RACISMO PERIODÍSTICO
ANÍBAL MALVAR
No solo a Vox
debemos los más elaborados mensajes racistas de las últimas calendas. El
racismo y la aporofobia, tan confundidos y tan confundibles, cuelan sus
mensajes con mayor o menor sutileza en los foros más insospechados. Me ha
sucedido esta misma mañana con la portada de El País. En ella, bajo una foto de
la alambrada fronteriza de Ceuta, se nos informa de que «153 migrantes saltan
la valla el día en que llegan los 15 del Open Arms«. Resulta difícil discernir
qué sentido tiene colocar dos noticias tan diversas en el mismo titular. Como
si existiera una relación causal entre ellas. La única relación entre una y
otra es que las dos hablan de africanos que huyen. Son demasiados africanos
para caber en un solo titular. Quizá lo único que relaciona a unos y otros sean
las palabras:
«Los inmigrantes
[devueltos en caliente], que permanecieron agarrados a la valla durante dos
horas, suplicaban a los agentes que les dejaran entrar: ‘¡España!, ¡España!’,
gritaban. ‘¡Amigo!, ¡amigo!’, clamaban, según testigos presenciales», escriben
Ortega y Cañas en su excelente crónica interior para El País, donde en ningún
momento se vincula el salto con la arribada a Cádiz del Open Arms.
Hemos llegado a un
tiempo en que ya no nos conformamos con mensajes simples, los exigimos
simplistas. De ahí el éxito fulgurante de discursos como el de Ciudadanos con
Catalunya y el de Vox con todo lo humano, lo divino y lo absurdo. Por eso el
mensaje que lanza al mar sin botella la portada de El País provoca regüeldo
retórico. Suena dicho titular como si estuviera invocando al fantasma del
efecto llamada, al relacionar los dos sucesos. Hay que tener mucho cuidado con
las palabras. No sé cómo se las apañan para no ser nunca inocentes.
La joya migratoria
de estos días nos llega desde El Mundo. El analista de seguridad Román D. Ortiz
nos regalaba, a mediados de semana, un artículo criminalístico digno del
mismísimo Sherlock Holmes bajo el sugerente título: «¿Qué pasa con la seguridad
en Barcelona?».
Con rigor, nos
informa el analista de las estadísticas que demuestran que los robos con
violencia en Barcelona crecen a un insostenible 27% anual. De los 10 asesinatos
de 2018 y de los 13 que ya enlutan este año.
Luego medita las
causas: «Entre 2003 y 2018, el número de migrantes censados en la provincia ha
pasado de 268.093 a 802.741»; «zonas del centro urbano se enfrentan a la
presencia de menores extranjeros no acompañados, frecuentemente de origen
norteafricano, que se han convertido en uno de los motores del crecimiento de
la criminalidad»; «Ada Colau ha ganado notoriedad por sus simpatías hacia el
movimiento okupa [y los] manteros». Después de esta poética retahíla, el autor,
cual cuñado cum laude, nos aclara: «Esto no quiere decir que el aumento de
extranjeros sea el factor que explique el crecimiento de la delincuencia».
Acabáramos, doctor Watson.
Lo que quiero decir
con esto es que, tanto el titular de portada de El País como este –sin duda–
bienintencionado análisis, podrían publicarse tal cual en una revista
propagandística de Vox o del acechante Salvini. Tras tantos siglos y milenios
de historia, el racismo y el machismo están tan arraigados que son incluso más
difíciles de detectar en uno mismo.
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