lunes, 15 de abril de 2024

EL CLUB DE LOS POETAS VIVOS

EL CLUB DE LOS POETAS VIVOS

Hace unos meses mis redes sociales se llenaron de fotos y de textos repletos de pena. El Taller de CTXT tenía que cerrar sus puertas. Por suerte, los jóvenes encontramos un nuevo hogar

INMACULADA MARTÍN LOBATO

Uno de los encuentros en la Mesa Redonda. / I.M.L.

En la puerta de un baño público leo: “Muerte al poeta que”. El final de la frase está emborronado y no alcanzo a leer qué pone. Trato de imaginarme posibles finales para la frase. Pienso en todas las cosas que matan al poeta y si la poesía sigue viva.

 

Hace unos meses mis redes sociales se llenaron de fotos y de textos repletos de pena. El Taller de CTXT, un lugar para las primeras oportunidades entre la gente joven, en el que a menudo había recitales, coloquios, presentaciones, charlas, eventos, fiestas, encuentros, firmas, literatura, cultura y ocio… tenía que cerrar sus puertas. La casa de la poesía joven en la que me reflejo y admiro seguía viva, pero había perdido su lugar.  Aquel sótano ya no volvería a acogerlos.

 

La noticia no pudo evitar ponerme triste. Yo nunca pude ir por la universidad, el miedo a ir sola me lo impidió, pero lo cierto es que me hubiera encantado. A menudo me emocionaba ver la comunidad poética que se estaba fraguando y cómo todas las personas que en su momento habían estado allí, hoy brillaban en el panorama cultural.

 

Siguiendo el proyecto, pude darme cuenta de que los románticos contemporáneos se habían juntado en una gran familia, que la poesía podía ser para todos y que había mucha gente a la que le interesaba; que existían miles de poemas de los que no se estudian, pero que hablan de nosotros. De esos días recuerdo las ganas de formar parte de la familia y el deseo que El Taller de CTXT volviera.

 

Pude darme cuenta de que los románticos contemporáneos se habían juntado en una gran familia, de que la poesía podía ser para todos

 

Por suerte, unos meses después, los poetas jóvenes encontraron un nuevo hogar en el Círculo de Bellas Artes y mi deseo de formar parte de esa familia se pudo cumplir con un nuevo nombre (La Mesa Redonda: poesía joven & otras literaturas).

 

Mudarse siempre es difícil, sin embargo, a veces significa volver a empezar, volver a tu verdadero lugar, aunque nunca hayas estado allí. Yo no sé si el Círculo de Bellas Artes era la verdadera casa, pero fue un nuevo principio. Y esta vez no me lo podía perder.

 

Aún pienso en lo que experimenté al entrar a aquel lugar. La arquitectura monumental se sentía acogedora por el bullicio y lo desenfadado de la cafetería. Poco a poco las sillas se iban llenando, conversaciones inocentes, algunos reencuentros, presentaciones… pero sobre todo nervios.

 

Las voces de fuera no se callaron, sin embargo, una especie de silencio se abrió con la presentación. Fuera llovía, como casi todos los martes en los que ha habido mesa, pero lo que más calaba era la voz de los poetas.

 

En aquella primera Mesa Redonda invitaron a todos los poetas que habían pasado por El Taller de CTXT entre 2020 y 2022. Con ellos, y todas las cajas de mudanza llenas, la despedida se volvió saludo, y demostraron que las cosas que quedaban por decir volvían a tener un sitio donde expresarse.

 

La niñez, las familias, los sitios y los recuerdos de numerosos autores empezaron a conjugarse y a generar nuevas historias

 

Andrés María García Cuevas trajo la humildad en los amores y los recuerdos, en la que Rocío Simón fue los cuerpos de las mujeres que no fuimos; Juan F. Rivero reveló las fotografías de la niñez, Rocío Acebal Doval devolvió la bonanza robada de los hijos, Juanpe Sánchez López amó desde la inocencia y de otras formas, Leonor Saro fue sirena y devolvió la vida de las casas, Carla Nyman abrazó las luces y sombras, Carlos Catena Cózar retomó exilio a las vidas prometidas, Rodrigo García Marina quiso con chaconas y Mara Guil se burló cariñosamente de los poetas con palabras de Pablo Messiez.

 

La niñez, las familias, los sitios y los recuerdos de numerosos autores empezaron a conjugarse y a generar nuevas historias. Fuimos visitantes de los nuevos lugares se estaban construyendo con la encadenación y el diálogo entre poemas que, a pesar de ser completamente distintos, iban formando una curiosa armonía.

 

Después de esa cita, un martes sí, un martes no, la mesa se siguió llenando durante la temporada 2022-2023 con 60 poetas jóvenes en 17 eventos distintos, siempre en martes.

 

Y así fueron pasando los meses, con un noviembre que además de la mudanza trajo a Sara Barquinero del Toro con su honestidad ante la vida, a Elisabeth Duval que gritó a la libertad, a Óscar García Sierra rindiendo homenaje a la juventud en los pueblos en decadencia y a Jorge de Santos leyendo como se lee a quien se quiere antes de dormir.

 

Diciembre fue un mes de construir y crecer con Carlos García Mera y la geografía de la voz, Paula Melchor con todos sus bodegones familiares, Juan de Salas y la arquitectura de la mirada, Juan Gallego Benot y la belleza de la oscuridad; los chicos del sexto número de la Revista Casapaís: Joaquín Bermejo Ortiz, el cuerpo y la palabra; Jorge Solís Llano y el crecer de las cosas del mundo, Pilar Morales con la sencillez profunda, Carmen Rodger con los poemas que tiemblan, Álvaro Cruzado y el amar mirando a los amigos, Hugo Martín Isabel y sus formas de lidiar con los monstruos de debajo de la cama y Helena Pagán sintiendo el arte en literatura.

 

En enero la mesa volvió a brillar con la calidez de María Limón y los susurros a las amigas antes de dormir, Coral Ling acarició a la naturaleza, Alejandro Marín quiso ser querido con su vulnerabilidad, Alfredo F. Crespo dialogó con los poemas y regresó Andrés María García Cuevas para acompañar a tres grandes Adonáis: Lola Tórtola y la decadencia contra el recuerdo, Irene Domínguez con lo cotidiano de amar, Nuria Ortega Riba y los sonidos de la infancia.

 

Para febrero, la mesa se vistió de teatro y se llenó de voces milagrosas como la de Pablo Messiez, la verdad de Rebeca Hernando y se volvió a disfrutar lo performativo de Rodrigo García Marina, así como del violín de Jorge Jiménez. Se reconstruyeron las ruinas sin pasado de Luis Escavy, el pasado en futuro de Ander Villacián, la palabra justa con la filosofía de Pablo Caldera y volvimos a creer en los duendes con Andrea Abello.

 

Marzo se llenó de un aquelarre de mujeres, el primero había sucedido en CTXT y fue una fiesta muy sonada. Yo no sé cuál de los dos fue más especial, pero sin duda, todas aquellas mujeres se llenaron de luz. Con el deseo violento de Inés Alhambra, el exilio de la revolución de Ana Sofía Crespo y la lluvia en el lenguaje de María de la Cruz. Compartimos el miedo a no existir de Ana Rocío Dávila, huimos por la libertad con Candela de las Heras, crecimos con la luz encendida y Alba Moon, la carne brotó de la tierra con Laura Sanz Corada, los cuerpos que sueñas echaron raíces en Artemisia Semedo, María Trapero escribió a todos sus amantes, Raquel Vázquez, miró a los márgenes de la luz en flores y Aurora Camero recorrió el mar y los cuerpos en busca de memoria. También regresaron a morar el espacio Andrea Abello, Rocío Acebal Doval, María Limón, Coral Ling, Rocío Simón y Carla Nyman.

 

A las que se le sumaron las madres de la poesía joven: Luna Miguel con el existir en el deseo, en los amantes, en el dolor; Ángelo Néstore y la maternidad de un cuerpo que se transforma, Laura Casielles con la mirada desde el cuerpo de los comunes; acompañada de la pregunta aguda, la veracidad profunda y la franqueza de Marta García Miranda.

 

En abril, Enrique Fuenteblanca viajó a la realidad construía con recuerdos, Adrián Fauro odió el mar y murió con el sabor del hierro en la boca, Marta García Díaz cayó con el amor y la ciencia, Julián Génisson trajo la imagen proyectada en palabra, Pablo Baleriola hizo materialidad los colores y la luz en la memoria, Adrián Viéitez murió en los mares que chocan devastadores pero bonitos; Izaskun García Quintana habló de la delicadeza de la tristeza mientras dura la caída y Margot Rot esbozó nuevas realidades.

 

Para mayo, la mesa se llenó de amores e infancias, con María Paz Otero y las nimiedades, Juan Gallego Benot volvió a llenar las fuentes con cantes andaluces, Héctor Aceves amó mucho, Óscar Esquivas recordó su pasión por la poesía joven y a los viejos amigos, Marta Jiménez Serrano amó y cerró la ventana para que no se escapara el gato, Luis Díaz miró a los bloques naranjas, Aida González Rossi volvió a cargar la Gameboy para recitar a las infancias frikis y regresó Jorge Santos para leer todo lo que se le puso por delante.

 

Se sostiene una poesía con su respectiva emergencia, por encontrar sitios donde crecer, escuchar y leer

 

Durante junio, se celebraron los fluidos y las identidades disidentes con Alejandra Blanca y los mensajes en la noche, Carla Nyman y la liquidez del deseo, las charlas con los psicólogos de Jorge Velasco Baleriola y Pablo Cerezo con la valentía de los libreros. También tuvo lugar la verbena queer con el talento de Lara Alonso, la franqueza de Joan Daròs, Gloria Fortún y su autenticidad, la valentía de Darío Gael, Diego Pinillos y su profundidad, el inconformismo de Millanes Rivas, la potencia de Sandra Cendal y el regreso para menear sus faldas de Héctor Aceves, Pablo Caldera, Aurora Camero, Rodrigo García Marina, Pablo Messiez, María Paz Otero, Rocío Simón, Lola Tórtola y Ander Villacián.

 

En julio, volvieron las sirenas de Leonor Saro, Gudrum Palomino brindó con amigos y Natalia Huarte les devolvió la voz a personajes femeninos del siglo de oro y a dos mujeres poetas del siglo XX y con ellas se cerró la temporada de La Mesa Redonda. Hasta el pasado 17 de octubre, cuando se consolidó y redobló la apuesta del Círculo de Bellas Artes con las sesiones de este otoño, que ya han acogido a Elizabeth Duval y Eduardo Fralie hablando de amor, a Mario Obrero, Rocío Simón y Artemisa Semedo hablando de extrañeza, a Amalia Bautista y Maria M. Bautista hablando de hogar y, el pasado martes 12 de diciembre a Aurora Camero, Sofía Crespo Madrid y Laura R. Díaz (flamante Premio El Ojo Crítico de Poesía) hablando sobre la intimidad.

 

Un espacio multidisciplinar en el que se sostienen las voces, perspectivas y preocupaciones. Se sostiene una poesía con su respectiva emergencia, por encontrar sitios donde crecer, escuchar y leer. Un espacio en el que podamos encontrar a amigos, comunidad y un público que da validez a crear y permite entender la literatura en colectivo. Una composición en plural que construye, que genera textos mayores, que desarrolla. Porque la voz que se une se transforma, cambia de sentido y de contexto.

 

Una mesa en la que hay sitio para todes, hay casa y hay familia; es la demostración de que los recuerdos cambian de sitio, de color y de personas, pero que siempre es un buen momento para volver. Volver al lugar de donde venimos, pues cuando una puerta se cierra quizá es porque se abrirá una más grande, llena de escritores de primera y aunque nadie se salva de una mudanza y quizás vengan más, siempre serán nuevos principios llenos de magia, a los que siempre volver. Sin olvidar que a esa mesa le quedan muchas cosas por decir, por sostener y le caben muchas más personas.

 

Con la llegada del final, los cuerpos que se iban contrayendo por las palabras, se liberan y se rompen en aplausos. Yo no sé si la poesía muere o cómo será el fin del poeta. Quizás hayan muerto muchas veces, quizás lo hagan juntos cada día y El Taller de CTXT, primero, y la Mesa Redonda del Círculo de Bellas Artes, después, los hayan resucitado.

 

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Inmaculada Martín Lobato es @ladymarloo en la red social X.

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