MILITAR CONTRA LA ANSIEDAD
JUAN CARLOS MONEDERO
Los que ganan dinero con tu angustia
Como dice Mark Fischer, nos han cambiado aburrimiento por ansiedad. La ansiedad es una mala condición para pensar. El aburrimiento es más productivo. Aunque si el aburrimiento te lo solventan los de arriba puede ser terrible. Pueden anularte o puede convertirte en una pieza de su mecanismo. Una sociedad aburrida, que piensa que todo carece de interés puede desembocar en una guerra internacional, como pasó en la Primera Guerra Mundial, cuando una juventud asqueada pensaba que necesitaba experiencias fuertes. Lo contó Ernst Jünger en Tempestades de acero. Una sociedad ansiosa, por el contrario, termina en dictaduras y en guerras civiles porque el ansia es una angustia de lo inmediato, de lo cercano, de lo que te rodea y busca solucionar la angustia.
De momento, en
nuestras sociedades nos están entreteniendo, porque entretenidos no molestamos
y encima les hacemos ganar dinero. También ganan dinero vendiendo pastillas contra
la ansiedad.
Memoria
contra la ansiedad
Lo peor que le
puede ocurrir a una sociedad vertiginosa, llena de estímulos audiovisuales, que
te ha acostumbrado como a una rata en un laboratorio a recibir estímulos
constantemente, es que pierdas la memoria.
Re-cordar, de
cordis, corazón, es pasar de nuevo por el corazón. Re-cordar es la posibilidad
de revisitar esos recuerdos para hacer cosas diferentes.
Porque si no tienes
memoria, lo único que te queda es seguir corriendo hacia delante, pasando
pantallas. Pero las pantallas las ha diseñado alguien, no forman parte de
ninguna construcción personal tuya. No vas a llegar a ningún sitio que no haya
diseñado alguien para que llegues allí. Si no eres programador, te programan,
igual que si no eres guionista, te guionizan. Incluso es peor: porque el que
programa o el que hace guiones lo hace por encargo y ni siquiera tienen que
decirle qué tiene que hacer: lo ha interiorizado.
Una buena parte de
lo digital está predigerido. Por eso ni siquiera se vomita. Empacha, genera
pesadez, incluso angustia. Pero no se vomita. Los hacker marcaron una senda
luminosa, pero muchos terminaron trabajando para el FBI.
En nuestra sociedad
el trabajo se convierte en un paréntesis necesario para sobrevivir. No forma
parte de la vida, sino que es una suerte de "no vida" o de vida
impuesta, no muy diferente del paréntesis de vivir en casa de tus padres en una
adolescencia multiplicada. El trabajo podía ser una manera de relacionarnos con
los demás. Pero necesitaríamos memoria de lo que ha sido el trabajo, para saber
qué podría ser.
Dormir,
drogarte, militar
Para salir de ese
bucle tenemos tres opciones radicales: una, dormir, dormir mucho; dos, entrar
en otras vías de percepción, con drogas, ayunos, meditación; tres romper con el
statu quo, romper como en El show de Truman el falso techo y salir al mundo,
pero hacerlo peleando/pensando/construyendo en alguna organización colectiva
-política, ecológica, feminista, literaria, teatral, religiosa- que explore los
bordes de lo tolerado y genere conciencia al tiempo que dinamita los consensos
que construye la vertiginosidad, las fake news, el aburrimiento entretenido, la
represión y el horizonte consumista.
No puede ser una
pelea individual porque En el show de Truman el engañado era uno y le engañaban
todos y aquí los engañados somos todos y quien engaña es el 1. El 1%.
Dormir es
revolucionario, porque en el sueño se sueña. Por eso el sistema tolera bien que
se induzca el sueño con pastillas, alcohol o drogas. Para que no exprese la
voluntad de despertar del sueño con un cuchillo entre los dientes. En cambio,
dormir desde la naturalidad del sueño recarga la conciencia, revisita la
memoria, rompe la física y la química. Dormir puede ser más revolucionario que
estar entretenido.
La nuevas vías de
percepción... Drogarte en el siglo XXI suele ser una perversión de lo que han
sido las drogas, que han perdido su capacidad de relajar las relaciones,
diseñar mundos alternativos y generar percepciones diferentes a las de la
vigilia. Drogarte para suspender el entendimiento es el sueño del poder. ¿O
alguien cree que si el Estado más poderoso del mundo no quisiera acabar con las
drogas lo haría? En EEUU hay drogas porque el sistema es inmundo, igual que en
Japón las autoridades toleran la ingesta de alcohol hasta la extenuación o
alimenta los únicos sueños del sexo a través del manga. En el mundo griego los
esclavos trabajaban menos de lo que se trabaja en la actualidad y a un señor
feudal le hubiera resultado inconcebible que sus súbditos trabajasen para él
ocho horas al día.
Las drogas, cuando
se juntan con el quizá peor mal del capitalismo, que es la pérdida de raíces,
el desarraigo, son un veneno para la libertad.
Pero los procesos
de percepción alternativa, regresadas al lugar colectivo y también individual
del conocimiento, de la indagación, de la averiguación, abrirían escenarios
alternativos que podrían despertar las conciencias.
La tercera
posibilidad está en militar en las distintas formas de la vida consciente. Las
cosas humanas son más fáciles en compañía, pues el hacer cosas con otros y
otras generamos diálogo y el diálogo despierta el cerebro y activa la
consciencia. Hablar es la forma más fácil de escribir y que las ideas fluyan,
vayan y vengan.
Dormir es gratis;
drogarte, cuando las brujas conocían las hierbas del campo y en cada casa se
producía el vino y el aguardiente, también era asequible. Reunirte con los
amigos, con los compañeros, con los comilitones, con los colegas, con los otros
activistas no reclama el precio de una entrada. De hecho, es la diferencia
entre una entrada que te cobra un
tercero o una caja donde cada cual puede depositar su contribución para los
gastos de la reunión.
Dormir, recrearse
camino de otras vías de percepción -que drogarse suena feo- y marcarse y trabajar
por alguna meta colectiva no necesitan dinero, pero necesitan gente.
Tenemos un problema
cuando los pecados capitales los hemos convertido en intermediaciones
tecnológicas en las redes. Netflix la pereza, Twitter la ira, Amazon la
avaricia, Tinder o porntube la lujuria,
Instagram la envidia, Tik Tok el desentendimiento, Facebook lo tribal...
El anillo
de Giges y las tarjetas black
Tenemos que
conectar las consecuencias con las causas, definir los nuevos deseos y
articularlos colectivamente.
El anillo de Giges
es un cuento de La República de Platón. Un paisano lo encuentra en una gruta
profunda colocado en el esqueleto de un guerrero muerto. Por casualidad se da
cuenta de que cuando lo gira, se hace invisible. Y lo piensa para hacer el mal,
no para hacer el bien. Es lo que tienen los superpoderes.
Puede entonces, nos
cuenta Platón, meterse en cualquier cuarto, apropiarse de las riquezas, meterse
sin permiso en el lecho de las mujeres, usurpar el lugar del rey. Pero ¿qué
pasaría si todos tuviéramos el anillo de Giges? Seguramente nos pondríamos de
acuerdo en prohibir el maldito anillo. Si todos lo tienen sería el desastre.
Nadie se ve, todos quieren tomar ventaja y todos terminan haciéndose daño. El
poder siempre hay que limitarlo. Lo tenga uno e incluso cuando lo tienen todos.
En términos de
dinero, el anillo de Giges es como tener una tarjeta black. Una tarjeta black
para todos dejaría de ser black, es decir, dejaría de ser opaca.
Lo más parecido a
una tarjeta black universal es trabajo decente para todos, servicios públicos
para todos, y una renta básica para todos compatible con el trabajo y con los
servicios públicos.
El dinero encarna
el espíritu moderno de la racionalidad, de la calculabilidad, de la
impersonalidad. En el trueque intercambiamos cosas que sentimos propias por
cosas que sentiremos propias.
Nos sentimos
iguales con el derecho romano, luego con el cristianismo, luego con los
derechos humanos, ahora compartiendo dólares.
El dinero
y los mafiosos
Un mafioso puede
pedir a un tendero que le entregues a tu hija, lo que generará un enorme
enfado. Pero en vez de eso, puede pactar que le entregues mil euros al mes.
Entonces, para pagar eso que has convenido con el mafioso prostituyes a tu
hija, que es usada por el mafioso todos los meses por mucho menos dinero. Y
todos contentos porque el dinero da libertad a todos. Todos, claro, menos tu
hija. El dinero es muy hipócrita porque al convertirlo todo lo oculta. Si das
dinero a Ucrania está bien, pero si mandas soldado o aviones está mal. Aunque
con el dinero compre soldados y aviones. Le pasaba a los estados vasallos de
Atenas: si pagaban el tributo con soldados, esos soldados no podían ponerse en
armas contra su propio país. Por eso Atenas prefirió el tributo monetario.
En las culturas
donde no estaba todo mercantilizado, cuando entre iguales se regalaban algo muy
valioso, la persona regalada puede incluso ofenderse, porque nunca podrá
hacerte un regalo similar. En los intercambios desiguales siempre hay un
agradecimiento, que está pendiente hasta que se zanja la deuda. Hoy cuando
compramos algo pensamos que pagamos su precio, de manera que ahí termina el
intercambio. Mantenemos un viejo atavismo que nos hace pensar que no hemos
cubierto todos los ángulos. Por eso, cuando pagamos damos las gracias.
En la película In
time, todos tenemos un código de barras en el antebrazo con los minutos de vida
que tenemos. Cuando trabajamos, nos lo recargan. Cuando vamos al supermercado,
nos restan esos minutos. Si no puedes pagar el alquiler, te quitan todos los
minutos.
Esto es pensable en
sociedades donde vive demasiada gente y no pasa nada porque se mueran dos mil
millones. Se nos ha olvidado que hemos llegado aquí cooperando.
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