MUROS MÁS ALTOS PARA LA EUROPA
FORTALEZA
CONTEXTO
Frontera.
/ La boca del logo
Por un estrechísimo
margen de votos, el Parlamento Europeo acaba de aprobar el paquete normativo
pomposamente denominado Sistema Europeo Común de Asilo: nueve actos legislativos
destinados a cambiar y unificar las normas básicas sobre acogida de migrantes y
refugiados.
La Unión Europea hace tiempo que renunció a la transparencia y funciona como una máquina burda de propaganda, así que una vez más ha acompañado esta decisión de un sinfín de declaraciones vacías y elogios sonrojantes destinados a maquillar sus actos e impedir el control democrático de los mismos. La mayoría de los medios de comunicación han informado de este acuerdo incidiendo en cuestiones estratégicas como el mecanismo de reparto de cuotas de asilo entre todos los países de la Unión (que todos reconocen llamado al fracaso), la externalización de fronteras pagando a países como Turquía, Egipto, Libia o Marruecos para que frenen la inmigración antes de salir y el reforzamiento del cuerpo paramilitar europeo de control de las fronteras, el tristemente célebre Frontex.
Sin embargo, la
realidad del texto es mucho más grave. Así lo advierten las oenegés más
prestigiosas, los juristas especializados y cualquiera que acceda directamente
al texto.
El pacto no es, ni
mucho menos, el acuerdo a largo plazo que necesita Europa para abordar el
fenómeno de la migración y de la inevitable llegada de personas de distintos
orígenes. Con cortedad de miras, yerra tanto en el diagnóstico como en la
solución. Respecto al primero, todo el pacto se sustenta en un postulado que no
hace más que reforzar la xenofobia: la asunción de que la llegada de gente de
fuera es, antes que nada, una amenaza. Frente a ella se opta por endurecer las
condiciones de acceso a los extranjeros a costa de reducir sus derechos
humanos. Se aumenta la represión una vez más contra quienes intentan llegar a
nuestro continente. Y se hace sabiendo que así no se evitan las llegadas sino
que simplemente se aumenta el sufrimiento de los migrantes.
Las nuevas leyes
incluyen multitud de medidas que desprecian la dignidad de las personas. Se
generaliza el reconocimiento facial y el almacenamiento masivo de datos
personales de los migrantes de más de seis años de edad, se permite la
detención de cualquier sospechoso de haber entrado ilegalmente, se normalizan
las devoluciones en caliente pese a los problemas que esta práctica presenta…
En general, el pacto es además una amenaza contra el deber de protección internacional
de las personas amenazadas o perseguidas. Incluye nuevos plazos para facilitar
el rechazo de las demandas de asilo, que se conseguirá –entre otras cosas–
mediante medidas como la denegación de solicitudes de asilo en razón del país
de origen del demandante, sin analizar las circunstancias concretas de cada
refugiado. Esta idea sádica, colonialista y racista, pensada sobre todo para
evitar que los palestinos puedan llegar a Europa como asilados, supone de facto
arrebatar los derechos humanos individuales más básicos a las personas nacidas
en países y regiones que no sean del gusto de la UE.
Frente a ese
despliegue represor, el pacto migratorio no incluye ningún mecanismo de
migración legal y segura que canalice y facilite los inevitables flujos migratorios.
Europa vive en plena fiebre belicista, y el apoyo suicida a Israel y Estados
Unidos en el genocidio y la limpieza étnica de Gaza se completa ahora con esta
contrarreforma vergonzosa, marcada por el desprecio a la vida humana y los
derechos, que ni siquiera aborda cuestiones como la limitación de la violencia
en las fronteras o los sistemas públicos de rescate en el mar.
Por supuesto,
tampoco se exige a los países externos a los que se sobornará para contener a
los migrantes en sus costas un mínimo respeto a los derechos humanos todavía
vigentes en Europa –aunque ese respeto empieza a flaquear en algunos países,
como acabamos de ver en Alemania–.
La creciente
deshumanización de la Unión Europea y la iniquidad moral de sus principales
líderes nacionales y comunitarios, tan sumisos a la OTAN como cobardes ante el
ascenso de las fuerzas de extrema derecha, recuerda mucho a los años treinta
del siglo XX, y augura un futuro trágico no solo para el continente sino para
el mundo entero.
La UE ha desperdiciado
la ocasión de legislar reflexionando a largo plazo sobre los retos
demográficos, sobre los movimientos masivos de población que producen las
guerras y la crisis climática, y sobre la convivencia en sociedad de diversas
culturas. Se ha preferido ir a lo fácil: endurecer las fronteras, reducir los
derechos y aumentar la policía; en definitiva, más violencia y más represión.
Aunque todo el mundo sabe que es intentar poner puertas al mar, Europa no da
para más.
En realidad, este
pacto no va a resolver nada: se ha aprobado exclusivamente para tratar de
calmar a una opinión pública europea cada vez más derechizada. Y se hace,
exclusivamente, aumentando el sufrimiento de quienes van a seguir migrando.
Parece, pues, que en esta nueva Europa miserable e intervenida por Washington
que estamos construyendo, la solución para todos los problemas es reducir los
derechos humanos. Nunca la expresión “Europa fortaleza” ha sido tan acertada
como tras la aprobación de este nuevo acuerdo de la vergüenza.
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