EL VOTANTE DIVINO
GERARDO TECÉ
Últimamente en
España se han escrito, y con razón, toneladas de literatura sobre el político
incapaz e irresponsable. Sin embargo, se ha escrito poco o nada sobre el
votante divino. Un personaje incluso más importante que el político incapaz y,
como mínimo, igual de responsable de las situaciones políticas que se puedan
generar. Al votante divino lo conocemos bien, pero por otros nombres: harto,
desilusionado, cansado… En las tertulias de televisión, en los telediarios y otros
shows, el asunto está de moda. ¡Es indignante! ¡Los hicieron salir de casa para
votar hace cinco meses y ahora se lo piden de nuevo! ¡No hay justicia en este
mundo! Con el votante cansado como nuevo referente social a promocionar, las
previsiones son que la abstención en las próximas elecciones podría ser muy
alta y las consecuencias, pues cualquiera sabe.
El votante divino
suele ser una persona de izquierdas. De esas que piensan que la justicia es un
derecho que le corresponde porque sí y no una pelea durísima a puñetazos, cada
día, en cada esquina. El votante divino es un tipo comodón, infantil, llorón,
acostumbrado a esa estupidez de que el cliente –él en este caso– siempre tiene
la razón. Y, si no se la dan, deja de respirar. O de votar. El votante divino
ha comprado hace tiempo el argumento siniestro de que la democracia consiste en
ir con la papeleta cada cuatro años y esperar tranquilamente a que otro le
solucione la vida. Al votante divino no le pidas nunca responsabilidad, ni que
presione para defender lo suyo, ni que entienda y señale los resortes del
poder, porque todo eso no es lo suyo, sino la queja vacía y apta para todos los
públicos –¡qué vergüenza, otra vez elecciones!–. No se me ocurre un personaje
mejor para ser anunciado en televisión.
El votante divino,
pieza fundamental que permite que el político incapaz tenga una vida de
monarca, no movió un dedo para evitar elecciones y hay dos opciones para que no
lo hiciera. La primera, la improbable, es la pereza. La segunda, la muy
probable, es que durante todo este tiempo de negociación de Gobierno el divino
haya estado de acuerdo con la posición del partido al que votó. Si no hemos
visto a los votantes de PP y C’s exigirles a sus partidos la abstención para
evitar elecciones; si no hemos visto a los votantes de UP manifestarse para que
Iglesias aceptase un Gobierno en solitario del PSOE; si no hemos visto a los
votantes del PSOE exigirle a Pedro Sánchez un Gobierno de coalición con UP,
¿por qué culpar a los políticos? Si la única pista social que tenemos es la
falta de movilización de votantes y militantes contra sus líderes, lo que han
hecho estos no ha sido otra cosa que respetar el voto que recibieron de los
suyos. Ya vale de lloriqueos.
El votante, hoy más
que nunca, es tratado como un menor de edad al que no se le puede exigir nada.
Pero la verdad es que, si no presionaste a los tuyos, es que estás de acuerdo
con ellos, y es tan culpa tuya como de los políticos la repetición de
elecciones. Deja de llorar. La verdad es que si hace cuatro meses entendiste el
problema que supone la extrema derecha en el poder y hoy ya se te ha olvidado,
el problema no es de los políticos, sino tuyo. Deja de llorar. La verdad es
que, si has asistido al proceso fracasado de formación de Gobierno con muchas quejas,
pero sin sacar ninguna conclusión de lo que ha pasado más allá del lloriqueo,
si no has tomado nota de nada, el problema, de nuevo, vuelve a ser tuyo. Deja
de llorar. Quien vota a corruptos es responsable de la corrupción y quien deja
de votar en unas elecciones por divino –como si ir a votar en España fuese
cruzar el desierto en busca de agua– será responsable de lo que la abstención
pueda traernos. Y si lo que viene es algo perjudicial para todos, por favor,
amigo divino, no se te ocurra llorar ni culpar a otros.
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