PINO OJEDA, LA POETA DEL AMOR ARREBATADO BRUSCAMENTE
La artista canaria
comenzó a escribir a los 23 años, tras la trágica muerte de su marido en 1939,
en el frente de batalla de Extremadura
ANA SHARIFE
Entre los autores
que forman parte del temario de la Evaluación de Bachillerato de Literatura
Universal para Acceso a la Universidad (EBAU), en Canarias, hasta el pasado
curso sólo se encontraba una mujer, Josefina de La Torre (Gran Canaria,
1907-Madrid, 2002). Poetisa, novelista, soprano y actriz formó parte de la
Generación del 27 y la corriente vanguardista hispánica de la primera mitad del
siglo XX. Su poema Me busco y no me encuentro desvela el sentimiento de
desgaste que sentía, rodeada de oscuridad, en un mundo de hombres.
Este curso
2019-2020, la obra de otra mujer se cuela en las aulas de Bachillerato y entra
a formar parte del temario de acceso a la EBAU. Se trata de Pino Ojeda (El
Palmar de Teror, 1916-Las Palmas de Gran Canaria, 2002), una de las poetas más
relevantes que ha dado la literatura canaria en el siglo XX.
La pintora canaria
comienza a escribir a los 23 años, a partir de la trágica muerte de su marido
en 1939, acaecida en el frente de batalla de Extremadura, durante la Guerra
Civil Española, de ahí que toda su obra beba de la fuente del amor como centro
de su existencia, aún en su último libro, El alba a la espalda (1987), donde
hace un sensible repaso a su vida.
La artista abre con
sus ahorros una galería de arte, y en 1952 se convierte en editora con la
fundación de la revista Alisios. Logra el accésit del prestigioso Premio
Adonais con su libro Como fruto del árbol (1953). Con La piedra sobre el camino obtiene el
tercer premio de poesía Tomás Morales (1955). Y Con el paraíso al fondo, su
única novela, fue finalista del Premio Nadal en 1954.
Pino Ojeda fue
adorada por los escritores más destacados de entonces. La terorense edita con
sumo esfuerzo la obra de muchos de sus coetáneos. Su correspondencia epistolar
habitual con Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas
o Carmen Conde, entre otros, habla por sí sola de lo que la admiraban y
respetaban.
A partir de la
década de 1950 es su obra la que comienza a figurar en colecciones como
Antología de poesía española (1954) de Aguilar, Poesía femenina española viviente
(1954), de Carmen Conde, la Segunda Antología de Adonáis (1962) y la Antología
general de Adonáis (1969), Panorama poético español (1965), de Luis López
Anglada, o Panorama Antológico de poetisas españolas (siglos XV a XX), de Luz
María Jiménez Alfaro, entre otros.
Sus libros han
estado, sin embargo, prácticamente descatalogados, y los publicados se
encontraban apenas en algunas bibliotecas y librerías de segunda mano. A día de
hoy, la escritora continúa siendo una desconocida para la mayor parte de los
lectores de Canarias y sus obras publicadas son escasas, en comparación con los
textos inéditos que se conservan.
La escritora aborda
a lo largo de su vida todos los géneros literarios (novela, teatro y poesía) y
colabora en revistas nacionales y extranjeras, como Poesía Española (Madrid),
Estafeta Literaria (Madrid), Revistart (Barcelona), Caracola (Málaga),
Al-Motamid (Tetuán) o Profil Littéraire de la France (Bélgica, dirigida por
Henri de Lescoët), por citar sólo algunas.
En 2002 Pino Ojeda
muere dejando 22 libros inéditos. Póstumamente se publica Árbol del espacio
(2007), ilustrado por Plácido Fleitas y Juan Ismael, así como el poemario El
derrumbado silencio, en 2017. Es necesario destacar El salmo del rocío (1993),
que obtuvo el Primer Premio Mundial de Poesía Mística, convocado por la
Fundación Fernando Rielo en 1991.
En la celebración
del centenario de su nacimiento hace tres años se presentó el estreno de la
película documental La habitación del fondo. El film narra la vida de una
artista que luchó por la liberación de la mujer en un contexto social y
político rural y conservador. Obra de Domingo Doreste, nieto de la artista, con
guion de su padre, daba a conocer la figura más íntima de una mujer adelantada
a su tiempo. El cineasta recuerda cómo su abuela “se atrevió a abrir caminos
que casi nadie transitaba”, y que “sin medios materiales abrió una sala de arte
en tiempos difíciles, y viajó para exponer en Suecia, Alemania, Francia, Suiza
y Estados Unidos”, realizando exposiciones individuales y colectivas,
itinerantes y permanentes, en museos y galerías. La artista es elogiada por
renombrados críticos de arte, que la consideran una de las precursoras del arte
abstracto en Canarias. Obras suyas figuran en colecciones privadas de Alemania,
Italia, Suecia, Japón y Estados Unidos.
En la cinta se
escucha a Pino Ojeda decir “lo mejor está por llegar”, y así ha sido. En el año
2000 se le concede el título de Hija Adoptiva de la Ciudad de Las Palmas de
Gran Canaria, y en 2001 es nombrada Hija Predilecta del Municipio de Teror.
Asimismo, se le otorga el Can de Plata de Cabildo Insular de Gran Canaria.
Actualmente, la artista cuenta con un busto de bronce, obra de Teo Mesa, en el
Auditorio de Teror, así como con una calle con su nombre en el municipio que la
vio nacer. El Gobierno de Canarias le rindió un emotivo homenaje en 2018, con
motivo del Día de las Letras Canarias.
Te busqué por los
sueños es uno de sus grandes poemas. La búsqueda del amor arrebatada
tempranamente.
Te busqué por la
tierra, por largos
pasillos de seres.
Te busqué por las noches,
por calles y
sombras, por quietas esquinas
agudas. Te busqué
por los días. Nadie
con carne y tacto
me descubría tu nombre.
Te busqué por los
bosques: altas miradas
rodaron por copas,
por ramas, por quietas
palmeras, por
viejos pinos lejanos. Pero nada,
nada tenía escrito
tu nombre.
Te busqué por las
hojas sobre vientres
de campos morenos.
Te busqué por los trigos,
por valles y
praderas de lirios, por montañas,
por fuentes. Por
cada sendero oculto
iba gritando tu
nombre.
Te busqué por los
mares, por frágiles
barcas de marineros
mojados. Te busqué
por algas, por
peces, por rocas agudas,
por olas y anchas
playas doradas.
Te busqué más
abajo, en lo hondo, entre
viejas astillas de
barcos remotos. Olvidadas
cartas marinas no
decían tu nombre.
Te busqué por
estrellas, por nubes,
por albas, por
quietos celajes. Te busqué
por los aires, por
la luna callejera,
por locas
primaveras saltando.
Te busqué por el
tiempo, por los siglos:
fríos cementerios
no tenían tu nombre.
Te busqué por un
signo, un signo de ave
y nadie, nadie
podría encontrarte.
Te busqué por los
sueños:
por los sueños, tú
me estabas esperando.
Muchas gracias por su artículo D. Anghel. Un abrazo de Domingo Doreste Jr.
ResponderEliminar