EL CARNAVAL DE FEIJÓO
Con
su máscara centralista, el líder del PP negó aquello que 16 periodistas habían
entendido a la perfección. No a los indultos, no a la amnistía, sí a imputar
terrorismo a Puigdemont y a convertirlo en amigo de Putin
GERARDO
TECÉ
Peliqueiros
de Laza, en Orense (2009). / Ramón Piñeiro
Qué ganas de lunes. Esta frase, pocas veces pronunciada a lo largo de la Historia de la humanidad, suele aparecer de la mano de un fin de semana horrible. Es el caso de Alberto Núñez Feijóo y su visita a Galicia para apoyar al candidato del PP a las elecciones del próximo domingo. Un fin de semana que ha terminado con la aspirante del BNG disparada en las encuestas e invitando a don Alberto a volver cuando quiera. El relato de los hechos es, de algún modo, dramático. Porque dramática es la historia del eterno conflicto entre lo que somos y lo que aparentamos ser. Cuando el cristal tintado que separa esos dos mundos se rompe, la realidad queda desnuda a la vista de todos. En el caso de Feijóo y su finde gallego, la gigantesca e inesperada novedad es que ha sido él mismo quien ha decidido agacharse a por una piedra y destrozar sus propios cristales en el peor momento posible.
El viernes, recién
llegado a Galicia, Feijóo recorrió Ferrol, Lugo y Lalín de la mano de la
caravana electoral del PP. Empotrados en ella, 16 periodistas de diferentes
medios reunidos con Feijóo recibieron en un momento dado de la jornada una
exclusiva que ninguno de los presentes podía imaginarse un minuto antes. Sin la
careta del líder afincado en Madrid que, a las órdenes del Little Caracas, debe
ponerse cada mañana el traje de que España se rompe, sino mimetizado con el
verde y tranquilo paisaje rural, un Feijóo relajado, que las crónicas
posteriores identificarían como “fuentes del PP de toda solvencia”, soltó la
bomba. Él mismo estudió durante veinticuatro horas la oferta de amnistía que en
verano le había hecho Puigdemont. Además, a día de hoy, se mostró dispuesto a
indultar al líder de Junts si se dieran las circunstancias y si esto sirviera
para normalizar la situación en Cataluña. De propina, añadió que endosarle un
delito de terrorismo by the face al líder de Junts parecía una maniobra
complicada. Con los 16 presentes que escuchaban a Feijóo poniendo la misma cara
que puso Luke Skywalker cuando Darth Vader le sacó la prueba de paternidad, la
“fuente de toda solvencia del PP”, pidió que esperasen hasta el sábado noche,
en plena ceremonia de los Goya, para hacerse eco de su declaración. Quizá, con
el rojerío entretenido repartiendo premios y agradecimientos, la cosa pasara
inadvertida. Lo hizo. Los miembros de la sociedad de la niebla, compuesta por
esos 16 periodistas enviados a Galicia para presenciar una de las inmolaciones
políticas más curiosas de los últimos tiempos, publicaron la información en el
momento acordado con Feijóo. A pesar de las intempestivas horas, la noticia
estalló en todas y cada una de las sedes del PP. Especialmente en la gallega,
donde el pobre candidato Alfonso Rueda –rueda de repuesto lo apellidan algunos
con extremada maldad– se preguntaba si, ya puestos, no sería mejor idea haber
invitado a hacer campaña directamente a Txapote.
Tras saltar la
enorme noticia –el mismo PP que lleva meses denunciando que la amnistía rompe
España no sólo está dispuesto a realizar indultos, sino que además estudió la
misma amnistía que ahora sataniza–, las cornetas anunciando que vienen los
indios sonaron a todo trapo en el cuartel general del PP. Pero el indio, en
este caso, era el propio encargado del cuartel. Tras horas de incertidumbre, un
gabinete de crisis decidió el mismo domingo que, aprovechando que era carnaval
y que los peliqueiros de Laza se lanzaban a la calle con sus máscaras de madera
y sus chaquetillas, el Feijóo gallego debía ser inmediatamente disfrazado del
Feijóo madrileño que repitiese los mantras habituales y necesarios para frenar
aquella sangría. Así fue. Con su máscara centralista, un Feijóo que ya no sabía
qué día era ni dónde estaba, apareció ante las cámaras para negar aquello que
16 periodistas de diferentes medios habían entendido a la perfección horas
antes. No a los indultos, no a la amnistía, sí a imputar terrorismo a
Puigdemont, sí a convertirlo en amigo Putin, sí a la sensualidad, como decía
aquel anuncio de colonias. Era demasiado tarde. Porque lo reconocido,
reconocido estaba, y porque, tras el reconocimiento y la negativa, un Feijóo al
que se le dan las campañas electorales como a mí el bricolaje volvió a subirse
al escenario para matizarse a sí mismo una vez más: estamos en contra de los
indultos, pero si se dan las circunstancias lo pensaríamos, pero es que no se
dan… Un desastre para un partido que vive de la propagación de la idea única y
fácil de colocar. Aquello a lo que llaman romper España es, finalmente, una
cuestión de pequeños matices. La única diferencia entre los patriotas y los
traidores a la patria sería, según el Feijóo malherido del domingo, que los
unos consideran que ya toca recuperar la normalidad en Cataluña y los segundos
creen que aún no. Pues tampoco era para tanto el vil sanchismo.
La situación para
el PP es grave, sobre todo, porque la derecha española actual se sostiene sobre
un único pilar que acaba de sufrir un colapso estructural
Hoy lunes, con
Feijóo de vuelta a Madrid y recibido en la sede de la calle Génova con vítores
y gritos de torero, torero, las tesis que intentan explicar qué ha podido
suceder en esos centímetros cúbicos de cabeza del gallego son varias. Unas
hablan de hipnosis inducida por el todopoderoso Sánchez, otras de setas en mal
estado y las más fiables de una explosión controlada que se acabó
descontrolando. Los suscritos a esta tesis defienden que es probable que
Puigdemont estuviera a punto de publicar la superproducción Sé lo que hicisteis
el último verano contando cómo y cuánto negoció con el Feijóo que por aquel
entonces describía a los ahora terroristas de Junts como “un partido de
indudable trayectoria democrática”. Si descartamos hipnosis y setas, estamos
ante la opción más probable. La situación para el PP es grave. No sólo porque
los terroristas, separatistas y demás seres del mal están en condiciones de
tener mayor apoyo popular en el feudo de Feijóo que la España de bien. No sólo
porque Vox señale a sus socios del PP como traidores a la patria con los que,
por supuesto, seguirán pactando. Es grave, sobre todo, porque la derecha
española actual se sostiene sobre un único pilar que acaba de sufrir un colapso
estructural. Jiménez Losantos, influencer de la España que construye patria
chillando por las mañanas a sueldo de Ayuso, lo confirmaba arrancando la semana
dándole perfil bajo a lo sucedido cuando el perfil bajo no es precisamente su
especialidad. Lo cual indica que ni Ayuso es recambio en estos momentos ni le
salen las cuentas a una derecha en la que su principal partido reconoce, con
los cristales autodestruidos de forma sorprendente que, más allá del inmenso
ruido que son capaces de generar, la única verdad es que ser español o
antiespañol es una cuestión de muy pequeños matices. Tanta manifestación para
esto.
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