Hacia la guerra total
RUTH FERRERO-TURRIÓN
Celestino Arce Lavin / ZUMA Press / DPA. Europa Press
Se cumplen dos años de la invasión a gran escala de Rusia en Ucrania, dos años en los que todo ha cambiado a nivel local, regional y global. Si en 2022 el mundo recibió en estado de shock este ataque, hoy lo observa desde la distancia, con impotencia y emergencia a la vez, pero sin un plan claro de actuación. La guerra en Ucrania ha perdido centralidad informativa y mediática y es curioso, porque este conflicto se encuentra en uno de sus momentos mas determinantes. Aquel en el que hay que, ya sí, tomar una decisión antes de que la fatiga de guerra o la salida de EEUU de Europa se materialicen de manera irreversible.
Sobre
el terreno la situación está estancada, con una guerra de desgaste similar a la
Primera Guerra Mundial. Los frentes apenas se mueven. La contraofensiva
ucraniana de 2023 no sólo no ha conseguido hacer retroceder a las tropas rusas,
bien pertrechadas tras las defensas levantadas durante el invierno anterior,
sino que ahora se enfrenta al avance del enemigo en el Donbas. Su objetivo el
control total de las regiones anexionadas en 2022. Avdiivka es la puerta de
entrada a otros enclaves como Marinkam Robotyne y Kreminna. Completar el
control de Donest es el objetivo que persigue el Kremlin en las semanas
previas a la reelección de Putin. Ucrania se encuentra así en el
momento más delicado desde 2022. Sin hombres ni municiones suficientes que
puedan frenar el avance ruso y con un occidente poco receptivo a sus demandas
el estancamiento y la cronificación del conflicto, algo que no
desagrada la Kremlin, podrían ser ya una realidad. Y hay quien alerta de una
posible derrota de Occidente.
Ante
esta situación en Europa se ha impuesto el discurso del miedo. Es necesario
estar preparados para un ataque de Rusia a posiciones OTAN dicen desde los
Bálticos. Si atacaron Ucrania por qué no a Estonia, ese es el argumento. No nos
hicisteis caso entonces y mirad las consecuencias, continúan. Se vive con temor la llegada de Trump a la Casa Blanca y con ello
la posibilidad de una salida de los EEUU del marco de seguridad y defensa
europeo. Esto no gusta, por supuesto, a los mas atlantistas,
aquellos que apuestan por reforzar el papel europeo dentro de la OTAN,
pero tampoco a aquellos, como Francia, que apuestan por una mayor
autonomía estratégica.
Que
Europa no está preparada para enfrentar sola el dilema de seguridad que
plantea Rusia en su frontera oriental se sabe.
Ante esto, parece que la única alternativa es la del aumento del gasto en
defensa. Trump pidió un 3% hace años, ahora ya hay países que superan el
6%. La hipótesis de guerra total se ha impuesto. La
cuestión sobre la que, quizás se debería reflexionar, es si esta es la única
hipótesis posible y qué consecuencias tendría para el marco europeo.
Thank you for watching
The
Economist dice que "los líderes europeos
necesitan dejar de lado su autocomplaciencia post-soviética", es decir,
"elevar su gasto en defensa y restaurar las tradiciones militares
descuidadas en Europa durante décadas, reestructurar sus industrias de armas y
prepararse para una posible guerra". Todo ello, debe hacerse, claro,
comprando sistemas de defensa norteamericanos e israelíes, lo que importa,
según The Economist es poner el énfasis en la
velocidad para mejorar el poder de combate, mientras se recomponen las
industrias de armamento.
Es
decir, lo que se plantea desde EEUU es lo siguiente: Europa debe ser
responsable de su propia seguridad y defensa, háganse cargo, pero
como no pueden, entonces cómprennos a nosotros y a nuestros socios los
suministros y equipamientos que necesitan mientras relanzan su propia economía
de guerra. Construyan su Europa geopolítica mientras nosotros continuamos
creciendo a su costa y, de paso a costa de los derechos humanos en Gaza que es
lo que nos permite mejorar la eficacia de nuestro armamento.
Y
ante estos argumentos Europa está paralizada. Sabe que es urgente tomar
decisiones, que se trata de una emergencia, pero no sabe cómo hacerlo. Y en ese
contexto, Von der Leyen no lo duda, lo
primero su re-elección, a costa del Pacto verde europeo si es necesario, lo
segundo, apostar por la Europa geopolítica del lado de los que más cómodos se
sienten en ese marco, las derechas y las ultraderechas. Del otro lado,
silencio. Esto es lo que nos devolverán también las elecciones europeas de
junio.
Se
impone el lenguaje del miedo y de la autocensura y se avanza como un zombie
hacia una economía de guerra que sólo favorecerá a los de siempre. No es Rusia, ni EEUU, es el régimen de guerra el que está ganando
la partida. El tablero mundial se tambalea sobre lo que Andrés
Ortega ha denominado poliguerra, donde
parafraseando del término rescatado por Tooze de policrisis, plantea como Gaza,
Ucrania y otras guerra están interconectadas y en todas ellas se juega el
futuro del nuevo orden mundial, o en términos más concretos, también el de la
nuevas tecnologías y artefactos de guerra. El régimen de guerra está ganando la
partida, la industria armamentística se frota las manos y mientras el mundo
observa impasible.
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