrededor del globo. La IA está siendo aplicada de
manera intensa en la esfera militar dando la sensación de superioridad
incontestable a quien la posea, y relativizando que los enemigos también puedan
hacer uso de ella. Todos estos elementos le hacen pensar a Karaganov que ya
estamos en el borde de un desastre mundial, y que evitarlo se vuelve un desafío
muy difícil de conseguir. El doble rasero de la diplomacia Occidental en la
guerra de Ucrania y el genocidio de Palestina no hace sino acentuar, en la
mayoría de la población y los gobiernos del mundo, la impresión de que el
modelo euroamericano ya no sirve para mantener el mundo dentro de un caos
manejable. La previsible extensión del conflicto a todo Oriente Medio y la
permanencia de los de IRAK, Siria y Afganistán, junto con otros en África, son
un síntoma evidente.
Una mentalidad de guerra
total se ha instalado en Occidente contra Rusia y China y, como contrarréplica,
en esos países se está también construyendo una visión demoniaca de
Occidente.
Estos “factores estructurales indican una probabilidad
extremadamente alta de escalada cualitativa en los conflictos militares, lo que
lleva al mundo al borde de la catástrofe final”.
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