EL ECUMENISMO DEL ODIO Y LOS
FALSOS PROFETAS
JUAN
GRABOIS
Para clasificar a
Milei oscilo entre dos categorías, la de falso profeta y la de fundamentalista.
Ambas categorías tienen connotación religiosa, a tono con la retórica del
presidente que no para de utilizar la religión para justificar decisiones
políticas atroces
Para clasificar a Milei oscilo entre dos categorías, la de falso profeta y la de fundamentalista. Ambas categorías tienen connotación religiosa, a tono con la retórica del presidente que no para de utilizar la religión para justificar decisiones políticas atroces. No es un fenómeno nuevo, tiene vastos antecedentes históricos que siempre culminaron en tragedia. En nuestro siglo, resurge con Javier Milei. Milei expresa un proceso que viene desde el norte y se expande por todo el globo.
En un valiente
artículo publicado en 2021 por la Civitta Católica, Fundamentalismo evangélico
e integrismo católico, Antonio Spadaro y Marcelo Figueroa lo describen
notablemente:
“Esta
compenetración entre política, moral y religión asumió un lenguaje maniqueo que
divide la realidad entre el bien absoluto y el mal absoluto. En efecto, después
de que Bush hablara en su momento de un «eje del mal» que hay que enfrentar y
de que, tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, hiciera
referencia a la responsabilidad de «liberar al mundo del mal», Trump dirigió su
lucha contra una entidad colectiva genéricamente amplia, la de los «malos»
(bad) o, también, «muy malos» (very bad). Los tonos utilizados por quienes lo
apoyaron en algunas campañas asumieron connotaciones que podríamos definir como
«épicas».
(…)
En el universo que
amenaza su modo de entender el American way of life se han sucedido, a lo largo
del tiempo, los espíritus modernistas, los derechos de los esclavos negros, los
movimientos hippies, el comunismo, los movimientos feministas, y así, hasta
llegar, en la actualidad, a los inmigrantes y a los musulmanes. Para mantener
el nivel de conflicto, sus exégesis bíblicas se han impulsado cada vez más
hacia lecturas descontextualizadas de los textos del Antiguo Testamento acerca
de la conquista y la defensa de la «tierra prometida», más que guiarse por la
mirada incisiva y llena de amor del Jesús de los Evangelios”.
Lo más llamativo
para los autores era la capacidad de combinar fundamentalismos teológicamente
opuestos en un “ecumenismo del odio”. Así, “basándose en los valores del
fundamentalismo, se está desarrollando una extraña forma de sorprendente
ecumenismo entre fundamentalistas evangélicos y católicos integristas, unidos
por la misma voluntad de una influencia religiosa directa en la dimensión
política«. Podríamos agregar a los supremasistas judíos y los libertinos ateos
en este «ecumenismo del odio» con tendencias “dominionistas” que se preparan
para un “choque final”. Son la otra cara de la moneda frente al terrorismo
islamista que les resulta sospechosamente funcional.
Nótese que no se
habla de católicos, evangélicos, judíos, musulmanes o ateos, sino de
interpretaciones unilaterales y deshumanizantes que en una contradictoria
amalgama de fundamentalismos animan un clima de época que pareciera dirigirnos
a un nuevo oscurantismo maniqueo. Las religiones y las convicciones pueden
encontrarse de otra manera, como promueve Francisco, en el camino de la paz y
la justicia, la diversidad, la inclusión social y la defensa del ambiente.
Es triste para mi
ver que en la patria de Francisco, abogado de los pobres y los pueblos pobres,
una figura de extraordinario “carisma” como Javier Milei se consagre como el
campeón internacional de un eclecticismo ideológico-ideológico que, con
profusas citas bíblicas, diviniza al
mercado como eje exclusivo de rotación de la humanidad y promueve el
pensamiento único como salvación de occidente. Quienes pensamos que la
naturaleza y las personas deben estar en el centro de la política nacional e
internacional, que la pluralidad de pensamiento y la autodeterminación de los
pueblos debe guiar las instituciones, somos considerados “representantes del
mal”.
Con Milei y sus
émulos, no solo “la rebeldía se ha vuelto de derecha” sino que la religión se
volvió un instrumento de poder al servicio de las elites privilegiadas. Las
potencialidades humanas que emergen de la justa indignación frente a la
injusticia y la espiritualidad constitutiva del sentido trascendente de los
pueblos quedan así al servicio de ideología e intereses deshumanizados.
Volvamos a las dos
figuras del inicio de este artículo. En el primero de los casos —el falso
profeta— el personaje simula ser
intérprete de la voluntad de Dios siendo consciente de sus falacias. En el
segundo, —el fundamentalista— el personaje cree fervientemente que tiene una
misión en el mundo: restaurar los fundamentos de los que se desvió una sociedad
corrompida. El primero es un estafador espiritual, el segundo un sectario
delirante. Milei tiene un poco de ambos.
El lunes, Javier
Milei ofreció por cadena nacional un discurso que lo coloca en este espacio
intermedio entre ambos tipos. Entre otras referencias bíblicas detecté las
nociones de “piedra angular”, “mandamiento”, “milagro”, “tierra prometida”,
“fuerzas del cielo”, “justos y pecadores”.
El superávit fiscal
—un mero instrumento macroeconómico que en el caso argentino está en función de
la valorización de corto plazo de los activos financieros— sustituye a Cristo
como “piedra angular”, al amor fraterno como “mandamiento” y a la
multiplicación de los panes como “milagro”.
La “tierra
prometida” a la que el Pueblo —bajo la guía de este nuevo Aaron con quien se
identifica y la protección de sus “fuerzas del cielo” que constituyen sus
acólitos— no es un espacio real para el desarrollo integral de un pueblo sino
un sistema abstract, infalible y tecnocrático, basado en la lógica de la
competencia mercantil, liberada de un egipto esclavista que le impuso las
cadenas de la “aberrante” Justicia
Social.
Milei también habla
de “justos y pecadores”, atribuyéndose la capacidad de juzgar cuál es cuál y
retribuirlos a cada cual según el infalible criterio de la dualidad público vs
privado. Todos los actores del sector privado son justos, incluso héroes,
incluso si fugan divisas o las compran en el mercado ilegal. No exagero. Milei
calificó de héroes a los grandes empresarios que fugaron divisas o evadieron
impuestos. Héroes de la libertad. Libertad de mercado.
Los pecadores son
las personas que reciben cualquier tipo de servicio subvencionado por el
estado, los enfermos que obtienen medicación gratuita en los hospitales, los
estudiantes que obtienen educación gratuita en las universidades, los empleados
públicos o jubilados que cobran del estado sus haberes, los pobres que reciben
algún tipo de asistencia económica y desde luego cualquier militante que se
ponga de su lado. Extraña inversión del principio de las bienaventuranzas.
Debemos estar
atentos frente a estas manipulaciones y tomarlas en serio aunque a veces tenga
ribetes de una ridícula comicidad. Nos toca promover una contranarrativa que
recupere los valores humanistas de todas las religiones y convicciones
políticas que respeten la dignidad de las personas y los pueblos. En esta
discusión que a veces parece teología bizantina hay mucho en juego, mucho más
de lo que a simple vista suponemos.
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