FEIJÓO EL DEROGADOR
ANTÓN LOSADA
Ya tenemos el Váyase-señor-González 2.0 que tanto estábamos esperando y sabíamos que no necesitábamos. Vuelve a funcionar, a pleno rendimiento, la máquina de producir eslóganes resultones que guarda el Partido Popular en la planta noble de su sede de Génova, custodiada por el líder de turno hasta la hora de dar el traspaso al siguiente; antes de que le apuñalen a lo Orient Exprés sus compañeros de la dirección. Derogar el Sanchismo es la nueva tierra de promisión anunciada a la gente de bien.
Cautivos y
desarmados, por este orden, el populismo, el secesionismo, el socialismo, el
chavismo, el batasunismo, el comunismo, el intervencionismo y el autoritarismo,
llega la batalla final y definitiva contra el peor y más devastador de los
“ismos”. La derecha se apresta para la madre de todas las guerras culturales y
de las otras: sanchismo o libertad y no vale pedir el comodín del público
La derecha española
siempre ha sido mucho de derogar. Encaja como un guante en la tradición
conservadora. Derogar constituciones, derogar repúblicas, derogar fueros,
derogar derechos, derogar libertades; sobre todo si son de los demás y no se
las pueden pagar.
A la derecha
española lo que realmente le ha puesto siempre ha sido y es restaurar. Nunca
desperdicia una oportunidad de ir hacia atrás pudiendo avanzar hacia adelante.
Restaurar monarquías, restaurar marquesados, restaurar señoríos, restaurar
servidumbres, restaurar recortes, restaurar el orden y la austeridad, y si la
cosa se pone muy fea y la plebe se amohína, como mucho, se les otorga algo
barato para cobrarles el favor después: unas vaquillas, un desfile, una
procesión, unas disculpas, un día libre pagado…
La derecha deroga
porque los españoles tienen ideas de bombero y se arrogan unas cosas que no les
pertenecen, pues son de exclusiva propiedad conservadora: el gobierno, el
Estado, las leyes, los presupuestos, las políticas, el dinero público o el
suelo urbanizable. España tiene dueños. Se nos olvida con demasiada facilidad.
Hay que derogar el
sanchismo porque alguien ha de recordarnos, siquiera de vez en cuando, quién
manda aquí; que tenemos la memoria frágil y en seguida nos creemos que ordenan
los ciudadanos con sus votos, sus movilizaciones o sus firmas virtuales contra
o a favor de lo que toque.
El líder antes
conocido como el presidente gallego centrado y moderado, que venía a hacer
política de Estado, llegar a grandes acuerdos y tomar las decisiones serias en
serio, es ahora Feijóo el Derogador. Lo extremo de esta mutación lleva a
cualquiera a preguntarse si el líder popular sabe lo que realmente ha hecho al
abrir esa puerta.
Llevaba semanas el
PP modulando las expectativas ante los comicios de mayo, por si acaso y para
quitarse de encima la presión de tener que comparecer la noche electoral con
una victoria clara y contundente que despejará las dudas y a Díaz Ayuso,
dejando a Pedro Sánchez y a los suyos con el más cómodo y accesible objetivo de
resistir allí donde gobernasen. Pero tanta prudencia y tanto cuidado para nada.
Todo perdido por unos segundos de placer al dejar la frase molona flotando en
el Twitter.
Ahora, para Feijóo
el Derogador, todo cuanto no suponga comparecer esa noche de mayo empapado en
la sangre electoral de sus rivales, llenando el atril con cabezas cortadas de
competidores derrotados y un mapa de territorios conquistados donde no se ponga
el sol, equivaldrá a un fracaso. Nadie va a comprar la milonga de la derogación
del sanchismo si ni siquiera ha sido capaz de jubilar a un puñado de alcaldes y
barones socialistas en apuros, a quienes un verdadero caudillo en misión
revocatoria debería barrer sin
despeinarse.
Núñez Feijoo vuelve
a necesitar en la vigilia del 28M una goleada que le haga inexorable fuera del
partido e incontestable desde dentro. A Pedro Sánchez ahora le vale cualquier
empate; ni siquiera necesita que la resistencia para lograrlo parezca
especialmente heroica.
Facilitar el
aguante a alguien que ha hecho de un manual de resistencia su marca es un mal
negocio, lo mires como lo mires. Al futuro derogado conviene no ponérselo
fácil, que luego se agarra cual lapa a las instituciones y lo pone todo perdido
mientras llega el momento de su cese.
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