sábado, 27 de julio de 2019

EL CHISTE DE LA IZQUIERDA


EL CHISTE DE LA IZQUIERDA
POR GERARDO TECÉ
Dos amigos se encontraron por la calle después de años sin saber el uno del otro y decidieron celebrar la coincidencia pegándose una comilona en un buen restaurante caro. Tras ponerse al día de sus respectivas vidas –los dos tipos presumían de éxito profesional–, llegó la hora de pagar la cuenta y ambos se empeñaron. Guárdate la cartera, que yo me encargo. No, de verdad, guárdatela tú, yo invito. Tras encallar la discusión por decidir cuál de los dos era el más generoso/pudiente, el camarero, con ganas de cerrar e irse a su puñetera casa, les propuso una forma de resolverlo: dos cubos llenos de agua, uno para cada uno. Meted la cabeza y el primero que la saque, paga, les dijo. Se ahogaron los dos. Todavía recuerdo a Jesús Quintero llorar lagrimones de la risa mientras el Risitas gritaba: “¿Lo has pillado, Jesús? ¡Ninguno quería pagar!”. ¿A cuento de qué vendrá contar un chiste para empezar un artículo sobre la investidura? Cosas del calor.



Hoy, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han abandonado el Congreso de una forma que ni Abascal puesto de taurina hubiera imaginado hace tres meses: con las relaciones aparentemente rotas tras una negociación de Gobierno fracasada. Negociación por llamarlo de alguna manera. Si cruzas los Pirineos y explicas que negociar gobierno en España consiste en un paripé de un par de días, sueltan lagrimones que ni Quintero.

Cada minuto de estas últimas 48 horas ha parido una nueva teoría para explicar el porqué del desastre del pacto de las izquierdas. Que si Pedro no quería que la sentencia del procés le pillase con Podemos sentado en su Consejo de Ministros y ERC sosteniendo su Gobierno; que si el problema es que Unidas Podemos pretendía controlar el Gobierno vía financiación; que si el iceberg donde se ha producido el choque es el Ministerio de Trabajo; que si ea, ea, ea, la CEOE se cabrea. Teorías muchas, pero certezas solo una. En mitad de esta guerra, ambos partidos han parecido sinceros en un punto. El de explicar que las competencias en batalla, como Hacienda o Trabajo, eran irrenunciables para uno y otro. Irrenunciables porque son claves para cada uno de ellos. Es decir, quizá llevemos meses, años, esperando un posible entendimiento entre partidos con políticas muy distintas en los puntos clave. ¿Alguien se imagina a PP, C’s y Vox teniendo graves problemas en que uno, otro o el de la moto –caballo en este caso– se ocupe de Hacienda o Trabajo? Voy más allá. ¿Alguien se imagina problemas graves entre PSOE y PP para decidir cómo se gestionan los grandes ministerios? En el caso de PSOE y UP, por mucho marketing ideológico y trofeos de política social que el PSOE ponga sobre la mesa para movilizar a los suyos en torno a la idea de la izquierda, sus políticas en asuntos claves son distintas y excluyentes. Si uno dirige el Ministerio de Trabajo, no puede pretender inclinar la balanza del lado del trabajador sin que la CEOE se inquiete. Chimpún. No hay más.

Ambos, PSOE y Unidas Podemos, salen muy debilitados de este fracaso que ha consistido en repartir reproches en vez de ministerios. Pedro Sánchez, que contaba con ganar el relato del victimismo ante la negativa de Iglesias, se va sin su objetivo. La renuncia del líder de Podemos a entrar en el Gobierno y la cesión continua por parte de Podemos –la última en prime time antes de la última votación– hacen difícil vender la misma película de 2016. Si el relato de victimismo que Sánchez esperaba imponer no se ha impuesto, no es sólo por los movimientos de Podemos. Los grandes medios, encargados de vender los relatos que hagan falta, no parecen querer ayudar a Sánchez. Siguen sin percibirlo como uno de los suyos. El feo que les hizo negándose a apoyar a Rajoy, cuando las grandes cadenas se lo exigían, no se olvida fácilmente. El Ibex no paga traidores. El Pablo Iglesias de 2019 no es el de 2016. Apuntado a un curso intensivo de control de la arrogancia, el nuevo Iglesias ha manejado la situación en los últimos tiempos de tal forma que cuesta señalarlo como responsable del fracaso por personalismo. La prueba definitiva es su renuncia a entrar en el Gobierno. Un momento de la sesión de hoy lo ha vuelto a colocar, sin embargo, en ese papel de soberbia que tanto daño le hace. Ha sido cuando Gabriel Rufián y Aitor Esteban, en el papel de psicólogos de pareja de la izquierda española, le han recomendado a Iglesias bajarse del burro, conformarse con lo que el PSOE le ofrecía. Son cuatro años de vida y cuatro ministerios, no seas cabezón que es una oferta estupenda, le venía a decir Rufián. Aitor Esteban lo invitaba a crecer despacio. Empezad por ministerios pequeños, ya iréis aprendiendo. Si algo ha puesto hoy a Iglesias contra las cuerdas han sido estas intervenciones y no los reproches de Sánchez y los suyos, que tenían más de sobreactuación que de sinceridad.
Ya no quedan dos días como después de la primera votación de investidura, sino dos meses para lograr un acuerdo. En un momento de la película El Padrino, un Vito Corleone venido a menos tiene un instante de lucidez en el que le explica a su hijo Michael que quien le proponga organizar una reunión con Barzini lo estará traicionando, se tratará de una trampa para asesinarlo. En este caso, será quien no quiera más reuniones en estos dos meses para lograr un acuerdo, el traidor que asesine el posible Gobierno de coalición que ambos partidos dicen querer. De momento es difícil justificar para el PSOE cómo, con todo este tiempo por delante, la escenificación decidida por ahora es la de que las oportunidades se han agotado. Primero negaron la calculadora y ahora el reloj. Si el escollo es el Ministerio de Trabajo al que Iglesias también ha renunciado, ¿por qué no sentarse a hablar? Si el escollo fuera otro nuevo, ¿por qué no seguir hablando hasta que los escollos, todos, desaparezcan? Hasta donde yo sé, negociar con ánimo de lograr acuerdo consiste en eso. Desde hace tiempo, la sensación es que el PSOE prefiere morir ahogado que verse en un Gobierno con Unidas Podemos. Ah, joder, por eso era el chiste.

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