SOCIALISTAS CABREADOS
JUAN TORTOSA
Estoy rodeado de
gente progre, o presuntamente progre, cabreada conmigo. Les molesta que
defienda la necesidad de un gobierno de coalición, o que critique la cerrazón
de Pedro Sánchez y su sanedrín ante un momento histórico que quizá no vuelva a
repetirse. Pero lo peor no es eso, lo peor es que cuento además, entre mis
ilustres amistades, con votantes –y algo más que votantes- de Podemos que
tampoco creen imprescindible formar parte de un gobierno para votar la investidura
de manera favorable; que bastaría, dicen, con llegar a algún que otro acuerdo
de mínimos.
Luego vendrán los
arrepentimientos, vaticinan. Y yo no acabo de dar crédito cuando escucho esto
último, porque se trata del mismo argumento que repiten quienes nunca pensaron
en serio en la posibilidad de compartir el poder, los mismos que llevan desde
abril apostando por una repetición de elecciones. Ya se les ofreció en julio el
gobierno de coalición, ¿por qué no lo aceptaron?, insisten aún sabiendo como saben
que se trataba de una oferta improvisada con la boca chica, cuando solo quedaba
un fin de semana para la sesión de investidura, y realizada tras la decisión de
Iglesias de hacerse a un lado al proclamar Sánchez públicamente que el único
escollo para llegar a un acuerdo era el secretario general de Podemos. Pero que
corra la consigna porque, aunque no resista el mínimo análisis en profundidad,
ya se sabe lo que ocurre cuando una mentira se repite mil veces.
Enamorados de la
línea Errejón, muchos de mis amigos socialdemócratas no dejan de rezar para que
este se decida a montar un partido cuanto antes y entonces sí, entonces que
haya coalición. O fusión por absorción, quién sabe. Pero quienes defienden esta
opción saben de sobra que la verdadera fuerza del proyecto Podemos, por muchas
discrepancias y desavenencias que puedan existir en su seno, procede del enorme
caudal de indignación que consiguió concentrar el 15M. Que aquellos
acontecimientos fueran el germen del nacimiento de una formación política potente
que acabó poniendo de los nervios a los poderosos quienes, apenas se sintieron
en peligro, no dudaron en emplear su más pesada artillería para dinamitarla
cuanto antes. Cinco años largos llevan en el empeño.
Si Podemos no
hubiera nacido, Pedro Sánchez no existiría. Puede que ni hubiera dimitido
Rubalcaba. Y si hubiera ganado la primera vez, jamás habría resucitado tras la
asonada que le montaron en su propio partido. Ni habría conseguido apoyos para
plantear a Rajoy una moción de censura. Hay mucho troll que me honra con
granados insultos cuando desarrollo en redes alguna de estas ideas, pero
también hay amigos, hartos de regalarme “likes” cuando critico al Partido
Popular o a Ciudadanos, que se rebotan cuando hago lo mismo con el PSOE o con
“su Pedro”, el mismo Pedro al que hasta hace poco ponían a caldo cada dos por
tres, el mismo Pedro al que hasta anteayer mismo querían volver a mandar a los
infiernos con urgencia. Pero ahora ya no, ahora les gusta porque le mete caña a
Pablo Iglesias y porque por fin conseguirá gobernar con Ciudadanos cuando se
celebren nuevas elecciones, que por lo visto es lo único que les tranquiliza,
la máxima aspiración de buena parte de los socialistas en nómina.
Lo siento, Miguel
Ángel, José Manuel, Juan Ramón, tan amigos de toda la vida como incondicionales
del PSOE. Soy el mismo cuando repruebo al PP que cuando lo hago con vuestro
partido. El mismo al que aplaudís en facebook y en twitter cuando critico a la
derecha de siempre, que aquel con quien os cabreáis cuando hablo del evidente
alejamiento de la izquierda por parte de vuestra amada formación. Lo malo de
todo esto, manda narices, es que al final acaben resintiéndose los afectos.
J.T.
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