jueves, 29 de febrero de 2024

ÁBALOS, KOLDO Y EL REGRESO DEL PEOR BIPARTIDISMO

 

ÁBALOS, KOLDO Y EL REGRESO DEL

 PEOR BIPARTIDISMO

CONTEXTO

José Luis Ábalos, durante su comparecencia por

 el caso Koldo. / YouTube

Con el culebrón de José Luis Ábalos han vuelto a salir a la superficie algunas de las malas prácticas típicas de los peores tiempos del bipartidismo. Los hechos están claros. Koldo García entró en la política institucional en 2011, como concejal del Partido Socialista de Navarra en Huarte. Anteriormente, había trabajado como portero y vigilante de seguridad. Se implicó en el partido haciendo de conductor de Nicolás Redondo padre. Cuando el PSOE entró en fase de turbulencias, García trabajó a favor de Pedro Sánchez en las primarias de 2017 (Sánchez se lo reconoció y agradeció en su libro Manual de resistencia). Tras la moción de censura, cuando el PSOE conforma un Gobierno de minoría, José Luis Ábalos pasa a ser ministro de Fomento y contrata al antiguo chófer como asesor. El puesto de asesor, razonablemente remunerado, no está pensado precisamente para este tipo de figuras sin formación. No es que haya que excluir de la política a gente sin estudios, pero el puesto de asesor sí que requiere ciertas habilidades que no parecen ser las que tenía el señor García. Durante la pandemia, Koldo García saca tajada de la relajación de los controles administrativos y se lleva unas buenas comisiones por venta de mascarillas a través de una empresa (Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas) que pasa de facturar 0 a 53 millones de euros en un año.

 

Hasta aquí, otro jeta más (como el hermano de Isabel Díaz Ayuso, que se llevó una buena comisión por vender material sanitario a la Comunidad de Madrid, o como Alberto Luceño y Luis Medina, que se forraron con operaciones similares sacándole los cuartos al Ayuntamiento de Madrid). La especificidad de Koldo García es que era parte del Gobierno de España y un militante destacado del PSOE. Resulta inevitable pensar que los negocios de García no habrían sido posibles de no ser por sus contactos políticos y por contar con la confianza de su superior, el propio ministro Ábalos.

 

Los negocios de García no habrían sido posibles de no ser por sus contactos políticos

 

Ábalos lleva razón cuando afirma que no hay denuncia contra él. La pierde, sin embargo, cuando se niega a deslindar la responsabilidad política de la responsabilidad legal. Actuando como un caballero ofendido cuyo honor ha sido mancillado, se enroca en su posición y afirma que dimitir sería un reconocimiento de una culpabilidad inexistente. Con esas excusas lastimeras, propias de otra época, está realizando un daño considerable al Gobierno y, sobre todo, al PSOE.

 

El problema no es sólo que Ábalos no dimita. Más allá de eso, resulta preocupante la trama puesta al descubierto. Es como una vuelta al pasado, a los tiempos de otro ilustre navarro, Luis Roldán. Reaparecen las miserias y corruptelas de los grandes partidos que se creían superadas. Hay motivos para pensar que el PSOE, con un competidor débil a su izquierda, está recayendo en vicios ancestrales. Así se aprecia con la trama de Koldo García, pero también con la política de nombramientos impresentables, desde la continuidad de Tezanos al frente del CIS hasta las recompensas a exministros y altos cargos. Es como si hubieran vuelto los tiempos de la piñata: Ximo Puig, embajador ante la OCDE; Héctor Gómez, embajador ante la ONU; Magdalena Valerio y Carmen Calvo, al Consejo de Estado; José Manuel Rodríguez Uribes y Miquel Iceta, embajadores sucesivos ante la UNESCO; Isabel Celaá, embajadora en la Santa Sede; y todo esto solamente entre los de primer nivel.

 

En su momento, todas estas prácticas acabaron hartando a buena parte de la ciudadanía. El PSOE bajó al 22% en 2015 y el PP al 17% en abril de 2019. Desde entonces, ambos partidos han recuperado posiciones. Corremos el peligro de que regresen las malas prácticas. La soberbia de Ábalos y la trama de Koldo García son dos avisos. Habrá que extremar la vigilancia.

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