viernes, 19 de abril de 2024

JOVENLANDIA” Y LA PROPAGANDA RACISTA EN LAS REDES SOCIALES

JOVENLANDIA” Y LA PROPAGANDA RACISTA 

EN LAS REDES SOCIALES

La extrema derecha saca rédito de memes con una gran carga ideológica de odio, muchas usuarias y creadoras de contenido contribuyen a su propagación de forma inintencionada

DIEGO DELGADO

Manifestación del grupo neonazi Bastión Frontal frente a la embajada

marroquí de Madrid, el 19 de mayo de 2021.

IlloJuan y elBokerón, dos de los streamers españoles más reconocidos, están jugando en directo a un videojuego de supervivencia cuando, al encontrar un objeto que mejora los atributos defensivos de su personaje, uno de ellos bromea: “Ese chaleco antipuñaladas es perfecto para ir a Barcelona”. Ambos, alejados todo lo que pueden de posicionamientos políticos públicos, tampoco han hecho nunca un gran esfuerzo por ocultar su inclinación progresista. Sin embargo, acaban de reproducir ante decenas de miles de espectadores uno de los últimos dog whistle racistas de la extrema derecha.

 

Dog whistle significa, literalmente, “silbato para perros”, y en comunicación política se utiliza para explicar un mecanismo fundamental a la hora de entender las estrategias online de la extrema derecha. Integrados en la conversación pública –casi siempre bajo una pátina de humor–, y sin señales visibles que alerten sobre su contenido altamente ideologizado, estos dog whistle son mensajes o eslóganes que refuerzan y expanden de forma velada ciertos argumentos, a la vez que actúan como una suerte de ganchos discursivos que van atrayendo hacia las burbujas conversacionales de los nuevos fascismos a personas que, al menos a priori, no estaban buscando adentrarse en la idiosincrasia de un movimiento antidemocrático.

 

El ejemplo más evidente de esto –quizá incluso demasiado evidente para ser un dog whistle– es la expresión “que te vote Txapote”. Aunque en este caso el intento de ocultar el trasfondo ideológico no fue un éxito, sí lo fue su popularización. Utilizada en algunos casos como una simple consigna pegadiza, este eslogan ultra se convirtió en un cántico recurrente en contextos festivos de todo tipo. Si bien es innegable que había personas conscientes de ello, y conformes con la instrumentalización del terrorismo de ETA y su vinculación falaz con Pedro Sánchez y la izquierda cuando coreaban la frase, otras muchas simplemente se unieron al meme. Exactamente igual que creían estar haciendo los dos creadores de contenido malagueños con su chiste sobre el chaleco antipuñaladas, sin más intencionalidad que hacer humor con el manido aumento de la criminalidad en Barcelona.

 

La ideología del odio detrás del meme

 

Se pueden distinguir dos niveles en el funcionamiento de este dog whistle, diferenciables en términos de profundidad ideológica. El primero, más superficial, se reduce a presentar Barcelona –fundamentalmente, aunque existen variables– como poco menos que la capital mundial del delito. Es muy fácil escuchar o leer alusiones a la ciudad Condal en redes sociales acompañadas de una mención a robos, puñaladas, etc. Estas pueden quedarse ahí, como el ejemplo con el que arranca esta pieza, o introducirse en el segundo nivel: asociar esta supuesta inseguridad con un perfil muy concreto: hombre joven racializado, en la práctica totalidad de los casos de origen magrebí.

 

El periodista de RTVE Juan Carlos Rivero dio una muestra de ese segundo nivel en diciembre de 2022, durante la celebración del Mundial de fútbol de Catar. Marruecos se enfrentaba a Portugal y el narrador quiso aclarar, de forma, como mínimo, innecesaria, un comentario de uno de sus compañeros: “[Los futbolistas marroquíes] roban y salen corriendo, que es un término estrictamente futbolístico”, dijo en pleno directo. X (entonces Twitter) se llenó de comentarios y bromas –también estrictamente– racistas, en una reacción desmesurada que demostraba el clima de odio latente hacia los migrantes del norte de África que ha propiciado el triunfo del dog whistle en cuestión.

 

Más de un año antes, el creador de contenido Jordi Wild ya andaba generando el caldo de cultivo perfecto para todo esto que ha ido construyéndose después. “Algo está pasando en Barcelona. Cada dos por tres: ‘Apuñalamiento en no sé dónde, víctima mortal…’. Aquí tenemos que ser realistas: está llegando una inmigración que está causando problemas. Yo, en los vídeos que he visto, todos tenían pinta de marroquís o tal, tal, tal (sic). ¿Quién va con puñales y con machetes por la calle?”, sentenciaba en su podcast, ya en aquel momento uno de los más escuchados a nivel nacional y faro ideológico para muchísimos chavales y chavalas de edades muy tempranas.

 

“Jovenlandia”

 

De un tiempo a esta parte se ha popularizado en el entorno online el término “Jovenlandia”, que alude a un país imaginario en el que viven jóvenes racializados –de nuevo, fundamentalmente magrebíes– en cuya naturaleza –en cuanto que racializados, y en cuanto que magrebíes– están el delito y la agresión. La tendencia surge como reacción a la paulatina reducción de titulares de prensa en los que sistemáticamente se especificaba la nacionalidad de las personas extranjeras cuando estas cometían un delito. Muestras claras de racismo mediático que, tras muchas denuncias, parecen ir moderándose. Sin embargo, tenían un amplio público dentro de la conocida como fachosfera digital que, huérfana de odio sensacionalista, ha acuñado el término “Jovenlandia” en referencia a la inclinación de las cabeceras de prensa a corregir la mención de la nacionalidad con la expresión “un joven”.

 

Los medios de comunicación “no cuentan el origen real de casos de robo con violencia o violaciones”. “De manera habitual”, estos “no informan del origen de la delincuencia”; “hablan de la nacionalidad cuando el delincuente es español, pero cuando no lo es nos ocultan ese origen”. Quien pronuncia este discurso racista es Manuel Mariscal, diputado de Vox por Toledo, que se refirió en el Congreso al término “jovenlandés” como un concepto que pretende ayudar a “entender las causas del aumento de la inseguridad que se vive en España”. El meme salta a las instituciones del Estado, amplía su localización a todo el país y vincula un supuesto problema, de forma directa, con la nacionalidad –extranjera– de los delincuentes. Es decir, no era solo un meme.

 

Jorge Buxadé, eurodiputado por Vox y uno de los líderes del ala más ultrarreaccionaria del partido –del que fue vicepresidente hasta enero de 2024–, también ha echado mano de “Jovenlandia” en sus redes sociales últimamente. En su caso, la identificación entre criminalidad y origen magrebí es aún más explícita e inequívoca, hasta el punto de haber compartido un vídeo, de procedencia desconocida, en el que varios hombres racializados le explican a uno blanco por qué les parece aceptable violar a mujeres. “Jovenlandia. Sin palabras. Esto es lo que importamos para ser ‘diversos’”, tuitea junto al vídeo. El influencer de ultraderecha David Santos no ha querido quedarse atrás, y en su perfil de Instagram puede encontrarse una publicación con la descripción “Un sujeto de Jovenlandia va golpeando mujeres en el Metro de Barcelona”.

 

Incluso la RAE ha contribuido a esta campaña de odio racista con un tuit en el que compra, sin demasiado disimulo, la propuesta ultra de que los medios de comunicación “obvian” la nacionalidad de los delincuentes extranjeros.

 

La potencia de estos mecanismos del ‘silbato para perros’ se encuentra en su vocación de transversalidad. Del meme de la delincuencia en Barcelona al concepto de “Jovenlandia” hay apenas un paso en términos discursivos, pero este conlleva un enorme recorrido en lo ideológico. Así, dos streamers de videojuegos alejados de las cámaras de eco ultras, un comentarista deportivo de la televisión pública y el conductor de un podcast con una tendencia clara hacia lo reaccionario pueden estar participando de un mismo dog whistle del que luego sacará rédito la extrema derecha.

 

Los jovenlandeses son hombres españoles de ultraderecha

 

La realidad que muestra el Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior es que los delitos cometidos en la ciudad de Barcelona en 2022 experimentaron una reducción del 20% con respecto a 2019, año que se toma como referencia comparativa para evitar las distorsiones provocadas por las restricciones pandémicas en 2020 y 2021. Madrid y Bilbao quedaron bastante lejos, aunque también mejoraron sus cifras (-9,6% y -8,7%, respectivamente), mientras que Valencia sufrió un incremento del 21%. Si bien los datos de 2023 empeoran, con un 10,2% más de criminalidad en Barcelona que el año anterior, los números siguen notablemente por debajo de los que había en 2019: 200.225 infracciones penales frente a las 166.710 de 2023. Es decir, la supuesta oleada de criminalidad en Barcelona es falsa.

 

Con esta falacia como base, todo el argumentario que se ha construido alrededor de la idea de que los medios de comunicación evitan mencionar la nacionalidad de los delincuentes para ocultar “el origen real” de la criminalidad es, simplemente, propaganda racista. Y tiene consecuencias: según un informe publicado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, las acusaciones por delitos de odio en el periodo 2018-2022 recayeron sobre ciudadanos españoles en un 79,9% de los casos, mientras que las víctimas de nacionalidad extranjera representaron un 83,3% del total.

 

El estudio hace una diferenciación específica para aquellas personas cuya agresión discriminatoria estuviese motivada por su pertenencia a un grupo o colectivo concreto, y dentro de este apartado, los acusados pertenecían mayoritariamente a grupos de extrema derecha (54,3%). De la misma manera, se han señalado también los perfiles de aquellas víctimas que formaban parte de algún colectivo, principalmente identificadas como “minorías étnicas, religiosas o colectivos vulnerables” (56,1%) o “extranjeros” (33,8%).

 

De existir “Jovenlandia”, estaría poblada por hombres españoles de extrema derecha que agreden a personas racializadas.

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