PAT SÁNCHEZ Y BILLY IGLESIAS
ANÍBAL MALVAR
Andaba uno
preocupado por las esquinas sin saber por qué no se acababa de formar gobierno,
y el presidente Pedro Sánchez al fin lo ha aclarado en las televisiones. Lo que
necesita el PSOE para dar al gobierno estabilidad es buscar a miembros de
Podemos de derechas. Funambulistas que sepan caminar al revés, y sobre las
palmas de las manos, para que cuando digan «presos políticos» suene a
«políticos presos». Tíos o tías capaces también de ser republicanos y
monárquicos al mismo tiempo. Personas que respeten tanto la literalidad de la
Constitución como el propio Pedro, aquel que como diputado votó en 2011 la
transformación del artículo 135. Y en este plan.
Ya en 2014, el
banquero Josep Oliu advirtió de que había que crear «una especie de Podemos de
derechas». Ahora Pedro Sánchez, siempre tan imaginativo a lomos de su peugeot
407, veta la entrada en el gobierno a un señor que representa a un tercio de
los votantes de la futura coalición. El tal Pablo Iglesias. Y le encomienda la
trabajosa tarea de buscar entre sus filas ministrables que cumplan el perfil de
Oliu: o sea, que sean de Podemos pero de derechas.
El análisis que
hacen nuestros viejos periódicos de papel sobre el asunto del apartheid al
líder de Podemos no tiene desperdicio. El Mundo, en su titular de portada,
resume con un «Iglesias se aparta y obliga a Sánchez a hacer ministra a Irene
Montero». Al margen de que uno piensa que Iglesias no se ha apartado, sino que
lo han apartado, resulta conmovedor cómo el periódico de la bola sigue acusando
al cadáver del asesinato. Después de muerto, el campeador Iglesias sigue
ganando las batallas e imponiendo sus leyes. La verdad es que a este muchacho
le atribuyen poderes más dignos de ser narrados en viñetas Marvel que en un
periódico.
En páginas
interiores, el columnista Eduardo Álvarez propone que Felipe VI «les tenga todo
agosto en Zarzuela convocados a sucesivas e interminables rondas de consultas,
aunque sea como castigo por ineptos». También nos recuerda el brillante exégeta
que «no es responsable el rey de lo que votan los ciudadanos». A lo que cabría
añadir que los ciudadanos tampoco son responsables de haber votado al rey. Pero
eso son menudencias democráticas que no deben alentar más nuestra confusión.
En El País, Teodoro
León Gros titula su columna «Con Iglesias no» y desenfunda una serie de
westerns para explicar la situación. «Sánchez encañonó a Iglesias y le marcó
territorio a modo de Eastwood en Sad hill: «El mundo se divide en dos
categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Tú cavas».
En ABC se marcan
una setentena de páginas deliciosas sobre la llegada del hombre a la Luna,
dejando ninguneado el reciente alunizaje de Iglesias en la cara oculta. No se
opina del asunto. Aunque sí se nos cuenta en rigurosa exclusiva que «el rey está
tan preocupado como todos por la falta de Gobierno». Pobriño, jolín.
La Razón centra sus
angustias y desasosiegos en la resolución judicial catalana, que Sánchez
encajará sin «el Gobierno que pedía el pasado jueves: el que haga frente con
lealtad al mayor reto de la democracia española tras la sentencia del 1-O»,
dando por sentado que los presos/políticos/presos (tachar donde convenga) serán
carne de patíbulo sí o sí. Qué bien informada está esta gente cuando se trata
de futuribles. Añaden que «un gobierno socialista en coalición con Podemos y el
apoyo de los nacionalistas no es muy tranquilizador». Se olvidan de que Sánchez
no solo puede exigir a Podemos que busque ministrables de derechas entre sus
filas. Ahora rogará a ERC, para tratar la cuestión catalana, que rebusque entre
sus diputados alguno que sepa entonar Soy el novio de la muerte para negociar a
gusto, y ya tendremos la España que el banquero Oliu proponía.
Nadie, de nuestros
viejos periódicos, se atreve a recordar aquella entrevista en la que Pedro
Sánchez denunciaba presiones financieras y mediáticas que lo habrían apartado
de la secretaria general antes del braveheart podemita que se marcó para ganar
las primarias. Ahora hay que ser muy inocente para no comprender que esas
mismas presiones son las que le están obligando a mendigar abstenciones entre
los socios del neofascista Vox y a descabezar al pobre Iglesias.
Volviendo con
Teodoro, a mí, de tener que elegir un western que resuma toda esta historia, me
decantaría sin duda por Pat Garret y Billy el Niño, aquella historia de amistad
entre dos forajidos que se trunca cuando el primero es contratado por los
poderosos para aniquilar al segundo. Pat Sánchez y Billy Iglesias lo están
haciendo de cine.
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