LOS ANTIGUOS CANARIOS MOMIFICABAN
A SUS RECIÉN NACIDOS
ANA SHARIFE
La dureza de la
vida hizo que las civilizaciones antiguas creyeran en la vida después de la
muerte. No ha habido ninguna comunidad sin creencia en el más allá, al menos
una creencia en la que el espíritu continúa viviendo después de que abandone el
cuerpo.
Los antiguos
canarios también creían en la eternidad. Pensaban que el alma del difunto
viajaba al más allá en espera del cuerpo, por lo que había que conservarlo en
buen estado.
Embalsamaban a sus
muertos y los preservaban en cuevas de difícil acceso. Los cuerpos momificados
más antiguos que se conocen en Canarias datan del siglo III, en Gran Canaria, y
del IV, en Tenerife, y en ambas islas el proceso dura hasta la Conquista.
Como conservador
del Museo Arqueológico de Tenerife, José Juan Jiménez González, advierte de la
dificultad del estudio del mundo funerario de los indígenas de Canarias “por su
heterogeneidad”, pues en los yacimientos arqueológicos de las islas “aparecen
unos individuos que fueron inhumados y otros desecados, cuyas mortajas se
realizaban con esteras vegetales y cueros curtidos de animales”. Tanto “en su
forma individual como colectiva”, explica en un texto publicado en la web del
Museo, “se promovía el depósito de los cadáveres en el interior de cuevas cuya
entrada era tapiada con muros de piedra seca o bien en fosas, oquedades, cistas
y túmulos de piedra”.
Jiménez, doctor en
Prehistoria, tras compartir hace escasos días el hallazgo de inhumaciones
específicas de neonatos, causó cierto revuelo del que se hace eco Efe en un
artículo. En la web del Museo el investigador señala que “hay que mencionar el
descubrimiento de fetos y neonatos que fueron momificados y/o inhumados pese a
su corta edad”, y, a continuación, cita ejemplos de algunas fuentes
etnohistóricas.
El fraile Antonio
Cedeño, natural de Toledo, “cronista amanuense” que llegó a Canarias con Juan
Rejón, escribe en 1528: “Los sepulcros hacían en la tierra. A unos ponían en
ataúd hecha de cuatro tablones, i alrededor hacían un paredón alto i redondo
como torreón, i por dentro lo llenaban de piedra menuda i lo remataban en
pirámide. A la jente más pobre i común enterraban en sólo la tierra; a éstos,
como a los otros, ensima de el tablón ponían una gran piedra que correspondía
en el cuerpo i después ponían otras tres piedras en forma de crus, i después a
elrededor de la çepultura ponían piedras grandes (…). Solamente otros hauía
mirlados que no les faltaban cauellos ni dientes, encerrados dentro de cuebas,
puestos en pie arrimados i otros sentados, i mujeres con niños a los pechos,
todos mui enjutitos que casi se les conocían las faiciones con estar de
muchísimos años. Y ai cuebas llenas destas osamentas que es admiración”.
En Canarias se han
detectado diferentes métodos de momificación que se cree que respondían a las
diferentes clases sociales de la época y a sus creencias religiosas. El
historiador señala que “para algunos autores, los guanches embalsamaban a los
muertos extrayéndoles sus órganos, pero la mayoría de la documentación
etnohistórica y los descubrimientos arqueológicos corroboran la inexistencia de
evisceración en los restos humanos mirlados e inhumados, cuyas mortajas eran
pieles y cueros de cabras u ovejas”.
Una de las fuentes
etnohistóricas -de las que selecciona algunos fragmentos- es un texto del
caballero inglés Edmund Scory, que escribe así, en 1626: “Los antiguos guanches
de esta isla tenían un oficial o embalsamador, hombre o mujer, destinado, según
su sexo, a lavar los cuerpos de los muertos y después metían en ellos ciertas
confecciones hechas de manteca de cabras derretida y mezclada con polvos de una
piedra áspera, corteza de pino y otras hierbas, y así trataban aquel cuerpo por
espacio de quince días, teniéndole al sol ahora de un lado y después de otro,
hasta que todo estuviese yerto y seco. En todo ese tiempo sus amigos lloraban y
lamentaban su muerte, pasados los quince días envolvían el cuerpo en unas
pieles de cabras tan industriosamente cosidas las unas con las otras, que es
cosa admirable, y así lo llevaban a una cueva muy profunda, donde nadie podía
llegar. Todavía se encuentran esos cuerpos que han sido sepultados de esa
manera hace más de mil años, según dicen”.
La explicación de
por qué los aborígenes isleños conocían la técnica de momificación, muy similar
al de otras civilizaciones antiguas, se ha buscado en “la vinculación de las
poblaciones de Canarias con sus ancestros sus ancestros los libio-bereberes del
norte de África, de donde proceden”, afirma el egiptólogo especializado en el
embalsamamiento de los antepasados isleños, Daniel Méndez. Son numerosos los estudios antropológicos que
han contrastado la similitud del embalsamamiento arcaico egipcio con el de los
pobladores prehispánicos de Canarias, “pudiendo haber una influencia cultural
en el estilo, pero no en la técnica, ya que puede haber un sustrato cultural
norteafricano primigenio y a partir de ahí producirse una evolución por
separado entre la momificación en Egipto y en Canarias”, sostiene en su
hipótesis Méndez, que ha recopilado las Narraciones sobre el embalsamiento de
los aborígenes de las Islas Canarias (1482-1803).
Lo cierto es que la
posible conexión entre Egipto y el proceso de momificación practicado por los
aborígenes de las Islas Canarias constituye una hipótesis que se ha planteado
en diferentes ocasiones. La egiptóloga palmera Milagros Sosa Álvarez las
resuelve en Tierras de Momias. La técnica de eternizar en Egipto y Canarias.
“Independientemente de que este planteamiento sea acertado o no”, señala la
investigadora, lo que sí afirma es que “ambos rituales, el egipcio y el
canario, perseguían objetivos similares: la conservación del cuerpo de modo que
la muerte pareciera más bien un descanso eterno”.
Para esclarecer
este tema que ha llevado a tantos debates, la egiptóloga analizó la práctica de
la momificación desarrollada en el Egipto Antiguo, así como aquella llevada a
cabo por los indígenas canarios antes de la conquista de las Islas, relatando
lo que nos narran las propias momias, repasando los pasos de este ritual a
través de las fuentes etnohistóricas, junto con los datos científicos que nos
aportan los estudios de Bioantropología, Arqueología, Conservación y otras
disciplinas afines.
El objetivo de su
investigación fue, entre otros, poner en paralelo ambos procesos de
momificación, para que sea el propio lector el que saque sus conclusiones sobre
las divergencias o puntos en común del desarrollo de este ritual en ambas
culturas. La obra incorpora imágenes que representan el proceso de momificación
no sólo las momias canarias que se encuentran actualmente en diferentes museos
de las islas, sino también aquellas que se localizan fuera del Archipiélago,
así como material inédito de diferentes museos con colecciones egipcias.
Piensan muchas
culturas que la muerte física puede ser vencida por el hombre que ha sido
piadoso. Las más antiguas civilizaciones como la sumeria, egipcia, china y
persa conocieron la reencarnación en profundidad, y numerosos textos funerarios
de estas culturas abordan la trascendencia del hombre. En algunos, esta
existencia continua a menudo tiene lugar en un reino espiritual, y en otros, el
individuo puede renacer en este mundo y comenzar nuevamente el ciclo de vida.
La idea de que no
vamos a vivir eternamente es muy difícil de aceptar, de ahí que se haya
convertido en un concepto filosófico o religioso tan latente. Tanto que los
antecedentes de estas creencias se remontarían a unos antiquísimos cultos
mistéricos que se habrían desarrollado en unos momentos en que todavía no se
conocía, siquiera, la escritura.
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