YOLANDA DÍAZ FRENTE AL JARRÓN
GERARDO TECÉ
Sentada frente a Jordi Évole y con un jarrón chino de fondo –en representación de un Pablo Iglesias que declinó la invitación a acudir como atrezzo de sí mismo–, Yolanda Díaz dejó una noche repleta de titulares como para aburrir al mismísimo Ferreras. No entiendo que Podemos no viniera al acto de presentación de Sumar. Hubo gente de Podemos que quiso venir, quizá no les dejaron. Podemos está deprimiendo al electorado de izquierdas pidiendo la unidad a torta limpia. Están anteponiendo sus intereses por encima de los del país. Si firmásemos el documento de primarias abiertas que piden, seguirían sin entrar porque no quieren llegar a acuerdos. A Podemos le interesa el dinero, las listas y los liberados, es una tristeza. Pablo Iglesias no ha sabido irse, lo conozco y siempre tuve dudas de que fuese a dejar la política, pero no esperaba que siguiera teniendo un rol tan agudizado como el que tiene. No deja volar a la gente. Hay que saber perder, en la política y en la vida. He sufrido comportamientos políticos machistas por su parte, no me gusta esa política masculinizada.
Ni Pablo Iglesias
arrancando su podcast un lunes con tres cafés de más. Según algunos críticos,
la entrevista de Yolanda Díaz supone un error de comunicación porque la
candidata entró de lleno –y no en un podcast emitido desde un rincón de
Internet, sino en uno de los programas más vistos de la televisión española– en
el marco de la crispación de las izquierdas. No estoy de acuerdo. La unidad de
la izquierda está hoy más cerca que ayer. El escenario de enfrentamiento
abierto al que se ha unido Díaz, al contrario que la falsa puesta en escena de
una unidad basada en que el partido con millones de votantes que actualmente
gobierna el país desaparezca sin hacer preguntas ni ruido, sí es real.
Planteando batalla, lanzando puyas, haciendo ruido como el que a diario se le
afea a los líderes de Podemos, Díaz dio un paso adelante abandonando esa posición
política basada en la ensoñación. No supondría un fracaso que Podemos y Sumar
fuesen por separado, dijo hace unas semanas. Hoy sabemos que no se hubiera
sentado con Évole para lanzarse al barro quien pretende hacer bandera de lo
contrario si no fuera para presionar a un partido morado al que claro que
necesita para evitar el fracaso. Si la plataforma Sumar fue diseñada para
cabalgar a lomos de la ilusión, hoy, impregnado todo por el monotema de la
batalla pública de las izquierdas, podemos constatar que la candidatura se
lanzó sin los deberes hechos. Sin haber atado la unión con un Podemos necesario
que ofrecía fidelidad a precio de saldo.
Tras semanas de
duras críticas mediáticas contra Podemos por una forma de entender la política
consistente en defender su propia existencia, toca darle a Díaz la bienvenida a
ese punto desde el que, a pesar de puyas, reproches y críticas públicas, será
más fácil construir. Al contrario que la derecha –cuyo mandato es mantener lo
que hay o devolvernos al pasado–, la tarea de la izquierda es más compleja.
Crear, mejorar lo presente, requiere más ingredientes, más tiempo de cocina y
también más relato. La entrevista de Yolanda Díaz es la constatación de que a
Sumar le faltan ingredientes, tiempo de cocción y un relato sólido desde el que
empezar a construir. Desde anoche, al menos, ese relato ya tiene una premisa,
que no es la de la ilusión, sino la de una desunión de la izquierda que toca
arreglar lo antes posible. Las críticas públicas de Yolanda Díaz a Pablo
Iglesias y a Podemos, el abandono al fin de posiciones irreales, permiten,
ahora sí, aclarar el presente que vivimos, condición necesaria para que el
futuro exista. El presente de la izquierda no va de gruñones frente a la
sonriente ilusión, sino de posiciones legítimas y diferentes que deben
encontrarse sí o sí porque una guillotina cuelga sobre las cabezas de sus
votantes. La entrevista de Díaz enterró un agradable y falso relato dando a luz
a la desagradable realidad de una desunión que solucionar. Es un gran paso.
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