LA FLOTILLA DE LA LIBERTAD
JUAN
TORTOSA
Jaume Asens y Ada
Colau junto con otros miembros de la delegación catalana que se suma a la
Flotilla de la Libertad. David Zorrakino / Europa Press
Ayer domingo tenía previsto zarpar rumbo a Gaza desde el puerto de Tuzla, Estambul, la llamada Flotilla de la Libertad. No es un acontecimiento cualquiera, porque no se trata solo de entregar a los palestinos una ayuda que necesitan con urgencia para que el hambre y la enfermedades no acaben duplicando, o triplicando, el escandaloso número de víctimas de la guerra. Se trata también de gritar contra una tropelía insoportable, de denunciarla desde los cuatro puntos cardinales, de dejar en evidencia la hipócrita y escasa ayuda dispensada hasta ahora por los mismos países que envían armas al agresor y le niegan el pan y la sal al agredido en los foros internacionales.
También se quiere contribuir con esta iniciativa a que
el genocidio del que es víctima la población palestina a manos del gobierno
israelí obtenga mayor visibilidad. Tras varios días de navegación la Flotilla
de la Libertad, en la que participan centenares de observadores
internacionales, hará todo lo posible para que 5.500 toneladas de ayuda
humanitaria, sanitaria y alimentaria lleguen como sea, nunca mejor dicho, a
buen puerto. Que todos los accesos a Gaza los controle Israel no les dis
uade; están
dispuestos a asumir el peligro que conlleva. El gobierno turco, según me cuenta
mi amigo Manuel García Morales, miembro de la expedición, ha sufrido fuertes
presiones de EEUU y de Israel para que dificulte los trabajos.
García Morales, que
cada año encabeza la marcha entre Málaga y Almería en homenaje a La Desbandá de
1937, y que estos días se encuentra entre quienes se proponen llegar a Gaza,
sostiene que tanto los estadounidenses como los israelíes no solo quieren
impedir que la flotilla cumpla sus objetivos, sino que además hacen todo lo
posible para que la existencia de esta misión apenas cuente con repercusión
informativa.
La Flotilla de la
Libertad está compuesta por un carguero de 4.700 toneladas, un ferry de 120
metros y un buque de pasajeros. Antes de ponerse en camino los voluntarios que
la componen, procedentes de 35 países entre los que se encuentra el nuestro,
junto a Turquía, Canadá, Nueva Zelanda, Malasia, Noruega, Suecia o Estados
Unidos, han sido debidamente instruidos durante el pasado fin de semana. Hasta
un cursillo de resistencia pacífica han recibido.
Ann Wright, militar retirada con grado de coronel del
ejército estadounidense y diplomática, es una de las que lleva allí la voz
cantante. Como le ocurriera a Saulo cuando se cayó del caballo, Wright es a día
de hoy una comprometida activista que informa a sus compañeras y compañeros de
viaje sobre los riesgos de la misión, incluida la posibilidad de acabar
detenidos. Tiene 77 años y desde hace quince dedica su vida a participar en
expediciones como la que ahora se propone llegar a Gaza, así que conoce bien el
riesgo que entrañan acciones como esta.
Ya en mayo de 2010,
una flotilla de seis embarcaciones que transportaba diez mil toneladas de ayuda
humanitaria a Gaza, y en la que viajaban 633 personas de 37 países distintos,
fue atacada por Israel. Murieron diez de ellas y más de 30 resultaron heridas.
En 2012, durante otra misión parecida, el ex diputado valenciano por IU Ricardo
Sixto fue detenido por las autoridades israelíes y devuelto inmediatamente a
España sin contemplaciones.
En la expedición
que ayer salía de Estambul figuran políticos españoles como Martina Velarde,
Nicolás Sguiglia, Ada Colau o Jaume Asens. Según mi amigo García Morales, a
quien enerva el poco interés y la escasa difusión que asuntos de esta
naturaleza suelen tener en los medios españoles, la presencia esta vez de
nombres propios conocidos cree que puede contribuir a romper el cerco y a que
el viaje de la flotilla adquiera así una mayor repercusión.
Aún así, mucho me
temo que no existirá demasiado reflejo de esta expedición en los medios a menos
que ocurra algún contratiempo, cosa que por supuesto no deseamos en absoluto. En
fin, así es como somos y, salvo excepciones, el asunto parece que tiene poco
remedio. Este diario publicó hace unos días una entrevista de mi compañero
Santiago F. Reviejo a Martina Velarde en la que la diputada de Podemos
reivindica la obligación que Israel tiene de acatar la sentencia que la Corte
Internacional de Justicia hizo pública el pasado 28 de marzo. En ella se exige
a las fuerzas israelíes no «impedir, mediante ninguna acción, la entrega de una
ayuda humanitaria que se necesita con urgencia» en Gaza para una población
palestina cada día mas machacada. Veremos.
A juzgar por lo que
vamos conociendo a diario, parece complicado que Israel se plantee atender
admoniciones de ese tipo. También resulta difícil, no nos engañemos, creerse
que el Estado español vaya a reconocer en breve al palestino. Nada me gustaría
más que equivocarme y tener que recoger velas. La diputada Velarde, por su
parte, se muestra escéptica sobre el asunto en la entrevista de Público;
además, deja constancia de que en el caso de que el reconocimiento tuviera
lugar, eso nunca sería suficiente: es necesario romper relaciones con Israel,
dejar de enviar armas... Un poco ciencia ficción teniendo en cuenta la cera que
arde, ¿verdad? Uf!
¿Llegará a su
destino la Flotilla de la Libertad? ¿Será capaz Israel de atacarla? Si le corta
el paso, ¿cómo lo hará? Tras varios días de navegación bordeando la costa turca
y una vez rebasado Chipre, vamos a ver qué ocurre. Si la ayuda humanitaria
llegara hasta Gaza sin apenas repercusión informativa, igual podría
considerarse incluso una buena noticia, dado que las buenas noticias, como bien
sabemos en el oficio, en pocas ocasiones se publican. Las personas que componen
la comitiva, como los gazatíes a quienes va destinada la ayuda que transportan,
merecen la mejor de las suertes. Suerte pues en vuestro empeño, amigas y
amigos, que todo vaya lo mejor posible. Y en cuanto a ti querido amigo Manolo
García, aquí andamos esperando ya tu regreso para celebrar el éxito de la
expedición y darte el abrazo que te mereces.
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