EL CLUB DE LOS POETAS VIVOS
Hace unos
meses mis redes sociales se llenaron de fotos y de textos repletos de pena. El
Taller de CTXT tenía que cerrar sus puertas. Por suerte, los jóvenes
encontramos un nuevo hogar
INMACULADA
MARTÍN LOBATO
Uno de los encuentros en la Mesa Redonda. /
I.M.L.
En la puerta de un
baño público leo: “Muerte al poeta que”. El final de la frase está emborronado
y no alcanzo a leer qué pone. Trato de imaginarme posibles finales para la
frase. Pienso en todas las cosas que matan al poeta y si la poesía sigue viva.
Hace unos meses mis redes sociales se llenaron de fotos y de textos repletos de pena. El Taller de CTXT, un lugar para las primeras oportunidades entre la gente joven, en el que a menudo había recitales, coloquios, presentaciones, charlas, eventos, fiestas, encuentros, firmas, literatura, cultura y ocio… tenía que cerrar sus puertas. La casa de la poesía joven en la que me reflejo y admiro seguía viva, pero había perdido su lugar. Aquel sótano ya no volvería a acogerlos.
La noticia no pudo
evitar ponerme triste. Yo nunca pude ir por la universidad, el miedo a ir sola
me lo impidió, pero lo cierto es que me hubiera encantado. A menudo me
emocionaba ver la comunidad poética que se estaba fraguando y cómo todas las
personas que en su momento habían estado allí, hoy brillaban en el panorama
cultural.
Siguiendo el
proyecto, pude darme cuenta de que los románticos contemporáneos se habían
juntado en una gran familia, que la poesía podía ser para todos y que había
mucha gente a la que le interesaba; que existían miles de poemas de los que no
se estudian, pero que hablan de nosotros. De esos días recuerdo las ganas de
formar parte de la familia y el deseo que El Taller de CTXT volviera.
Pude darme cuenta
de que los románticos contemporáneos se habían juntado en una gran familia, de
que la poesía podía ser para todos
Por suerte, unos
meses después, los poetas jóvenes encontraron un nuevo hogar en el Círculo de
Bellas Artes y mi deseo de formar parte de esa familia se pudo cumplir con un
nuevo nombre (La Mesa Redonda: poesía joven & otras literaturas).
Mudarse siempre es
difícil, sin embargo, a veces significa volver a empezar, volver a tu verdadero
lugar, aunque nunca hayas estado allí. Yo no sé si el Círculo de Bellas Artes
era la verdadera casa, pero fue un nuevo principio. Y esta vez no me lo podía
perder.
Aún pienso en lo
que experimenté al entrar a aquel lugar. La arquitectura monumental se sentía
acogedora por el bullicio y lo desenfadado de la cafetería. Poco a poco las sillas
se iban llenando, conversaciones inocentes, algunos reencuentros,
presentaciones… pero sobre todo nervios.
Las voces de fuera
no se callaron, sin embargo, una especie de silencio se abrió con la
presentación. Fuera llovía, como casi todos los martes en los que ha habido
mesa, pero lo que más calaba era la voz de los poetas.
En aquella primera
Mesa Redonda invitaron a todos los poetas que habían pasado por El Taller de
CTXT entre 2020 y 2022. Con ellos, y todas las cajas de mudanza llenas, la
despedida se volvió saludo, y demostraron que las cosas que quedaban por decir
volvían a tener un sitio donde expresarse.
La niñez, las
familias, los sitios y los recuerdos de numerosos autores empezaron a
conjugarse y a generar nuevas historias
Andrés María García
Cuevas trajo la humildad en los amores y los recuerdos, en la que Rocío Simón
fue los cuerpos de las mujeres que no fuimos; Juan F. Rivero reveló las
fotografías de la niñez, Rocío Acebal Doval devolvió la bonanza robada de los
hijos, Juanpe Sánchez López amó desde la inocencia y de otras formas, Leonor
Saro fue sirena y devolvió la vida de las casas, Carla Nyman abrazó las luces y
sombras, Carlos Catena Cózar retomó exilio a las vidas prometidas, Rodrigo
García Marina quiso con chaconas y Mara Guil se burló cariñosamente de los
poetas con palabras de Pablo Messiez.
La niñez, las
familias, los sitios y los recuerdos de numerosos autores empezaron a
conjugarse y a generar nuevas historias. Fuimos visitantes de los nuevos
lugares se estaban construyendo con la encadenación y el diálogo entre poemas
que, a pesar de ser completamente distintos, iban formando una curiosa armonía.
Después de esa
cita, un martes sí, un martes no, la mesa se siguió llenando durante la
temporada 2022-2023 con 60 poetas jóvenes en 17 eventos distintos, siempre en
martes.
Y así fueron
pasando los meses, con un noviembre que además de la mudanza trajo a Sara
Barquinero del Toro con su honestidad ante la vida, a Elisabeth Duval que gritó
a la libertad, a Óscar García Sierra rindiendo homenaje a la juventud en los
pueblos en decadencia y a Jorge de Santos leyendo como se lee a quien se quiere
antes de dormir.
Diciembre fue un
mes de construir y crecer con Carlos García Mera y la geografía de la voz,
Paula Melchor con todos sus bodegones familiares, Juan de Salas y la
arquitectura de la mirada, Juan Gallego Benot y la belleza de la oscuridad; los
chicos del sexto número de la Revista Casapaís: Joaquín Bermejo Ortiz, el
cuerpo y la palabra; Jorge Solís Llano y el crecer de las cosas del mundo,
Pilar Morales con la sencillez profunda, Carmen Rodger con los poemas que
tiemblan, Álvaro Cruzado y el amar mirando a los amigos, Hugo Martín Isabel y
sus formas de lidiar con los monstruos de debajo de la cama y Helena Pagán sintiendo
el arte en literatura.
En enero la mesa
volvió a brillar con la calidez de María Limón y los susurros a las amigas
antes de dormir, Coral Ling acarició a la naturaleza, Alejandro Marín quiso ser
querido con su vulnerabilidad, Alfredo F. Crespo dialogó con los poemas y
regresó Andrés María García Cuevas para acompañar a tres grandes Adonáis: Lola
Tórtola y la decadencia contra el recuerdo, Irene Domínguez con lo cotidiano de
amar, Nuria Ortega Riba y los sonidos de la infancia.
Para febrero, la
mesa se vistió de teatro y se llenó de voces milagrosas como la de Pablo
Messiez, la verdad de Rebeca Hernando y se volvió a disfrutar lo performativo
de Rodrigo García Marina, así como del violín de Jorge Jiménez. Se
reconstruyeron las ruinas sin pasado de Luis Escavy, el pasado en futuro de
Ander Villacián, la palabra justa con la filosofía de Pablo Caldera y volvimos
a creer en los duendes con Andrea Abello.
Marzo se llenó de
un aquelarre de mujeres, el primero había sucedido en CTXT y fue una fiesta muy
sonada. Yo no sé cuál de los dos fue más especial, pero sin duda, todas
aquellas mujeres se llenaron de luz. Con el deseo violento de Inés Alhambra, el
exilio de la revolución de Ana Sofía Crespo y la lluvia en el lenguaje de María
de la Cruz. Compartimos el miedo a no existir de Ana Rocío Dávila, huimos por
la libertad con Candela de las Heras, crecimos con la luz encendida y Alba
Moon, la carne brotó de la tierra con Laura Sanz Corada, los cuerpos que sueñas
echaron raíces en Artemisia Semedo, María Trapero escribió a todos sus amantes,
Raquel Vázquez, miró a los márgenes de la luz en flores y Aurora Camero
recorrió el mar y los cuerpos en busca de memoria. También regresaron a morar
el espacio Andrea Abello, Rocío Acebal Doval, María Limón, Coral Ling, Rocío Simón
y Carla Nyman.
A las que se le
sumaron las madres de la poesía joven: Luna Miguel con el existir en el deseo,
en los amantes, en el dolor; Ángelo Néstore y la maternidad de un cuerpo que se
transforma, Laura Casielles con la mirada desde el cuerpo de los comunes;
acompañada de la pregunta aguda, la veracidad profunda y la franqueza de Marta
García Miranda.
En abril, Enrique
Fuenteblanca viajó a la realidad construía con recuerdos, Adrián Fauro odió el
mar y murió con el sabor del hierro en la boca, Marta García Díaz cayó con el
amor y la ciencia, Julián Génisson trajo la imagen proyectada en palabra, Pablo
Baleriola hizo materialidad los colores y la luz en la memoria, Adrián Viéitez
murió en los mares que chocan devastadores pero bonitos; Izaskun García
Quintana habló de la delicadeza de la tristeza mientras dura la caída y Margot
Rot esbozó nuevas realidades.
Para mayo, la mesa
se llenó de amores e infancias, con María Paz Otero y las nimiedades, Juan
Gallego Benot volvió a llenar las fuentes con cantes andaluces, Héctor Aceves
amó mucho, Óscar Esquivas recordó su pasión por la poesía joven y a los viejos
amigos, Marta Jiménez Serrano amó y cerró la ventana para que no se escapara el
gato, Luis Díaz miró a los bloques naranjas, Aida González Rossi volvió a
cargar la Gameboy para recitar a las infancias frikis y regresó Jorge Santos
para leer todo lo que se le puso por delante.
Se sostiene una
poesía con su respectiva emergencia, por encontrar sitios donde crecer,
escuchar y leer
Durante junio, se celebraron
los fluidos y las identidades disidentes con Alejandra Blanca y los mensajes en
la noche, Carla Nyman y la liquidez del deseo, las charlas con los psicólogos
de Jorge Velasco Baleriola y Pablo Cerezo con la valentía de los libreros.
También tuvo lugar la verbena queer con el talento de Lara Alonso, la franqueza
de Joan Daròs, Gloria Fortún y su autenticidad, la valentía de Darío Gael,
Diego Pinillos y su profundidad, el inconformismo de Millanes Rivas, la
potencia de Sandra Cendal y el regreso para menear sus faldas de Héctor Aceves,
Pablo Caldera, Aurora Camero, Rodrigo García Marina, Pablo Messiez, María Paz
Otero, Rocío Simón, Lola Tórtola y Ander Villacián.
En julio, volvieron
las sirenas de Leonor Saro, Gudrum Palomino brindó con amigos y Natalia Huarte
les devolvió la voz a personajes femeninos del siglo de oro y a dos mujeres
poetas del siglo XX y con ellas se cerró la temporada de La Mesa Redonda. Hasta
el pasado 17 de octubre, cuando se consolidó y redobló la apuesta del Círculo
de Bellas Artes con las sesiones de este otoño, que ya han acogido a Elizabeth
Duval y Eduardo Fralie hablando de amor, a Mario Obrero, Rocío Simón y Artemisa
Semedo hablando de extrañeza, a Amalia Bautista y Maria M. Bautista hablando de
hogar y, el pasado martes 12 de diciembre a Aurora Camero, Sofía Crespo Madrid
y Laura R. Díaz (flamante Premio El Ojo Crítico de Poesía) hablando sobre la
intimidad.
Un espacio
multidisciplinar en el que se sostienen las voces, perspectivas y
preocupaciones. Se sostiene una poesía con su respectiva emergencia, por
encontrar sitios donde crecer, escuchar y leer. Un espacio en el que podamos
encontrar a amigos, comunidad y un público que da validez a crear y permite
entender la literatura en colectivo. Una composición en plural que construye,
que genera textos mayores, que desarrolla. Porque la voz que se une se
transforma, cambia de sentido y de contexto.
Una mesa en la que
hay sitio para todes, hay casa y hay familia; es la demostración de que los
recuerdos cambian de sitio, de color y de personas, pero que siempre es un buen
momento para volver. Volver al lugar de donde venimos, pues cuando una puerta
se cierra quizá es porque se abrirá una más grande, llena de escritores de
primera y aunque nadie se salva de una mudanza y quizás vengan más, siempre
serán nuevos principios llenos de magia, a los que siempre volver. Sin olvidar
que a esa mesa le quedan muchas cosas por decir, por sostener y le caben muchas
más personas.
Con la llegada del
final, los cuerpos que se iban contrayendo por las palabras, se liberan y se
rompen en aplausos. Yo no sé si la poesía muere o cómo será el fin del poeta.
Quizás hayan muerto muchas veces, quizás lo hagan juntos cada día y El Taller
de CTXT, primero, y la Mesa Redonda del Círculo de Bellas Artes, después, los
hayan resucitado.
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Inmaculada Martín
Lobato es @ladymarloo en la red social X.
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