Sinvergüenzas
DAVID BOLLERO
José Luis Ábalos y Koldo García.
- Manuel Bruque / EFE
El caso Koldo ha hecho mucho más que sacar a la luz otro presunto caso de corrupción de comisionistas despiadados que sacan tajada de las desgracias. La trama de mascarillas ha dejado al descubierto prácticas habituales en nuestro escenario político que, pese a su injustificable implantación, han terminado normalizándose. Lo contó este fin de semana en televisión el exministro socialista José Luis Ábalos y lo hizo con la naturalidad y el descaro de quien da por hecho demasiadas cosas.
La
sobreactuación del PP en este caso, con el resto de grupos de la izquierda de
teloneros, está contribuyendo a desviar la atención sobre algunos hechos
destapados que merecen análisis, crítica y debida penalización. Si lamentable
fue que Ábalos diera las primeras explicaciones públicas tarde y cobrando en
un programa de televisión al que acude como tertuliano, no lo es menos su
reincidencia en este proceder, rehuyendo el espacio natural en el que debería
dar las oportunas explicaciones políticas: el Congreso.
En este
reiterado desacierto, es pasmosa la naturalizad con la que reconoce la
práctica del enchufismo con dinero público. El ascenso meteórico de Koldo
García así lo ilustra. Durante la entrevista del pasado sábado, Ábalos no sólo
admitió que en pago por su entrega como chófer decidió nombrarlo asesor –algo
ya cuestionable-, sino que además lo nombró consejero en Renfe Mercancías y
vocal de Puertos del Estado.
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Lo más
sorprendente e indignante no es este nombramiento, que ya era conocido desde
hace años, sino la naturalidad con que afirmó que esa es la costumbre:
convertir a los asesores en consejeros de entidades y empresas públicas. Si
los caminos para llegar a ser asesor están llenos de atajos, la conversión en
consejero de empresas como Renfe, ADIF, Puertos del Estado, etc. es pura
transmutación, independientemente de la preparación previa para el cargo. Este
automatismo a la hora de nombrar consejeros –a los que se paga dietas y por
reunión a la que asisten- no pareció llamar la atención del entrevistador, que
encajó su asunción con la misma normalidad con que se formuló.
Sin
embargo, de normal no tiene absolutamente nada, como el hecho de que Ábalos
también contratara a la mujer de García como secretaria del Ministerio de
Transportes para facilitar el hecho de que se la familia se mudaba de Navarra a
Madrid. El exministro restó importancia a este hecho, indicando que ese puesto
cobra entre 1.200 y 1.400 euros. Definitivamente, la brújula moral de
Ábalos ha perdido el norte; ha caminado demasiado tiempo por el campo
electromagnético de las canonjías políticas.
Este es
el motivo por el que él mismo se cree, como afirma, que "yo no he hecho nada". No ha
hecho nada, efectivamente, para evitar que se produzca este caso de corrupción
y, al mismo tiempo, lo ha hecho casi todo. Él le aró el campo a García, se lo
sembró y se lo regó dándole vía libre a contactos empresariales y políticos a
los que no debiera haber tenido acceso, mirando para otro lado cuando su asesor
hacía y deshacía a su antojo para arrimar el ascua a su sardina. Cuando ahora
Ábalos intenta cerrar la puerta que sus propios colegas le han abierto de par
en par alegando que si fuera ministro dimitiría, pero que
siendo diputado raso no hay motivo, vuelve a evidenciar su código ético,
incompatible con el servicio público. Ya no es el come-marrones que fue para Pedro Sánchez,
para eso ya tiene a Marlaska.
El caso
Koldo en sí cada día me importa menos y dirijo más la mirada a ese cúmulo de
malas prácticas que empobrecen la gestión pública y que no sólo da por hecho
Ábalos, sino el resto de la clase política que pasa por alto que al ya
de por sí cuestionable cargo de asesor se le asigne automáticamente el de
consejero de un ente público. El hecho de que durante la entrevista
Ábalos se colgara la medalla de "héroe" por dedicarse a la política
es una muestra más de lo sinvergüenza que se puede llegar a ser. No es el
único, dentro y fuera del PSOE, pues sus prácticas llevan años realizándose a
la vista de todas y todos.
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