PROCESIÓN LEGIONARIA
JORGE VILLA GARCÍA DEL CASTILLO
Seguro
que no lo he entendido bien, que ando ofuscado y obtuso. No obstante, he visto
las imágenes por la televisión pública, la de todos, relativa a la devoción
exuberante, la gallardía, el arrebato, que a algunos les pone la carne de
gallina, ante acontecimientos “religioso-castrenses” que todos los Jueves
Santos protagoniza la ciudad de Málaga.
Me refiero al desembarco de una Unidad de la Legión, en concreto la compañía de honores del Tercio ‘Duque de Alba’, II de La Legión, transportada para la ocasión por un buque de la Armada Española, el Contramaestre Casado de la Armada (104 metros de eslora). Aquí, no acaba el asunto; después pie en tierra, los “novios de la muerte” desfilan por las calles de Málaga hasta la Casa Hermandad del Cristo de Mena (Plaza Fray Alonso de Santo Tomás), o Pontificia y Real Congregación del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Ánimas y Nuestra Señora de la Soledad (Mena).
En
tan singular despliegue “religioso-castrense” participan más militares; a
saber: Banda de guerra y compañía de honores del Tercio “Gran Capitán” I
de la Legión; Banda de Música de la Brigada de la Legión “Rey Alfonso XIII”;
Guardia de honor de las escuadras de gastadores de la Legión al Santísimo
Cristo de la Buena Muerte y Ánimas; la Marina, con tropas, banda
de música y banda de cornetas. No faltan, claro está, las autoridades civiles y
militares- Tierra, Mar y Aire- de la ciudad de Málaga, en esta ocasión
presididas por la Reina Emérita Doña Sofía; esa señora, tan conservadora
y profesional de la Realeza, a la que no se ha visto jamás despeinada.
Con
sublimes y marciales maniobras ejecutadas con la virilidad y donaire de los
legionarios, la excelente talla del Cristo de Mena, obra de escultor Palma
Burgos, es levantada de forma perfecta y coordinada por los legionarios para
ser entronizada en su “paso procesional”. La forma de levantar el Cristo y su
llevada en volandas con una sola mano, no puedo describirla y, es mucho
mejor, que ustedes lo observen en las fotos que adjunto.
Después
la Procesión, conocida también por el nombre de Procesión de los Legionarios,
durante la cual que canta el himno legionario: “El novio de la muerte”, de cuya letra no quisiera privarles. Dice así:
Nadie en el Tercio
sabía
quien era aquel legionario
tan audaz y temerario
que a la Legión se alistó.
Nadie sabía su
historia,
más la Legión suponía
que un gran dolor le mordía
como un lobo, el corazón.
Más si alguno quien
era le preguntaba
con dolor y rudeza le contestaba:
«Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera,
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera».
Cuando más rudo era el
fuego
y la pelea más fiera
defendiendo su Bandera
el legionario avanzó.
Y sin temer al empuje
del enemigo exaltado,
supo morir como un bravo
y la enseña rescató.
Y al regar con su
sangre la tierra ardiente,
murmuró el legionario con voz doliente:
«Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera,
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera».
Cuando, al fin le
recogieron,
entre su pecho encontraron
una carta y un retrato
de una divina mujer.
Y aquella carta decía:
«Si algún día Dios te llama
para mí un puesto reclama
que buscarte pronto iré».
Y en el último beso
que le enviaba
su postrer despedida le consagraba.
Por ir a tu lado a
verte
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte
y su amor fue mi bandera.
Durante
el desfile, y ante tan apasionado himno bélico el público patriótico aplaude,
grita, se desgañita y muestra un entusiasmo contagioso. ¡Ah, se me olvidaba!,
la procesión cuenta con la friolera de 763 nazarenos; además el vínculo
y la tradición legionaria se remontan a principio del pasado siglo pasado, 1928
y la primera guardia se celebró en 1931. Es decir; búsqueda de la
protección del Cristo en la sangrienta, inhumana, colonialista y bárbara Guerra
de África.
Bueno,
hasta aquí la introducción y el resumen somero del asunto. Ahora, llegan las
preguntas. Que yo sepa todas las fuerzas militares que participan forman parte
del Ejército Español, un Ejército que pagamos y sostenemos todos los ciudadanos
con nuestros impuestos, independientemente de nuestro credo, confesión o
creencias libres que constitucionalmente nos asisten. Me parece, imperiosamente
necesario, un respeto por la laicidad del Estado, la separación clara y
precisa de las Instituciones de todos, sin confusión posible, en relación a una
confesión concreta, sea ésta cuál fuere. En este, como en muchos otros
casos y cuestiones, la laicidad del Estado se la saltan a la “torera”
nuestros responsables políticos. No se trata de prohibir ninguna manifestación
religiosa, se trata de aclarar el carácter privado, concreto, la participación
individual y colectiva de unos ciudadanos, a título de una Confesión Religiosa;
en este caso la católica. Se imaginan a la Legión, o al Ejército español en
otras fiestas religiosas; por ejemplo: el Yom Kippur, la Fiesta del Cordero o
del Sacrificio (Eid al-Adha), Ramadán, etcétera.
Dicho
esto, que es el núcleo de la cuestión, sólo dos apostillas de ateo
irredento. Cómo casa una fiesta de Reconciliación, Penitencia, Paz y
Resurrección (Pascua) mezclada con ritos castrenses, guerreros y obsoletos;
armas, desfiles, uniformes militares, cruentos antecedentes de guerras
coloniales, y cabra, bueno esto último lo doy por supuesto, no tengo
evidencia fehaciente de que participe el animalito en el recorrido penitencial.
No
soy yo quien para decirle a los católicos lo que deben plantearse, pero
a mí me parece que deberían hacérselo mirar. Puestos a preguntar, yo
dirigiría una pregunta inocente a los clérigos y seglares de la Iglesia
Católica: morir salvajemente ejecutado en un instrumento de tortura-
crucifixión -, ¿puede considerarse una Buena Muerte? O más bien se trata, de
una ejecución extrajudicial- Poncio Pilatos se lavó las manos, creo recordar-
llevada a cabo por una turba salvaje y fanática; ¡no lo olvidemos también
religiosa!, ante la vigilancia de un poder Imperial y Colonial, absolutamente
represivo y cruel. En mi humilde opinión Cristo es una víctima, un preso de
conciencia, un opositor pacífico y político, que merece Memoria Histórica;
además de Verdad, Justicia y Reparación.
Después
lo del himno legionario: “El novio de la muerte”. Vamos a ver, ¿en
un acto religioso y penitencial se puede entonar un epinicio más sórdido,
embrutecido, belicoso, bárbaro y de un gusto algo más que discutible? El amor
cristiano se “religa” a la muerte; pero puede ser alguien, o considerarse
seriamente, novio de la parca, sin tener algún tipo de desequilibrio al menos
de la personalidad. Lean, lean la letra del cántico castrense, no tiene desperdicio.
¡Santo Dios!, ¡la defunción como leal compañera! Hala, ¡viva la muerte!
Gritad conmigo: ¡Viva la vida!, ¡viva la
inteligencia!, ¡viva una España laica y progresista!; ¡muera la muerte!
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