EL OTRO BARRIO
El
PP está sumamente alejado del punto en el que la derecha española está
planteando el combate ideológico y político más duro desde los años 70: la
Justicia. Ni siquiera parece estar capacitado para entender lo que ahí dentro
se cuece
GUILLEM
MARTÍNEZ
Alberto Núñez Feijóo, durante
el XX Congreso Nacional
del PP. / Partido Popular
El pasado viernes, Feijóo emitió un off the record ante un numeroso grupo de periodistas, tantos que el propio número invalidaba el concepto off the record, de manera que las declaraciones de Feijóo fueron, 48 horas después, la gran noticia no solo del pasado domingo, sino también de la campaña electoral gallega y –si nadie hace algo en el PP– de las elecciones europeas de junio. El off the record, todo apunta a ello, constituye un error de comunicación abultado, y que durará mucho en el tiempo. Lo que es algo grave, en tanto que la comunicación –callar, verbalizar, acallar, potenciar y, mayormente, engañar– es la gran disciplina que gestiona un partido, en ausencia de otra. La política no es, en fin, ningún tipo de ajedrez, sabiduría o conocimiento, sino que, sea lo que sea que sea, pasa por la comunicación, por el intento de que no todo el mundo en un partido hable, y de que, quien lo haga, no la meta hasta el cuello. Analicemos el error de comunicación, ese meterla hasta el cuello.
Feijóo dijo,
sucintamente, tres cosas. A saber: a) que Junts le había ofrecido a Feijóo la
investidura a cambio de la tarifa habitual, una amnistía, que fue desechada
tras 24 horas de sesuda meditación. Que b) será difícil que se demuestren
judicialmente las acusaciones de terrorismo contra el procecismo. Y que c) si
el propio Feijóo llegara a gobernar, indultaría a Puigdemont a cambio de su
sometimiento a la Justicia y a la CE78. Vayamos por partes. Sobre la a): el PP
no pudo, ni puede, acometer la amnistía. Y no porque sea, o no,
inconstitucional, sino porque, sencillamente, y como le pasa al PSOE, no puede
garantizar su éxito, pues la iniciativa de bloquear la amnistía no es de ningún
partido, sino de algo exterior a la política: la Justicia politizada. Si es
verdad que el PP tardó 24 horas en verlo, tardó un huevo. Sobre la b): no será
difícil, sino que será más que difícil que se demuestre terrorismo en un
juicio, como en su día fue harto difícil, incluso ridículo, demostrar el delito
de rebelión, al punto que no se consiguió. En todo caso, la función de las
acusaciones de terrorismo, como antaño las de rebelión, no es establecer
condenas por esos delitos, sino aplicar, llegado el caso, prisión preventiva by
a tube a los acusados, y asegurarles el hipotético juicio del caso en un
tribunal –más sensible a una condena ejemplarizante– antes que en otro. Que
Feijóo no entienda la jugada explica que Feijóo está fuera –y lejos– de la partida.
La partida transcurre, lo dicho, en el Judicial, en el Deep State, no en el PP.
Sobre la c): un indulto presupone un juicio anterior. Y, en él, el
sometimiento, voluntario u obligado, del acusado a la Justicia y a la CE78.
Vamos, que Feijóo no ha dicho nada en el punto c), salvo que, llegado el caso,
indultaría a Puigdemont. Lo que ya no es una solución, pues como vimos con la
anterior remesa de presos políticos procesistas, eso no evitaría la condena del
Deep State que supone la preventiva, a lo bestia y hasta la sentencia y el
subsiguiente posible indulto.
La partida
transcurre, lo dicho, en el Judicial, en el Deep State, no en el PP
¿Qué ha hecho
Feijóo a tráves de sus off the records? Posiblemente, tal vez –vete a saber; lo
malo de una mala comunicación es que comunica como un botijo, lo que la hace
sumamente interpretable–, intentar relajar el tema amnistía, alejarse de Vox en
una campaña electoral desastrosa, en la que, todo apunta a ello, el PP
participa aportando lo peor que puede aportar un partido: errores de
comunicación. No obstante, la concatenación de errores comunicacionales
profundos es propia de un partido con serios problemas estructurales. Por lo
que ya es posible la visualización del PP como un partido –y una etapa, y un
liderazgo– con serios problemas estructurales. Algo dramático, en un momento en
el que la etapa Feijóo parece terminar, y parece intuirse ya la etapa Moreno
Bonilla, que puede empezar formalmente, incluso, el próximo lunes, si los
resultados gallegos son nítidamente chungos.
Pero el fallo de
comunicación es tan espectacular que va más allá y más lejos. Sitúa al PP –al
PP genérico, no el de Feijóo, no el de Moreno Bonilla– sumamente alejado, un
mero observador incluso, del punto en el que la derecha española está planteando
el combate ideológico y político más duro desde los años setenta: la Justicia.
El PP, en fin, no tiene contacto con la Justicia / Deep State. Ni tan siquiera
parece entender, ni estar capacitado para hacerlo, lo que ahí dentro se cuece.
Lo que es importante, pues entender todo ello, modularlo, liderarlo incluso,
fue el impulso fundacional del PP. Cuando Fraga presentó en TVE su partido, AP,
se encargó de definirlo como el partido de “los que hemos sacado el número uno
en las oposiciones”. Las oposiciones son algo importante. Una ceremonia de
iniciación. Sin ellas no se pertenece al Estado, esa cosa que en España se
formuló tarde, en 1874, y que consistía en una inteligencia –precaria, pero
efectiva, al punto de no permitir el acceso al Estado de ninguna otra desde
entonces–, que modulaban los Altos Cuerpos, Ejército y Guardia Civil. Y el PP
hoy es, para esa derecha, poco más que un ruido, un adorno, algo que ni
siquiera sabe hacer lo que se espera de él –solucionar el tema político; ganar
elecciones; generales; las autonómicas solo salvan la estructura del PP, no la
del Estado–. Desde hace unos años el Deep State parece haberse independizado de
ese partido, al que, recurrentemente, salva la vida –por ejemplo, en los
tribunales–, cuando debería ser lo contrario. La Justicia, el Deep State, se
debe a sus símbolos –Monarquía, bandera, himno e interpretación unitarista y
nacionalista de la CE78–, de manera operativa y estructural, ya sin deber, ni
esperar, nada del PP. En un artículo anterior les explicaba que lo que pasaba
con la amnistía era un combate entre tres grupos, dibujados como barrios –el
procesista, el Deep, el Gobierno–. En el artículo no aparecía ningún barrio PP.
Y nadie se dio cuenta. Ese es el drama del off the record Feijóo. Constatar que
no existe. No darse cuenta de que, en este partido que se está jugando, el PP
ni siquiera está en el banquillo, sino que está en otro estadio, con sus
sueldos, sus medios de comunicación, sus declaraciones erráticas, ensimismado y
a su bola. Mientras la Justicia hace el trabajo de ambos.
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