ÁBALOS, KOLDO Y EL REGRESO DEL
PEOR BIPARTIDISMO
CONTEXTO
José
Luis Ábalos, durante su comparecencia por
el caso Koldo. / YouTube
Con el culebrón de José Luis Ábalos han vuelto a salir a la superficie algunas de las malas prácticas típicas de los peores tiempos del bipartidismo. Los hechos están claros. Koldo García entró en la política institucional en 2011, como concejal del Partido Socialista de Navarra en Huarte. Anteriormente, había trabajado como portero y vigilante de seguridad. Se implicó en el partido haciendo de conductor de Nicolás Redondo padre. Cuando el PSOE entró en fase de turbulencias, García trabajó a favor de Pedro Sánchez en las primarias de 2017 (Sánchez se lo reconoció y agradeció en su libro Manual de resistencia). Tras la moción de censura, cuando el PSOE conforma un Gobierno de minoría, José Luis Ábalos pasa a ser ministro de Fomento y contrata al antiguo chófer como asesor. El puesto de asesor, razonablemente remunerado, no está pensado precisamente para este tipo de figuras sin formación. No es que haya que excluir de la política a gente sin estudios, pero el puesto de asesor sí que requiere ciertas habilidades que no parecen ser las que tenía el señor García. Durante la pandemia, Koldo García saca tajada de la relajación de los controles administrativos y se lleva unas buenas comisiones por venta de mascarillas a través de una empresa (Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas) que pasa de facturar 0 a 53 millones de euros en un año.
Hasta aquí, otro
jeta más (como el hermano de Isabel Díaz Ayuso, que se llevó una buena comisión
por vender material sanitario a la Comunidad de Madrid, o como Alberto Luceño y
Luis Medina, que se forraron con operaciones similares sacándole los cuartos al
Ayuntamiento de Madrid). La especificidad de Koldo García es que era parte del
Gobierno de España y un militante destacado del PSOE. Resulta inevitable pensar
que los negocios de García no habrían sido posibles de no ser por sus contactos
políticos y por contar con la confianza de su superior, el propio ministro
Ábalos.
Los negocios de
García no habrían sido posibles de no ser por sus contactos políticos
Ábalos lleva razón
cuando afirma que no hay denuncia contra él. La pierde, sin embargo, cuando se
niega a deslindar la responsabilidad política de la responsabilidad legal.
Actuando como un caballero ofendido cuyo honor ha sido mancillado, se enroca en
su posición y afirma que dimitir sería un reconocimiento de una culpabilidad
inexistente. Con esas excusas lastimeras, propias de otra época, está
realizando un daño considerable al Gobierno y, sobre todo, al PSOE.
El problema no es
sólo que Ábalos no dimita. Más allá de eso, resulta preocupante la trama puesta
al descubierto. Es como una vuelta al pasado, a los tiempos de otro ilustre
navarro, Luis Roldán. Reaparecen las miserias y corruptelas de los grandes
partidos que se creían superadas. Hay motivos para pensar que el PSOE, con un
competidor débil a su izquierda, está recayendo en vicios ancestrales. Así se
aprecia con la trama de Koldo García, pero también con la política de
nombramientos impresentables, desde la continuidad de Tezanos al frente del CIS
hasta las recompensas a exministros y altos cargos. Es como si hubieran vuelto
los tiempos de la piñata: Ximo Puig, embajador ante la OCDE; Héctor Gómez,
embajador ante la ONU; Magdalena Valerio y Carmen Calvo, al Consejo de Estado;
José Manuel Rodríguez Uribes y Miquel Iceta, embajadores sucesivos ante la
UNESCO; Isabel Celaá, embajadora en la Santa Sede; y todo esto solamente entre
los de primer nivel.
En su momento,
todas estas prácticas acabaron hartando a buena parte de la ciudadanía. El PSOE
bajó al 22% en 2015 y el PP al 17% en abril de 2019. Desde entonces, ambos
partidos han recuperado posiciones. Corremos el peligro de que regresen las
malas prácticas. La soberbia de Ábalos y la trama de Koldo García son dos
avisos. Habrá que extremar la vigilancia.
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