¡QUIETO TODO EL MUNDO! GOLPE DE ESTADO
CONTRA LA DEMOCRACIA
POR VICTOR ARROGANTE
Se cumplen 43
años desde que el teniente coronel Antonio Tejero asaltó el Congreso, con un
número indeterminado de guardias civiles, el apoyo del teniente general Milans
del Bosch, el general Armada, entre otros militares, políticos en el gobierno y
la oposición y gente al servicio del golpe de Estado sin identificar. Aunque
fracasó, la Transición quedó tocada y hoy siguen notándose algunas de sus
consecuencias.
El golpe estaba previsto para marzo, pero la dimisión de Suárez y el pleno de investidura de Calvo-Sotelo aceleraron todo lo previsto. Tejero, con tricornio y pistola en mano tomó el Congreso: ¡Quieto todo el mundo!, dio la orden de ¡todos al suelo! y efectuó un disparo al aire, seguido por ráfagas de ametralladora de los guardias asaltantes. Se presentía lo peor. El gobierno y el parlamento quedaban secuestrados, produciéndose el Supuesto Anticonstitucional Máximo, que sirviera como coartada para crear un Gobierno de concentración presidido por un independiente, preferiblemente un militar, volviendo a la normalidad democrática.
Según informó
el CESID en otoño de 1980, el golpe duro se preparaba para el mes de mayo de
1981. Si unos meses antes se procedía al relevo del Gobierno, poniendo a un
militar al frente, pero sin romper con las reglas constitucionales, los
militares más duros se quedarían sin razones para llevar a cabo sus planes
involucionistas. La operación De Gaulle contaba con amplios apoyos entre la élite política
y económica del país. En la derecha (Alfonso Osorio, Manuel Fraga,
Miguel Herrero…). Más sorprendente resulta que el PSOE también participara en
esta estrategia. Enrique Múgica tuvo al menos dos encuentros con Armada. El
partido encargó un informe al constitucionalista Carlos Ollero sobre el encaje
legal de la operación.
Juan Carlos
de Borbón estaba al tanto de lo que ocurría, informado por su hombre de
confianza el general Armada. A mi dádmelo hecho, parece que dijo en algún
momento. Tejero entró al Congreso en nombre del Rey. Sabino Fernández Campos,
jefe de la casa real se dirigió al rey: Señor, veo que ya lo sabe. Esto es muy
grave. −Sí, Sabino, la cosa es grave. Creo que debemos autorizar a Armada a que
venga a la Zarzuela y nos explique detalladamente lo que está pasando, porque
están pasando cosas que no estaban previstas−.
El rey,
cuando conoció que las cosas no estaban saliendo como se preveían, reculó.
Apareció en televisión, después de conocer que todos los capitanes generales
cumplirían la orden de interrumpir la operación y anunció la continuidad
democrática. Todo implica al rey, en una operación para fortalecer a la
monarquía, restaurar el prestigio de España, consolidar la democracia y retirar
a Suárez de la presidencia del gobierno, con el apoyo de ciertos renombres de
la política en el gobierno y la oposición. La conducta del rey antes del golpe
no fue en absoluto ejemplar, cometió errores, frivolidades e
irresponsabilidades. El golpe, sin triunfar consiguió fortalecer como heredero
de Franco a que Juan Carlos de Borbón.
La atmósfera
en los meses anteriores al golpe era de desestabilización: atentados, crisis
económica, agitación social, intoxicación desde los medios de la ultra derecha,
división interna en la UCD y dura confrontación política. Los golpistas querían
establecer un gobierno “militar por supuesto”, recuperar los principios del
movimiento nacional y el espíritu del 18 de julio. Para Juan Carlos de Borbón,
los sublevados sólo habían querido lo mejor para España. Los cabecillas
pretendían lo que todos deseábamos: el restablecimiento de la disciplina, el
orden, la seguridad y la tranquilidad»; la defensa de la unidad de España, la
bandera y la corona. El monarca entendía que el responsable último del
pronunciamiento era Adolfo Suárez, por no tener en cuenta las peticiones de los
militares. El rey estaba al corriente de la trama golpista y conforme, antes,
durante y después del golpe al que traicionó.
En la
historia de España, la monarquía siempre se ha restaurado o instaurado mediante
golpe de Estado; la actual, por el de Franco. El 23F, sin triunfar, se
consiguió lo que pretendía: el rey y la monarquía se consolidaron; la
democracia se fortaleció, aun sometida al miedo de la involución; el desarrollo
del estado autonómico se paralizó y ahí sigue; y la grave situación política e
institucional, achacada a la política de Suárez se recondujo.
La instrucción
de la causa fue irregular y el Juicio ante el Consejo Supremo de Justicia
Militar una componenda. No estaban sentados en el banquillo todos los
implicados, aunque algunos de ellos fueron juzgados. La Casa de Campo, fue un
desfile de carnaval. Todos eran compañeros de uniforme, de cuerpo o de arma.
Los que juzgaban, podrían haber sido inculpados, lo defensores acusadores y los
procesados juzgadores. Se pretendió una férrea censura durante el juicio para
acallar a la prensa que no consiguieron.
La causa 2/81
nunca desentrañó la trama CESID, por lo que quedó sin conocerse la procedencia
de las órdenes, si existieron, de acciones encubiertas o de inducción, y el
papel que jugaron los agentes implicados. Todos declararon su inocencia, salvo
Pardo Zancada que creía que la operación contaba con el apoyo real. No
solamente invocaron al rey para su defensa, sino que alegaron obediencia debida
y estado de necesidad, como eximentes. Todo fue un cúmulo de contradicciones.
El juicio conoció la autoría intelectual. Fue Milans, junto con los otros
generales y militares de alta graduación procesados. No se conoció quien fue el
tapado “elefante blanco”, aunque para Tejero era el propio rey. En el juicio
quedó probado que había habido una rebelión militar. También quedó probado, por
grabado, el asalto de la guardia civil al Congreso. De no haber habido esas
imágenes, posiblemente nos habrían ocultado hasta la propia acción.
Fueron
juzgados catorce militares, dieciocho guardias civiles y un ex dirigente del
sindicato vertical franquista; pese a que muchos más participaron, por acción u
omisión, conocimiento o inducción. La sentencia condenó al general Milans y el teniente coronel Tejero, a 30
años de prisión, por un delito probado de rebelión militar.
Posteriormente el Supremo condenó a la misma pena, por el mismo delito, al
general Armada. El resto de procesados fueron condenados a diferentes penas,
entre los doce años a uno de prisión, o a la pérdida de empleo temporal, y tres
absoluciones.
Vivimos en un
país de secretos. La Ley sobre secretos oficiales, procede del franquismo (5 de abril
de 1968), con algunos retoques establecidos en 1978 antes de la aprobación de
la Constitución. El Congreso de los Diputados aprobó una iniciativa para fijar
un periodo de desclasificación automática (25 años para materias secretas y 10
para las reservadas), atribuyendo al Consejo de Ministros la facultad de
clasificación. Hasta siete secretos del 23F y la Transición podrían quedar a la luz si
se modifica la ley de secretos: ¿Adolfo Suárez propuso al rey Juan Carlos
revocar su dimisión un día después del 23F? ¿Nos salvó el rey de un golpe que
el mismo había puesto en marcha? ¿Felipe González estaba al tanto de la
Operación Armada y aceptó ser vicepresidente de un general? ¿Qué nombres,
acciones, relaciones y documentación recabaron los servicios secretos españoles
en su investigación? ¿Hasta dónde había implicados mandos y cargos de la época,
incluidos los del Cesid?
La opacidad
de España es mayor que la del Vaticano, modelo del secretismo, que aunque ha
desclasificado documentos sobre la actividad de la Iglesia argentina bajo la
dictadura, todavía no lo ha hecho sobre la inexistencia de dios y las vidas
poco ejemplares de muchos miembros de su comunidad en la historia. La paradoja
estriba en que, mientras Defensa alega que no tiene medios para desclasificar
documentos sobre la guerra civil o los campos de trabajo de la dictadura, ha
digitalizado miles de páginas de informes desclasificados sobre los
avistamientos OVNI y con limitaciones.
Pese a los
secretos y ocultaciones, algo sabemos: El golpe de Estado se dio en nombre del
rey y a sus órdenes. “Para Suárez estaba claro que el alma del 23-F era el Rey” (Pilar
Urbano). El rey insistió ¡A mi dádmelo hecho! (El Rey y su secreto, Jesús
Palacios). Armada fue autorizado por Juan Carlos I para proponerse como presidente
del Gobierno ante los diputados. Estaba previsto que a la llegada de
Armada, varios diputados lo avalaran. Se consiguió lo que pretendían: el rey
consolidado, la monarquía fortalecida, el desarrollo del estado autonómico
paralizado; y la política de Suárez reconducida.
El esperado
“elefante blanco”, la autoridad militar por supuesto, no llegó a entrar en el
hemiciclo, aunque podría haber llegado al Congreso. El plan que el general
Armada presentó en nombre del Rey a Tejero no fue aceptado. Éste había jugado
demasiado fuerte como para consentir que en el gobierno de España hubiera
socialistas y comunistas. Tejero, que quería una junta militar presidida por
Milans, se sintió traicionado e impidió que Armada asumiera la presidencia del
gobierno a las órdenes del Rey. El suyo era un golpe duro, de involución, y
desmanteló el golpe blando dirigido por Armada.
Se creó la
idea de que habían convergido varios golpes para oscurecer lo que en realidad
había pasado, pero solo hay un golpe de Estado, la última de las operaciones
que organiza la denominada Transición Paralela, empresarios, políticos y
militares conservadores que se confabulan a partir de 1977 para deponer a
Adolfo Suárez y especialmente para modificar el proceso de democratización.
El Rey fue
implicado en la mayoría de las declaraciones de los encausados y que el elefante blanco estaba a sus órdenes. Posiblemente la
mayoría de las pruebas documentales y cintas con imágenes y sonidos habrán sido
eliminadas por órdenes de destrucción masiva. Habrá que esperar a la
desclasificación de los documentos para conocer algo más sobre el caso, aunque
algo sabemos. Cuando eso ocurra algunos ya habremos muerto y los hijos de mis
hijos ni sabrán de qué hablaba el abuelo.
Víctor
Arrogante
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