JOVENLANDIA” Y LA PROPAGANDA RACISTA
EN LAS REDES SOCIALES
La extrema derecha saca rédito de memes con
una gran carga ideológica de odio, muchas usuarias y creadoras de contenido
contribuyen a su propagación de forma inintencionada
DIEGO
DELGADO
Manifestación del grupo neonazi Bastión
Frontal frente a la embajada
marroquí de Madrid, el 19 de mayo de 2021.
IlloJuan y elBokerón, dos de los streamers españoles más reconocidos, están jugando en directo a un videojuego de supervivencia cuando, al encontrar un objeto que mejora los atributos defensivos de su personaje, uno de ellos bromea: “Ese chaleco antipuñaladas es perfecto para ir a Barcelona”. Ambos, alejados todo lo que pueden de posicionamientos políticos públicos, tampoco han hecho nunca un gran esfuerzo por ocultar su inclinación progresista. Sin embargo, acaban de reproducir ante decenas de miles de espectadores uno de los últimos dog whistle racistas de la extrema derecha.
Dog whistle
significa, literalmente, “silbato para perros”, y en comunicación política se
utiliza para explicar un mecanismo fundamental a la hora de entender las
estrategias online de la extrema derecha. Integrados en la conversación pública
–casi siempre bajo una pátina de humor–, y sin señales visibles que alerten
sobre su contenido altamente ideologizado, estos dog whistle son mensajes o
eslóganes que refuerzan y expanden de forma velada ciertos argumentos, a la vez
que actúan como una suerte de ganchos discursivos que van atrayendo hacia las
burbujas conversacionales de los nuevos fascismos a personas que, al menos a
priori, no estaban buscando adentrarse en la idiosincrasia de un movimiento
antidemocrático.
El ejemplo más
evidente de esto –quizá incluso demasiado evidente para ser un dog whistle– es
la expresión “que te vote Txapote”. Aunque en este caso el intento de ocultar
el trasfondo ideológico no fue un éxito, sí lo fue su popularización. Utilizada
en algunos casos como una simple consigna pegadiza, este eslogan ultra se
convirtió en un cántico recurrente en contextos festivos de todo tipo. Si bien
es innegable que había personas conscientes de ello, y conformes con la
instrumentalización del terrorismo de ETA y su vinculación falaz con Pedro
Sánchez y la izquierda cuando coreaban la frase, otras muchas simplemente se
unieron al meme. Exactamente igual que creían estar haciendo los dos creadores
de contenido malagueños con su chiste sobre el chaleco antipuñaladas, sin más
intencionalidad que hacer humor con el manido aumento de la criminalidad en
Barcelona.
La ideología del
odio detrás del meme
Se pueden
distinguir dos niveles en el funcionamiento de este dog whistle, diferenciables
en términos de profundidad ideológica. El primero, más superficial, se reduce a
presentar Barcelona –fundamentalmente, aunque existen variables– como poco
menos que la capital mundial del delito. Es muy fácil escuchar o leer alusiones
a la ciudad Condal en redes sociales acompañadas de una mención a robos,
puñaladas, etc. Estas pueden quedarse ahí, como el ejemplo con el que arranca
esta pieza, o introducirse en el segundo nivel: asociar esta supuesta
inseguridad con un perfil muy concreto: hombre joven racializado, en la
práctica totalidad de los casos de origen magrebí.
El periodista de
RTVE Juan Carlos Rivero dio una muestra de ese segundo nivel en diciembre de
2022, durante la celebración del Mundial de fútbol de Catar. Marruecos se
enfrentaba a Portugal y el narrador quiso aclarar, de forma, como mínimo,
innecesaria, un comentario de uno de sus compañeros: “[Los futbolistas marroquíes]
roban y salen corriendo, que es un término estrictamente futbolístico”, dijo en
pleno directo. X (entonces Twitter) se llenó de comentarios y bromas –también
estrictamente– racistas, en una reacción desmesurada que demostraba el clima de
odio latente hacia los migrantes del norte de África que ha propiciado el
triunfo del dog whistle en cuestión.
Más de un año
antes, el creador de contenido Jordi Wild ya andaba generando el caldo de
cultivo perfecto para todo esto que ha ido construyéndose después. “Algo está
pasando en Barcelona. Cada dos por tres: ‘Apuñalamiento en no sé dónde, víctima
mortal…’. Aquí tenemos que ser realistas: está llegando una inmigración que
está causando problemas. Yo, en los vídeos que he visto, todos tenían pinta de
marroquís o tal, tal, tal (sic). ¿Quién va con puñales y con machetes por la
calle?”, sentenciaba en su podcast, ya en aquel momento uno de los más
escuchados a nivel nacional y faro ideológico para muchísimos chavales y
chavalas de edades muy tempranas.
“Jovenlandia”
De un tiempo a esta
parte se ha popularizado en el entorno online el término “Jovenlandia”, que
alude a un país imaginario en el que viven jóvenes racializados –de nuevo,
fundamentalmente magrebíes– en cuya naturaleza –en cuanto que racializados, y
en cuanto que magrebíes– están el delito y la agresión. La tendencia surge como
reacción a la paulatina reducción de titulares de prensa en los que
sistemáticamente se especificaba la nacionalidad de las personas extranjeras
cuando estas cometían un delito. Muestras claras de racismo mediático que, tras
muchas denuncias, parecen ir moderándose. Sin embargo, tenían un amplio público
dentro de la conocida como fachosfera digital que, huérfana de odio
sensacionalista, ha acuñado el término “Jovenlandia” en referencia a la
inclinación de las cabeceras de prensa a corregir la mención de la nacionalidad
con la expresión “un joven”.
Los medios de
comunicación “no cuentan el origen real de casos de robo con violencia o
violaciones”. “De manera habitual”, estos “no informan del origen de la
delincuencia”; “hablan de la nacionalidad cuando el delincuente es español,
pero cuando no lo es nos ocultan ese origen”. Quien pronuncia este discurso
racista es Manuel Mariscal, diputado de Vox por Toledo, que se refirió en el
Congreso al término “jovenlandés” como un concepto que pretende ayudar a
“entender las causas del aumento de la inseguridad que se vive en España”. El
meme salta a las instituciones del Estado, amplía su localización a todo el
país y vincula un supuesto problema, de forma directa, con la nacionalidad
–extranjera– de los delincuentes. Es decir, no era solo un meme.
Jorge Buxadé,
eurodiputado por Vox y uno de los líderes del ala más ultrarreaccionaria del
partido –del que fue vicepresidente hasta enero de 2024–, también ha echado
mano de “Jovenlandia” en sus redes sociales últimamente. En su caso, la
identificación entre criminalidad y origen magrebí es aún más explícita e
inequívoca, hasta el punto de haber compartido un vídeo, de procedencia
desconocida, en el que varios hombres racializados le explican a uno blanco por
qué les parece aceptable violar a mujeres. “Jovenlandia. Sin palabras. Esto es
lo que importamos para ser ‘diversos’”, tuitea junto al vídeo. El influencer de
ultraderecha David Santos no ha querido quedarse atrás, y en su perfil de
Instagram puede encontrarse una publicación con la descripción “Un sujeto de
Jovenlandia va golpeando mujeres en el Metro de Barcelona”.
Incluso la RAE ha
contribuido a esta campaña de odio racista con un tuit en el que compra, sin
demasiado disimulo, la propuesta ultra de que los medios de comunicación
“obvian” la nacionalidad de los delincuentes extranjeros.
La potencia de
estos mecanismos del ‘silbato para perros’ se encuentra en su vocación de
transversalidad. Del meme de la delincuencia en Barcelona al concepto de
“Jovenlandia” hay apenas un paso en términos discursivos, pero este conlleva un
enorme recorrido en lo ideológico. Así, dos streamers de videojuegos alejados
de las cámaras de eco ultras, un comentarista deportivo de la televisión
pública y el conductor de un podcast con una tendencia clara hacia lo
reaccionario pueden estar participando de un mismo dog whistle del que luego
sacará rédito la extrema derecha.
Los jovenlandeses
son hombres españoles de ultraderecha
La realidad que
muestra el Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior es que los
delitos cometidos en la ciudad de Barcelona en 2022 experimentaron una
reducción del 20% con respecto a 2019, año que se toma como referencia
comparativa para evitar las distorsiones provocadas por las restricciones
pandémicas en 2020 y 2021. Madrid y Bilbao quedaron bastante lejos, aunque
también mejoraron sus cifras (-9,6% y -8,7%, respectivamente), mientras que
Valencia sufrió un incremento del 21%. Si bien los datos de 2023 empeoran, con
un 10,2% más de criminalidad en Barcelona que el año anterior, los números
siguen notablemente por debajo de los que había en 2019: 200.225 infracciones
penales frente a las 166.710 de 2023. Es decir, la supuesta oleada de criminalidad
en Barcelona es falsa.
Con esta falacia
como base, todo el argumentario que se ha construido alrededor de la idea de
que los medios de comunicación evitan mencionar la nacionalidad de los
delincuentes para ocultar “el origen real” de la criminalidad es, simplemente,
propaganda racista. Y tiene consecuencias: según un informe publicado por el
Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, las acusaciones por
delitos de odio en el periodo 2018-2022 recayeron sobre ciudadanos españoles en
un 79,9% de los casos, mientras que las víctimas de nacionalidad extranjera
representaron un 83,3% del total.
El estudio hace una
diferenciación específica para aquellas personas cuya agresión discriminatoria
estuviese motivada por su pertenencia a un grupo o colectivo concreto, y dentro
de este apartado, los acusados pertenecían mayoritariamente a grupos de extrema
derecha (54,3%). De la misma manera, se han señalado también los perfiles de
aquellas víctimas que formaban parte de algún colectivo, principalmente
identificadas como “minorías étnicas, religiosas o colectivos vulnerables”
(56,1%) o “extranjeros” (33,8%).
De existir
“Jovenlandia”, estaría poblada por hombres españoles de extrema derecha que
agreden a personas racializadas.
jovenlandeses saquean valencia
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