martes, 6 de febrero de 2024

LA RESISTENCIA DE LAS CARAS BLANCAS


                 LA RESISTENCIA DE LAS CARAS BLANCAS

La movilización popular es la primera malla de contención ante el avance del Gobierno de Milei que llegó para rematar al país como en una feria de segunda mano

EMILIANO GULLO 

 

Choques entre las fuerzas del orden y manifestantes a las afueras del Congreso en Buenos Aires. / Vanguardia

Qué hacés, tres veces que hacés!

Los paredones de Buenos Aires no tienen sur ni después

Malena canta en el fango como en la Luna

Y en el cemento crecen los muertos que el subterráneo

Escupe en construcción, rajá turrito, rajá

Los taxis cargan escuerzos, la cana busca su almuerzo

Los ciegos bailan entuertos, los huesos, los rezos

Los sesos, los densos, los muertos

                                      Tango feroz, Ulises Butrón

La fotógrafa Celeste Alonso lagrimea ciega del dolor. Un fuego líquido la quema por dentro. Sabe que no puede abrir los ojos porque es peor. Ya lo intentó. Si lo hace, sentirá –otra vez– que el sol le achicharra las pupilas, que mirar es una tortura. Entonces así, con los párpados sellados por el ardor, sostiene su cara en el aire para que los médicos de la posta sanitaria le saquen los restos del gas que le acaba de tirar un policía federal. Un voluntario abre un cartón de leche y le baña los ojos, la boca, la nariz. Con un trapo le frota la cara para sacarle el aceite venenoso que la está prendiendo fuego. No alcanza. La quemazón ya se extiende al resto del cuerpo. No podrá seguir trabajando. Tendrá que ir a la guardia del Hospital Oftalmológico Pedro Lagleyze. Los efectos del gas recién se calmarían 24 horas después. El ataque a Celeste se replicó con particular obsesión sobre periodistas, reporteros gráficos, camarógrafos de televisión, y con locura general sobre todos los que protestaron frente al Congreso durante el tratamiento de la Ley Ómnibus. 

Con tres días de represión en la calle y negociación dentro del Palacio. Con más de cien heridos –uno de ellos de gravedad con riesgo de perder un ojo– y al menos 20 detenidos. Con 25 trabajadores de prensa lastimados. Con la mitad de los artículos propuestos en el proyecto original (de 664 a 383). Con una negociación aún pendiente con los gobernadores provinciales. Con aliados desconfiados y algunos propios con más dudas que certezas. Con una oposición que –parece– comienza a salir del coma profundo. De esta manera el presidente Javier Milei se aseguró la aprobación general de su megaproyecto en Diputados: la media sanción, el primer paso. Que técnicamente todavía puede sufrir más modificaciones cuando, este martes 6 de febrero, se trate el proyecto de manera puntual, ítem por ítem. Falta también –claro– la otra media sanción del Senado. 

La primera conclusión es que el oficialismo tiene que negociar porque puede quedarse con poco. O con nada. Y que tendrá que bajar sus expectativas si pretende que ambas cámaras aprueben su ley. La segunda –condicionante de la primera– es que la movilización popular es la primera malla de contención ante el avance de un gobierno que llegó para rematar al país como en una feria de segunda mano. Una semana atrás, la huelga general de la CGT. El país se detuvo. La plaza del Congreso se llenó de gente. Tuvieron que posponer el inicio de las discusiones hasta la semana siguiente –el miércoles 31 de enero–. Durante ese día y los dos siguientes fueron los partidos y los movimientos de izquierda los que se concentraron para repudiar al oficialismo. Sobre ellos cayó la represión organizada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien dispuso un operativo con la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura Naval. 

Una alegría siniestra flotaba como una nube tóxica sobre la Plaza de los Congresos. Los agentes federales reían. Detrás de sus escudos se veían sus caras de placer. Sus caras de payasos. Hacían mímica de los cantos populares. Sacaban la lengua. El regocijo de la impunidad. Un cubierto libre para policías con hambre de represión. Y un juguete nuevo, obsequio de la ministra, el gas amarillo. Un spray portátil que combina el gas pimienta y el gas lacrimógeno, genera mayores quemaduras y mayor irritación que los lacrimógenos habituales. El médico Franco Capone estuvo en la posta sanitaria y explicó que “como es un spray con base oleosa, se necesitan sustancias grasosas para removerlo, como la leche entera o el óleo calcáreo; el aire y el agua empeoran los síntomas”. 

La metodología del operativo fue la misma los tres días. A medida que avanzaba la represión, las caras de los heridos se teñían de blanco. Como Celeste, manifestantes y periodistas tuvieron que recurrir a los centros de asistencia para bañarse en leche. Después de la avanzada química, era el turno de la motorizada. Escopeta en mano, los policías barrían las calles a puro balazo de goma. Piernas, brazos, caras. 

En el pico de tensión el jueves a la tarde, el bloque de Unión por la Patria y el Frente de Izquierda dejaron las bancas y entraron en la plaza para intentar frenar la cacería. También fueron reprimidos. El abogado de derechos humanos Mauro Aufieri tuvo que ser operado de un ojo después de recibir un proyectil policial. Su vista sigue comprometida. 

Mientras tanto, el oficialismo negociaba con sus aliados las condiciones para que levantaran la mano a la hora de la votación. Concesiones para las provincias. Afuera el paquete fiscal. Facultades delegadas por un año pero sin incluir la emergencia en salud, previsional y fiscal.

Finalmente, la tropa de Milei y sus aliados logró imponerse por 144 a 109. Justo minutos previos a la votación, los legisladores de la Libertad Avanza insertaron artículos que no estaban contemplados en el dictamen que se había estado discutiendo. El artículo 179 que desfinancia el Fondo de Integración Socio Urbana y el 196, que elimina el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Administración Nacional de Seguridad Social. Este último, beneficia directamente al Grupo Clarín y a los gigantes energéticos Pampa y Techint. 

Esta irregularidad se suma al escándalo que rodea al texto original. Elaborado en la oficina de un empresario, el dictamen fue firmado por legisladores que no sabían lo que firmaban, y sustituyó al texto discutido durante la fase previa, en el plenario de las comisiones.

Hasta acá, la conducta del Gobierno de Javier Milei y sus aliados aportan una tercera conclusión. Hoy en Argentina no hay institucionalidad que pueda sostener los caprichos mesiánicos de un presidente obsesionado por su papada y las fotos de instagram, la salud de sus mastines, y su voluntad de transformar el país en un páramo a fuerza de sangre y represión.

El oscurantismo apocalíptico de los hermanos Milei tiene, desde estos días, un nuevo frente de resistencia, basado en grasa y solidaridad, las caras blancas del aguante.

 

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