PACTAR CON EL DIABLO
LUCIANO G. EGIDO
Alguien ha
dicho –y siento no recordar quién– que
los incidentes del sábado pasado, durante la celebración de la fiesta del
Orgullo Gay, en Madrid, se produjeron como consecuencia de los pactos
postelectorales, que han agriado, además de desprestigiado, la endeble
democracia española. La actitud crítica de la representación de Ciudadanos,
casi provocadora, ha terminado con la
ambigüedad de origen del partido y lo ha situado en el lugar que le
corresponde, ya sin ningún género de dudas, en la derecha tradicional,
retrógrada, cerrada e insolidaria, de siempre. La violencia verbal y las
irritadas descalificaciones de su portavoz, Inés Arrimadas, con la voz
hiriente, el ceño airado y los ojos de fuego de quien no tiene razones y se
carga de indignación, no tenían nada que envidiar a las habituales protestas de
sus grandes rivales en el mapa político, pero parientes en la realidad, como se
va descubriendo, poco a poco, los hombres de Vox.
La reiteración de tono y
contenido, al día siguiente, de la misma Arrimadas, pidiendo la dimisión del
ministro Marlasca, como responsable, según ella, de los acontecimientos,
obedece a los métodos y propósitos, de su radical derechismo, que naturalmente
Ciudadanos niega, y que viene a confirmar la vieja verdad, proclamada por Charles Péguy, de que, cuando alguien
dice que no es de derechas ni de izquierdas, como hacen ellos, es
indefectiblemente de derechas. Ciudadanos, que quiere hacerse con la
representación de la derecha española, está perdiendo el norte y las formas
civilizadas de la convivencia democrática, con marrullerías que los delatan.
Tiene la ofensa en la punta de la lengua y se le va haciendo la costumbre de
mentir descaradamente con cualquier motivo, entre la presión del francés Macron
y la directa rivalidad del PP de Casado. Día a día, van perdiendo credibilidad.
¿Hasta cuándo?
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