sábado, 20 de abril de 2024

LA COHERENCIA TENÍA UN PRECIO

LA COHERENCIA TENÍA UN PRECIO

El marco mental que ha impuesto la derecha con ETA y el terrorismo continúa dominando la política en España más de una década después del final de la banda terrorista

ANTÓN LOSADA

Elecciones vascas, ETA, Sanidad pública. / Pedripol

Antes de que voten los vascos, las encuestas publicadas situaban por delante a Bildu, en una campaña que parecía estar amortizando mejor que sus rivales del PNV, mientras los socialistas vascos pelean por mantenerse determinantes, el PP sueña con apuntarse el tanto de dejar fuera del parlamento a Vox, y Sumar y Podemos compiten por lo que sea que compitan. Flotar con la marea y evitar a toda costa cometer algún error grave podía bastarle a Pello Otxandiano para ganar. En una carrera electoral donde ninguno de los candidatos supera el setenta por ciento de conocimiento, asistimos a un espectáculo político de otro tiempo, cuando competían las marcas de los partidos y los candidatos no eran el centro de gravedad permanente.

 

Escuchando al candidato de Bildu pedir disculpas por herir la sensibilidad de las víctimas al evitar llamar banda terrorista a ETA, mientras lamenta que siempre alguien acabe sacando el comodín etarra porque le conviene, muchos se han sorprendido de que no tuviera preparada una respuesta mejor a una pregunta que iba a caerle seguro en el examen. Otxandiano creía tenerla preparada y que resultaría suficiente. Para su sorpresa, se equivocaba.

 

El crecimiento sostenido de Bildu responde a muchas claves, desde su decisión de reconocer el dolor causado y su inutilidad, al giro hacia las políticas sociales, o su decisión de competir en serio con el PNV en el campo de juego de la política estatal, o su apuesta por cambiar y renovar el perfil de sus candidatos, alejándolos de cualquier pasado cercano siquiera al terrorismo etarra. Pero seguramente sea la coherencia la variable que mejor explica su aparentemente inexorable avance hasta convertirse en la primera fuerza de Euskadi, aspirando a provocar el cambio estructural de reemplazar al PNV como partido nacional de gobierno.

 

En todas las pasadas elecciones –y llevamos unas cuantas– el votante de Bildu siempre ha sabido qué iba a pasar con su voto. Sin condicionales, sin ambigüedades; a la derecha que representan el PP y Vox ni agua y, si hiciera falta, a cambio de nada. En estos tiempos de política líquida, geometrías variables y si te he visto no me acuerdo, la coherencia es el bien más escaso en política y quien la posee, aunque sólo sean unos gramos, tiene un tesoro. Ha sido un voto seguro y los valores seguros incrementan su valía en tiempos de volatilidad. Algo muy parecido le ha sucedido al BNG en Galicia. Ha sido ese valor coherencia el que ha permitido al nacionalismo relevar al socialismo progresista como alternativa real a la derecha.

 

Ha sido también precisamente la falta de coherencia lo que ha pagado en el final de la campaña y ya se verá si paga cuando se cuenten las papeletas. Si como dice el candidato: “La izquierda abertzale está dando pasos, EH Bildu está comprometido y va a seguir dando pasos con firmeza, pero seguramente son insuficientes”, retrasar lo que uno mismo asume y reconoce como inevitable y deseable no deja de resultar una incoherencia que cuesta mucho explicar; con campaña y sin campaña, con discreción o en medio de la calle. Bildu parece haber chocado de nuevo con una barrera invisible que parecía que ya no estaba allí. Todavía no saben cómo cruzar la última frontera que les queda por superar. Necesitan tiempo y se entiende, pero eso tiene coste; no tiene mucho sentido seguir sufragándolo.

 

La ansiedad y la prontitud con la que todos los competidores, incluido el PNV, se han lanzado a denunciar esta incoherencia demuestra hasta qué punto el marco mental que ha impuesto la derecha con ETA y el terrorismo continúa dominando la política en España más de una década después del final de la banda terrorista. Que lo hagan los socialistas, mientras Pedro Sánchez nos explica que se apoya en Bildu para sacar medidas que son buenas para todo el país, es la mejor muestra de que sigue siendo la derecha quien decide qué está bien y qué está mal, quién tiene que dar explicaciones y pedir perdón y quién se las puede ahorrar. Hace veinte años, a quienes reclamábamos política para acabar con la banda terrorista nos llamaban cómplices de los asesinos; ahora que Bildu hace la política que le reclamábamos que hiciera en vez del terror, nos llaman cínicos o cobardes. Nos sobra experiencia. Deberíamos saber aguantarlo mejor.

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