DE RODILLAS LA DEMOCRACIA NO MEJORA
SALVADOR
SOLER
La participación en
actos públicos del ex ministro Rodolfo Martín Villa, la impunidad de muchos
políticos y la pervivencia de leyes como la Ley Mordaza ponen en duda la
plenitud de la democracia española, colocándola en el puesto 23 según Democracy
Index
Se afirma que la democracia española es plena. Si es por valoración, según el índice de calidad democrática que anualmente emite Democracy Index, ocupamos el puesto 23. Eso quiere decir que hay cosas que pueden mejorarse. Son precisamente aquellas que exigen un nivel de valentía por requerir un cuestionamiento de los valores bipartidistas del régimen político de la transición que se sustentan en el olvido y la impunidad de aquellos que pasaron de ser barbacanas de la dictadura franquista a baluartes de la democracia española, de un día para otro.
La democracia, tal
y como la entendemos en un Estado de Derecho, no es vengativa, pero debe
proporcionar justicia, reparación y ruptura con un régimen fascista que asesinó
y encarceló por el simple hecho de pensar distinto y defender un régimen de
derechos y libertades. Esa impunidad la protege la Ley de Amnistía de 1978 que,
no solo impide el desagravio a las víctimas del franquismo, también resguarda a
los ejecutores de aquellas que son arropados políticamente. Un ejemplo es el
acto organizado en la Universidad de Extremadura, donde Alfonso Guerra y
Rodríguez Ibarra compartieron micrófono con Martín Villa, imputado por crímenes
de lesa humanidad por la justicia argentina. Que la democracia española no haya
roto con la dictadura hace que sea de menos calidad, postrándola de rodillas
ante el estatus quo franquista que sigue bien instalado en instituciones como
la justicia en la que deciden los límites de la soberanía popular que reside en
el Congreso de los Diputados.
En la falta de
renovación del CGPJ, de nuevo, el PSOE se arrodilla y suplica un acuerdo al PP
a modo del que ya hicieron con la Ley del solo Sí es Sí, genuflexión, en ambos
casos, que solo se explica desde el prisma del 78, del que se resisten a ser
expulsados (de hecho, ya lo están). El Gobierno progresista, si quiere, puede
cambiar la legislación y cumplir con el mandato constitucional, garantizando
que el gobierno de los jueces se configure conforme al mismo. Para esto, es
necesario, además de una mayoría parlamentaria, que la tiene, valentía y es
aquí donde está la falla.
La extrema derecha
española, porque derecha democrática no hay, si de algo es ejemplo es de
corrupción, hasta la sede del PP ha sido reformada con dinero sucio y al que se
atreve a denunciar prácticas corruptas tiene las horas contadas, como le pasó a
Pablo Casado. Ahí está la trama de espionaje político organizada por el
gobierno de M. Rajoy contra Podemos o Esquerra Republicana, pero también contra
mandos policiales y fiscales catalanes y no digamos las mentiras de Feijóo, que
ya son un cotidiano de su actuar político.
Por todo esto no se
conoce ninguna dimisión, sin embargo, sin sonrojo la piden de sus contrincantes
como es el caso ahora del diputado socialista Ávalos por una responsabilidad
política in vigilando respecto de su «asesor» Koldo García que, presuntamente,
se ha enriquecido con las mascarillas en tiempo de pandemia. Lo contrario que a
la presidenta Díaz Ayuso o al alcalde Almeida; que no asumen responsabilidad
política alguna. La primera es responsable del protocolo que dejó morir a más
de 7000 abuelos y abuelas de la peor de las maneras por considerar que se iban
a morir de todas formas y, el segundo está relacionado con el caso del hermano
de aquella, Tomás, que pegó un pelotazo por intermediar en un negocio de venta
de mascarillas con el Ayuntamiento madrileño. Aquí no hay ninguna
responsabilidad política para el partido popular. La democracia así no mejora.
La ley mordaza es
otra asignatura pendiente que socava la calidad de nuestra democracia que hace
aguas en algo tan esencial como la libertad de expresión, reunión pacífica e
información, sancionando, incluso penalmente, el ejercicio legítimo de
protesta. De nuevo una nueva concesión cobarde que empaña el discurso oficial
de la democracia plena.
Que el Estado de
Derecho no reaccione ante la mentira, la negación, la falsedad y que según
convenga se diga una cosa y la contraria como hace el partido popular
habitualmente lanza un mensaje de impunidad desafiante, como hemos podido ver
en directo en la actitud retadora del diputado popular Rafael Hernando en los
trabajos de la comisión constitucional parlamentaria, que siendo amonestado
tres veces se negó a abandonarla y el presidente de la comisión fue incapaz de
hacer cumplir el reglamento. Ese acto de cobardía política tiene consecuencias.
De rodillas la democracia no mejora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario