LO POLÍTICAMENTE CORRECTO
ENRIQUE ARIAS VEGA
Lo políticamente
correcto no es inmutable. Y menos entre los progres.
En los últimos años
del franquismo, lo que molaba era estar a la izquierda del Partido Comunista,
de cuyos militantes se decía con desdén que eran “socialburgueses”. Muchos de
aquellos radicales, más maoístas que Mao, al cabo de unos años cambiaron la
revolución por las prédicas y la palabrería de la “new age”, es decir, del
moderno espiritualismo sin un Dios convencional al uso.
Seguramente les
decepcionaron los sucesivos resultados electorales de la recién estrenada
“democracia burguesa”, tras la dictadura de Franco. Primero ganó la UCD de
Adolfo Suárez y luego arrasó un socialismo para ellos “de boquilla”, que no
había hecho nada durante el antiguo régimen ni esperaban que lo hiciera en el
nuevo. Las masas, pues, se habían equivocado, así que los progres se refugiaron
en el amor libre y otras holganzas.
Al cabo de unos
años, también aquello pasó de moda. Coincidió con la paulatina desaparición de
las calles de los hare krishna con sus cráneos rapados y sus mantras melódicos.
Algunos dobles tránsfugas prefirieron entonces hacerse yuppies y amasar dinero
o, al menos, intentarlo: “ganar dinero no es pecado”, fue uno de sus nuevos
mantras.
Ahora tampoco eso
es ya de recibo, a no ser que milites en uno de los nuevos partidos de
izquierda y cobres por ser concejal, asesor, miembro de un comité, diputado,
consejero u otra forma de encubrir el enriquecimiento sin dar demasiado golpe.
Ahora se llevan nuevos mantras, desde el me too al LGTBI, pasando por ONGs
verdaderas o fingidas, movimientos okupas, defensa de manteros u otros
colectivos, solidaridad con los chalecos amarillos, los refugiados de no sé
dónde (andamos escasos de conocimientos geográficos) o lo que se tercie.
Son los nuevos
tiempos de lo políticamente correcto, aunque luego se descubra lo turbio de
algunas asociaciones, la falsedad de sus dirigentes o los actos delictivos de
algunos de sus miembros.
Por eso no deben
angustiarse quienes se sientan al margen de esta movida ideológica actual,
quienes se crean excluidos por no corear algunas de sus consignas, quienes
formulen su progresismo de otra manera. Ellos, quizá, son unos adelantados a su
tiempo y están practicando ya lo que será políticamente correcto a la vuelta de
la esquina. Y es que, amigos míos, la corrección política ya hemos visto que no
es inmutable, sino cambiante, oportunista y siempre dispuesta a subirse al
último tren que pasa por ahí.
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