OLVIDANDO BORBONES
ANÍBAL MALVAR
El rey emérito Juan Carlos,
con su padre, Juan de Borbón. EFE
Observo, con tristeza y desasosiego, que nuestros viejos periódicos monárquicos olvidan hoy la figura de Juan de Borbón, de cuya muerte se cumplen treinta años este primero de abril. En otros tiempos, cuando las peripecias de la saga borbónica aun se podían endulzar con mentiras, silencios y nata rancia, esta efeméride hubiera generado toneladas de papel cuché. El hombre discreto que salvó la monarquía, un estadista sin Estado, un ser generoso que delegó en su ejemplar hijo el timón de nuestra naciente democracia... No sigo. Cualquiera de vosotros está capacitado para añadir las chorradas y ditirambos que deseéis, pues habréis leído millardos. Mas parece que se ha cerrado aquel grifo de oro que derramaba hipérboles sobre las leyendas borbónicas. Y de Don Juan solo se acuerda hoy Consuelo Font en El Mundo. Y sin espacio en la portada, que le arrebata un piernas como el viejo duque de Alba, "monárquico, amigo de socialistas y gran mujeriego", cual nos lo define en sonoro titular mi coleguita Emilia Landaluce. No veo yo que sean suficientes méritos como para competir con los hectolitros de dry martini que ingirió don Juan en su pertinaz sacrificio por España desde el exilio.
Yo no sé si será
que los borbónicos se avergüenzan de su propio borbonismo, y han cambiado sus
antiguas bombas de confeti plebeyo por un silencio discreto y pudibundo. No se
atreven a escribir o a cantar que los borbones son unos ladrones, pues es
verdad histórica por la que Valtónic aun sigue en la cárcel, pero no despliegan
el palio literario de antaño. Lo intentan con don Felipe, pero don Felipe es
tan soso que no da ni para metáforas. El otro día leí en no sé cuál periódico
que nuestro nuevo rey había pasado unos días en una estación de esquí para
apoyar el deporte español, no por solaz o por rascahuevez financiada con el
dinero de los españoles, no. Don Felipe esquía y navega en sacrificio por
España, por mucho que bramen las hordas pabloiglesianas y rufiales.
Lo cual que nuestro
viejo don Juan, rey sin reino, se ha quedado sin portadas y sinadjetivadores en
el treinta aniversario de su triste deceso. Por mucho que la esforzada Consuelo
Font lo haya intentado desde las páginas de El Mundo.
Con la falta de
rigor histórico que hace grande el género borbónico, un sainete que se cree
epopeya, nos cuenta Font que "en la Guerra Civil [don Juan] se posicionó
con el bando nacional, pero tras la contienda inició su enfrentamiento con
Franco, pues su aspiración a una monarquía de reconciliación entre las Dos
Españas era un insulto para el bando vencedor, que le tildaba de 'rojo' y
'masón".
La historia no fue
del todo así. Hijo del autoexiliado Alfonso XIII, Juan de Borbón se ofreció a
Franco para luchar junto a los fascistas y los nazis contra la democracia en
Europa. Lo que nos da idea vaga del perfil ideológico de nuestro hagiografiado.
Franco le negó el discutible privilegio de servir bajo su mando porque el
borbón exigía almirantazgos y medallas, cuando su talento y su talante apenas
lo capacitaban para grumete. Por fortuna, el heredero de Franco, Juan Carlos I,
corrigió la crueldad de su mentor y lo nombró almirante honorario de la Armada.
Este hombre siempre fue más honorario que otra cosa.
Y ahora ni eso.
Tierra, humo, polvo, sombra, nada, y ni siquiera un cuadernillo conmemorativo
en papel oro de la prensa lacaya. Ni un acto de homenaje en Casa Real ordenado
por su nieto. El bueno de Luis María Ansón tiene que estar en un rechinar de
dientes. Y de cómo lo tiene que estar pasando Jaime Peñafiel no os quiero decir
nada.
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