TIERRA Y LIBERTAD PARA LOS CURAS
ANÍBAL
MALVAR
El alcalde de la
villa y corte, José Luis Martínez Almeida, acaba de cederle al Arzobispado de
Madrid una parcela en Valdebebas, valorada en 4,6 millones de deíficos euros,
para la construcción de otra iglesia
Desde mediados del siglo XIX, está documentada la proclama tierra y libertad como canto revolucionario. En el Madrid de Isabel Díaz-Ayuso, se parafraseó como cervecita y libertad con indudable éxito. Pero yo, por alguna razón ignota, y quizá por mi solemne deseo de no hacerme una cultura, me quedo con la primera.
La tierra para quien la trabaja tampoco está mal como lema. Cuando la tierra es para quien la trabaja, la tierra también trabaja para el ser humano. Pero los terratenientes, dueños seculares, sienten más querencia por el pesticida que por el sembradío, pues para ellos es más rentable.
Echarle pesticida a
los campos es como untar crema de ácido sulfúrico en las mejillas para que se
quiten los granos y parecer más bello. Funciona solo en la primera fase. Los
granos mueren, pero hay ciertos efectos secundarios que también tienes que
considerar, apuesto Adonis, esquiva Safo.
El campo de las
ciudades es distinto al campo agrícola, y los pesticidas que se le echan
también son diferentes. Pero hacen el mismo daño. En Madrid ciudad, no se
irriga el campo libre con biocidas, sino con iglesias, y no se sabe qué es peor
para la salud.
Escribo estas
delirantes prosas porque aun más delirante es la realidad. O sea. El alcalde de
la villa y corte, José Luis Martínez Almeida, acaba de cederle al Arzobispado
de Madrid una parcela en Valdebebas, valorada en 4,6 millones de deíficos
euros, para la construcción de otra iglesia.
Para que os hagáis
una idea, el terreno tiene más superficie que la que ocupa la catedral de la
Almudena. La cesión es gratuita, por supuesto, pues de todos es sabido que la
curia nunca mezcla asuntos espirituales con económicos, y se prolongará hasta
2099, periodo que me parece corto, ya que la eternidad creo que acaba unos años
más tarde. Pero, tal y como cuida al planeta el ser humano, solo es un suponer.
La invasión
eclesial del territorio madrileño, desde que manda Almeida, a mí me hace
maliciar que el alcalde es el nuevo enviado del Señor para redimirnos. Yo ya me
he vuelto creyente y me estoy autorredimiendo, a ver si me cae una parcelita.
Esto de la
conquista espiritual de lo terrenal en Madrid lo cuenta muy hermosa y píamente
Diego Casado en El Diario.es: “Los tres concursos anteriores, celebrados en
2022, sumaron 8.800 metros cuadrados, que fueron destinados a la construcción
de sendos templos en Aravaca y Ensanche de Vallecas, iniciados por el
Arzobispado de Madrid, y un monasterio en Almendrales (Usera) para las monjas
dominicas (Comunidad del Cordero)”.
Nadie puede negar que
era una cuestión de urgencia social conseguir alojamiento para las monjas
dominicas de la comunidad del cordero, pues había decenas de miles de ellas
vagando por Madrid, sin techo y desamparadas, y una sociedad moderna no puede
permitir esa falta de solidaridad. Mucho protestamos por los miles de niños
palestinos asesinados, y está bien, pero los grandes medios estamos olvidando
el calvario casi asesino de estas monjas dominicas de la comunidad del cordero.
Ana Botella, ex
alcaldesa de Madrid y también muy urinariamente meapilas, vendió en 2013 casi
2.000 viviendas sociales a fondos buitre, a un precio de 130 millones de euros
aproximados. La cuenta sale a unos 65.000 euros por piso madrileño. O sea, que
fue un buen negocio.
Por alguna extraña
razón, el Tribunal de Cuentas condenó a la mujer de Aznar y a sus colaboradores
a pagar 25 millones de euros, alegando que el precio de venta de todos estos
inmuebles “fue inferior al mínimo jurídicamente exigible”. Una simpar mentira.
Todos los que vivimos en Madrid sabemos que por 65.000€ no te compras un piso,
sino toda una manzana. En la frutería, bueno, pero son matices.
Una vez solucionado
el problema de la vivienda, el PP hace bien en levantar templos y conventos
dejándoselos a la iglesia gratis. La demanda de fe es tan enorme que estamos
hartos de ver, los domingos y días santos, interminables colas de fieles
alrededor de iglesias y catedrales esperando inútilmente la absolución de sus
pecados. Ateridos y hacinados. Las colas del hambre en los bancos de alimentos
tampoco están mal para sentir cristiana compasión, pero casi todos son
indigentes o inteligentes y dan menos pena que las beatas y beatos.
No hay curas ni
templos para tanto fiel. Exijo tierra y libertad para los sotánicos violadores
de niños. Y menos cervecitas, Isabel. Aprende de Almeida. Más iglesias y menos
pisos sociales. Es lo que la sociedad demanda.
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