domingo, 8 de enero de 2023

LULA INTENTA REBOBINAR LA ERA BOLSONARO

 

LULA INTENTA REBOBINAR LA ERA BOLSONARO

El discurso de toma de posesión, más escorado a la izquierda de lo previsto, y las primeras medidas de su Gobierno apuntan a las antípodas políticas del ejecutivo de extrema derecha

BERNARDO GUTIÉRREZ

Toma de posesión de Lula da Silva, el pasado 1 de enero.

La rampa del palacio do Planalto de Brasilia, sede del poder ejecutivo de Brasil, fue escenario el domingo 1 de enero de una imagen insólita. Jair Bolsonaro decidió viajar a Miami para no realizar el tradicional traspaso de la franja presidencial al presidente electo Lula da Silva, lo que provocó una de las escenas más icónicas de la historia del país: una mujer y un niño negros entregaron la banda presidencial junto a otras cinco personas de la sociedad civil, entre ellas un hombre indígena y un hombre con discapacidad. El artista Jorge Silveira sintetizó el momento con una ilustración: “Brasil toma posesión de sí mismo”.

 

La imagen vino precedida de un discurso de Lula da Silva en el Congreso de los Diputados más escorado a la izquierda de lo previsto. Un contundente Lula calificó de “estupidez” el teto de gastos (austeridad de las cuentas públicas), anunció una reforma laboral y se comprometió a acabar con el hambre en Brasil. “Dilapidaron las (empresas) estatales y los bancos públicos; entregaron el patrimonio nacional. Los recursos del país fueron rapiñados para saciar la codicia de los rentistas y de los accionistas privados de las empresas públicas”, aseguró el presidente, que repitió el lema ditadura nunca mais y acuñó uno nuevo: democracia para sempre.

 

El 1 de enero Lula también rompió el protocolo. El presidente electo, que algunos medios llaman ya Lula 3 en alusión a su tercer mandato, no usó el bolígrafo oficial de la ceremonia de posesión. Utilizó un bolígrafo-fetiche que un ciudadano del nordeste del país, tierra natal de Lula, le entregó hace tres décadas en un mitin. “Me dijo que el bolígrafo era para que firmase la posesión si ganaba las elecciones de 1989”, explicó Lula.

 

Como si estuviera en 1989, campaña en la que Lula lideraba un frente izquierdista que apelaba a la defensa de las empresas estatales y los servicios públicos, firmó con su bolígrafo-talismán la revocación de las medidas más polémicas del anterior Gobierno. Las firmas de Lula con el resucitado Boli 89 deshicieron leyes aprobadas por Bolsonaro que no pasaron por el Congreso, la mayoría decretos presidenciales. Entre ellas, un despacho que abría la privatización de ochos empresas públicas. La empresa pública de petróleos Petrobras y Correos están ya a salvo del rodillo privatizador de Bolsonaro. “Vamos a acabar con las privatizaciones en este país. Vamos a demostrar que algunas empresas públicas van a ser rentables”, dijo Lula en uno de sus últimos discursos de 2022.

 

Las primeras medidas de Lula

 

Si dios (y el diablo) está en los detalles, la mística de Lula 3 se concentra en un bolígrafo. El Boli 89, ese objeto alquímico, desenterró el heterónimo más rebelde de Lula. El Boli 89 –tótem, linterna, micrófono, punta de lanza– visibilizó un momentáneo regreso del Lula que perdió las elecciones de 1989 por su exceso de retórica rebelde. El déjà vú no es casual. Forma parte de un conjunto de detalles izquierdistas que se cuelan en la narrativa más centrista del frente democrático que derrotó a Bolsonaro. La campaña de Lula de 2022 reeditó el jingle electoral de 1989 Sem medo de ser feliz. Y, mientras elogiaba con tono moderado las virtudes de la democracia liberal, rescataba en múltiples discursos algunas propuestas de 1989: derecho a la vivienda, educación pública, sanidad pública, carestía de la vida, inversiones del sector público. Propuestas que tras la destrucción del Gobierno Bolsonaro vuelven a ser prioritarias.

 

Desde el martes 2, están revocadas las leyes que liberalizaban la posesión de armas, abrían la Amazonía y las reservas indígenas a la explotación comercial

 

El discurso de Lula y sus primeras medidas asustaron a los sectores conservadores. El diario Estadão de São Paulo publicó un duro editorial titulado “El viejo Lula está de vuelta”, en el que calificaba sus ideas económicas como atrasadas. Esta semana, la bolsa de São Paulo cayó. El real brasileño se desvalorizó. Ninguna sorpresa para Lula, que recibió la misma acogida de los mercados cuando asumió el poder en 2003. A pesar de ello, la austeridad neoliberal no parece estar en el horizonte del nuevo Gobierno. Lula ha colocado a pesos pesados de la izquierda en la dirección de Petrobras y de los tres principales bancos públicos: el Banco do Brasil, la Caixa Econômica Federal y el Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES). Especialmente relevante es el nombramiento de Aloizio Mercadante, uno de los fundadores del Partido dos Trabalhadores (PT), como director del BNDES. Mercadante, histórico enemigo de la austeridad, ya ha anunciado que el BNDES que prestaba dinero público por debajo de las tasas de interés está de vuelta. Si Dilma Rousseff colocó al ortodoxo neoliberal Joaquim Levy como ministro de Hacienda para satisfacer a los mercados, Lula 3 avanza en otra dirección. El nuevo jefe de la cartera no es otro que Fernando Haddad, candidato presidencial del PT en 2018, que apunta a ser el sucesor de Lula en 2026.

 

El resto de medidas firmadas por el Boli 89 son un sonoro rewind al legado de Bolsonaro. Desde el martes 2, están revocadas las leyes que liberalizaban la posesión de armas, abrían la Amazonía y las reservas indígenas a la explotación comercial, segregaban a personas con discapacidad en la educación o impedían la participación ciudadana en la definición de políticas públicas (Bolsonaro eliminó el 75% de los consejos populares). Los cien años de sigilo que Bolsonaro decretó para las investigaciones sobre su familia quedaron reducidos a treinta días. El renacimiento del Fondo Amazonia, que canalizaba fondos internacionales para la conservación de la Amazonía, redondea la canetada de Lula, jerga usada para leyes que emanan directamente del poder presidencial.

 

Lula 1, Lula 2, Lula 3

 

Lula sabe que no conseguirá gobernar únicamente vía decretos. Necesita sellar alianzas en el Congreso y en el Senado. Necesita diplomacia y táctica

 

Lula 3 baila en el espejo de su pasado. Compone una estudiada coreografía con sus alter egos que ya gobernaron. El nuevo-viejo presidente equilibra su swing izquierdista con el pragmatismo adquirido por Lula 1 (presidencia 2003-2006) y Lula 2 (presidencia 2007-2010). Las primeras medidas del nuevo Gobierno, tildadas de revanchistas por el bolsonarismo, se compensan con un gabinete de ministros bastante pragmático. Lula 3 sabe que no conseguirá gobernar únicamente vía decretos. Necesita sellar alianzas en el Congreso y en el Senado. Necesita diplomacia y táctica. Necesita al Lulinha paz e amor que llegó al poder en 2003 (Lula 1) y al político negociador que consolidó la alianza con el bloque político del centrão (Lula 2).

 

El PT tiene apenas 11 ministerios de los 37 ministros. Los partidos aliados del frente democrático tejido por Lula están bien acomodados (seis ministerios). El centrão tiene seis ministerios: tres para el Movimento da Democracia Brasileira (MDB) y tres para el Partido Social Democrático (PSD). El Partido Democrático Trabalhista (PDT) de Ciro Gomes, que fracasó al intentar disputar la hegemonía de la izquierda al PT, tiene dos. La gran sorpresa: la entrega de tres ministerios a la derecha. Si el nombramiento de José Múcio como ministro de Defensa (afiliado al Partido Trabalhista Brasileiro, PTB) entraba en algún cálculo, la entrada en el Gobierno de União Brasil, partido del exjuez Sérgio Moro que encarceló a Lula, ha irritado a la izquierda. Lula 1 y Lula 2 saben lo que hacen: los dos ministerios de União Brasil, Comunicación y Turismo, parecen más concebidos para dividir y provocar un cortocircuito en un partido que aspira a reunificar a la derecha no bolsonarista que una decisión orientada a la gobernabilidad.

 

Por otro lado, los nueve ministros sin filiación partidista inyectan narrativa ciudadana. Una exjugadora de voleibol (Ana Moser). Una cantante (Margareth Menezes). Abogados. Periodistas. Ciudadanos comunes y corrientes, como los que entregaron la franja presidencial a Lula el día de su posesión. Ciudadanos de a pie para que Lula 3 surfee la ola antipolítica que entronó a Bolsonaro como el presidente antisistema. 

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