LA COHERENCIA TENÍA UN PRECIO
El marco
mental que ha impuesto la derecha con ETA y el terrorismo continúa dominando la
política en España más de una década después del final de la banda terrorista
ANTÓN
LOSADA
Elecciones
vascas, ETA, Sanidad pública. / Pedripol
Antes de que voten los vascos, las encuestas publicadas situaban por delante a Bildu, en una campaña que parecía estar amortizando mejor que sus rivales del PNV, mientras los socialistas vascos pelean por mantenerse determinantes, el PP sueña con apuntarse el tanto de dejar fuera del parlamento a Vox, y Sumar y Podemos compiten por lo que sea que compitan. Flotar con la marea y evitar a toda costa cometer algún error grave podía bastarle a Pello Otxandiano para ganar. En una carrera electoral donde ninguno de los candidatos supera el setenta por ciento de conocimiento, asistimos a un espectáculo político de otro tiempo, cuando competían las marcas de los partidos y los candidatos no eran el centro de gravedad permanente.
Escuchando al
candidato de Bildu pedir disculpas por herir la sensibilidad de las víctimas al
evitar llamar banda terrorista a ETA, mientras lamenta que siempre alguien
acabe sacando el comodín etarra porque le conviene, muchos se han sorprendido
de que no tuviera preparada una respuesta mejor a una pregunta que iba a caerle
seguro en el examen. Otxandiano creía tenerla preparada y que resultaría
suficiente. Para su sorpresa, se equivocaba.
El crecimiento
sostenido de Bildu responde a muchas claves, desde su decisión de reconocer el
dolor causado y su inutilidad, al giro hacia las políticas sociales, o su
decisión de competir en serio con el PNV en el campo de juego de la política
estatal, o su apuesta por cambiar y renovar el perfil de sus candidatos,
alejándolos de cualquier pasado cercano siquiera al terrorismo etarra. Pero
seguramente sea la coherencia la variable que mejor explica su aparentemente
inexorable avance hasta convertirse en la primera fuerza de Euskadi, aspirando
a provocar el cambio estructural de reemplazar al PNV como partido nacional de
gobierno.
En todas las
pasadas elecciones –y llevamos unas cuantas– el votante de Bildu siempre ha
sabido qué iba a pasar con su voto. Sin condicionales, sin ambigüedades; a la
derecha que representan el PP y Vox ni agua y, si hiciera falta, a cambio de
nada. En estos tiempos de política líquida, geometrías variables y si te he
visto no me acuerdo, la coherencia es el bien más escaso en política y quien la
posee, aunque sólo sean unos gramos, tiene un tesoro. Ha sido un voto seguro y
los valores seguros incrementan su valía en tiempos de volatilidad. Algo muy
parecido le ha sucedido al BNG en Galicia. Ha sido ese valor coherencia el que
ha permitido al nacionalismo relevar al socialismo progresista como alternativa
real a la derecha.
Ha sido también
precisamente la falta de coherencia lo que ha pagado en el final de la campaña
y ya se verá si paga cuando se cuenten las papeletas. Si como dice el
candidato: “La izquierda abertzale está dando pasos, EH Bildu está comprometido
y va a seguir dando pasos con firmeza, pero seguramente son insuficientes”,
retrasar lo que uno mismo asume y reconoce como inevitable y deseable no deja
de resultar una incoherencia que cuesta mucho explicar; con campaña y sin
campaña, con discreción o en medio de la calle. Bildu parece haber chocado de
nuevo con una barrera invisible que parecía que ya no estaba allí. Todavía no
saben cómo cruzar la última frontera que les queda por superar. Necesitan
tiempo y se entiende, pero eso tiene coste; no tiene mucho sentido seguir
sufragándolo.
La ansiedad y la
prontitud con la que todos los competidores, incluido el PNV, se han lanzado a
denunciar esta incoherencia demuestra hasta qué punto el marco mental que ha
impuesto la derecha con ETA y el terrorismo continúa dominando la política en
España más de una década después del final de la banda terrorista. Que lo hagan
los socialistas, mientras Pedro Sánchez nos explica que se apoya en Bildu para
sacar medidas que son buenas para todo el país, es la mejor muestra de que
sigue siendo la derecha quien decide qué está bien y qué está mal, quién tiene
que dar explicaciones y pedir perdón y quién se las puede ahorrar. Hace veinte
años, a quienes reclamábamos política para acabar con la banda terrorista nos
llamaban cómplices de los asesinos; ahora que Bildu hace la política que le
reclamábamos que hiciera en vez del terror, nos llaman cínicos o cobardes. Nos
sobra experiencia. Deberíamos saber aguantarlo mejor.
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