¿ESTAMOS ACASO MEJOR QUE
HACE CINCO DÍAS?
JUAN
CARLOS MONEDERO
Un hombre durante una
manifestación en apoyo a Pedro
Sánchez, a 28 de abril de
2024, en Madrid.- EP
Leo una nota de Iván Redondo elogiando a Pedro Sánchez. Imagino que ha sido el consultor estrella el que le ha propuesto a Sánchez este juego de cinco días del ratón socialista y el gato reaccionario (imaginaciones mías). El problema de la política-espectáculo es que, como le ocurre al baloncesto, es todo muy rápido, muy espectacular y muy efímero. Dice Maquiavelo en El príncipe que los grandes dirigentes hacen cosas con grandeza. Las artes manuales de ganar en el corto plazo al adversario valen para esta política que está llevando a la extrema derecha a mandar otra vez en Europa (Meloni se presenta al Parlamento Europeo, que se va a convertir en el Parlamento fascista que asesinó a Giacomo Matteotti en 1924). Pero me temo que estos gestos audaces no sirven para cambiar el rumbo de un modelo que tiene más que ver con la guerra en Ucrania, el genocidio en Gaza o el poder de las grandes fortunas. Ojalá me equivoque, pero hace falta mucho empuje popular, y solo lo ha habido en Madrid y muy modesto.
Que Pedro Sánchez
se diera cuenta "de pronto" del lawfare ¿es creíble? A una respuesta
negativa ayuda pensar que sabía perfectamente lo que hacía cuando se subió a
ese carro cada vez que iba contra los independentistas vascos o catalanes,
contra todos y cada uno de los dirigentes de Podemos, contra las víctimas de la
ley mordaza o cuantas víctimas de estos modos fascistas blandos ha habido estos
años en nuestra demediada democracia. Y también porque una parte del lawfare,
la mediática, ya la sufrió –y se quejó de ella con Évole– cuando le echaron de
la Secretaría General del PSOE. Es un profesional de la política y sabe de qué
va el percal. Algunos piensan que la izquierda tiene una oportunidad de
recuperar la agenda olvidada desde que salió Podemos del Gobierno, pero yo lo
que veo en las encuestas es que la izquierda del PSOE está a punto de desaparecer.
Yo estaba
convencido de que Sánchez iba a dimitir. Quizá ingenuamente pensando que la
izquierda no puede conquistar el corazón del pueblo con tretas. No montas este
show para que no pase luego nada. La sacudida que necesita la
"democracia" española reclamaba un shock. La capacidad disruptiva
estaba en la dimisión, no en la continuidad. Poner a España en vigilia cinco
días, amenazar con dimitir, desaparecer del mundanal ruido como si fuera un
opositor en el último examen, no se zanja sin más con una insulsa rueda de
prensa donde no se anuncia absolutamente nada. La rueda de prensa ha convertido
el lawfare, sobre todo, en un tema personal, y así no va a ayudar a esa
convulsión democrática pendiente.
Los socios de
Sumar, igual que Podemos, están reclamando a Sánchez medidas urgentes como la
conclusión lógica de la permanencia del presidente: renovación –vía ley– del
Consejo General del Poder Judicial, derogación de la ley mordaza, nuevas reglas
de acceso a la judicatura, control de las mentiras y bulos en los medios,
reconocimiento de Israel, enfrentar con contundencia los problemas de
vivienda... Todas las leyes que celebró el mundo de la cultura en la sede de
CCOO este domingo pasado, eran exigencias de Unidas Podemos a las cuales,
invariablemente, dijo que no el PSOE, por lo general en boca de Nadia Calviño.
La "cabezonería" de Podemos sacó adelante esas medidas. Pero Pedro
Sánchez ya no necesita a su izquierda para gobernar. ¿O la izquierda va ahora,
después de este drama griego, a hacer descarrillar el gobierno allí donde ha
fracasado la derecha? Izquierda Unida está repitiendo el error que cometió
Gaspar Llamazares de subordinarse al PSOE (y lo sé de primera mano porque fue
imposible convencerle de que no lo hiciera. La capacidad del PSOE de disciplinar
a la izquierda española es proverbial). No me extraña nada el dato demoledor
del CIS de estos cinco días del cóndor: Sumar pierde el 36% de sus votos y más
de la mitad de esos apoyos se va al PSOE. Podemos también recibe su zarpazo y
pierde medio punto.
Pedro Sánchez ha
hecho una apuesta eminentemente personal, que ha disciplinado a su partido –ya
nadie vuelve a toserle–, ha segado la hierba bajo los pies a Sumar y dificulta
enormemente el crecimiento de Podemos. Por ahí, misión cumplida. Por el respeto
a su dolor expresado –comprensible, aunque ahora es momento de crear una
oficina independiente que deje claro a qué pueden dedicarse y a qué no los
familiares de los miembros del Gobierno– y por el miedo ante un gobierno del PP
y Vox, muchas personas hemos actuado como si le creyéramos. En esa
confrontación con el poder, la épica de la dimisión le daba fuerzas para luchar
contra los gigantes. ¿Lo hará ahora como presidente del Gobierno? Estos giros
los hizo Felipe González y en verdad encandiló a media España. También la
desindustrializó, la vendió a Alemania y Francia, la convirtió en una enorme
taberna y ocupó a los GAL. ¿Va en verdad a luchar Pedro Sánchez contra el
lawfare? ¿Va a enfrenarse a los jueces y, por tanto, a su majestad Felipe VI?
¿Va a dar un giro político en lo nacional y lo internacional dependiendo en el
Gobierno de Junts y del PNV? También se lo dijo en su día a Évole y luego hizo
todo lo posible para gobernar con Ciudadanos, con el PP o en solitario con tal
de no meter a la izquierda en el Ejecutivo.
Si todo este teatro
–en el mejor sentido de la palabra– que ha protagonizado Sánchez, se le vuelve
en contra -y no es muy complicado que le pase–, la política española habrá dado
una vuelta de tuerca más en su cinismo. La derecha y la extrema derecha lo
tendrán mucho más fácil. Entonces sí, el ciclo del 15M estará acabado
políticamente y España entrará en una noche dolorosa. Volverá, desde las
calles, a acumular fuerzas y con toda seguridad volveremos a encontrar cómo
defender los derechos de las mayorías, pero todos tendremos que pensar cómo es
que perdimos la oportunidad de nuestra vida para recuperar para la democracia
el medio siglo que nos robó el siglo XX.
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