OPERACIÓN DESNUDAR A SÁNCHEZ
GERARDO TECÉ
Día 118 desde que
el PSOE se independizó de las matemáticas. 118 días ya, casi cuatro meses,
desde que, con los votos recién escrutados y todo dios dando por hecho el
gobierno de coalición de izquierdas –única opción posible según los números–,
Carmen Calvo anunciaba en la SER que Pedro Sánchez tenía la intención de
gobernar en solitario, provocando un patatús generalizado en todo el frente
peninsular y la indignación de Pitágoras, padre griego de las matemáticas, que
desde su tumba solo acertaba a articular un joroña que joroña.
Cuatro meses
después, empeñado en negar las reglas básicas de la aritmética, Pedro Sánchez
ha continuado su Tour Distracción’19 con una nueva parada. En este caso, la
presentación de un plan de medidas estrella para su presidencia. El método
usado es el método Florentino. Esto es, llenar de cámaras y glamur el palco del
Bernabéu para presentar a un crack mundial después de no haber rascado metal
nacional la temporada anterior. Al no rascar metal de Sánchez lo llamamos
conseguir en cuatro meses de negociación el único apoyo del diputado del
Partido Regionalista Cántabro. Un plan, el que presenta hoy Sánchez, de 370
medidas. Ni una más ni una menos. Un menú mayor que el de algunos restaurantes
de carretera que, por desgracia, he conocido. Cualquiera al que le guste parar
en bares sabe que cuanto más corta la carta, más honestos suelen ser los
platos. Y viceversa. Un plan de medidas destinado a lograr los votos de UP para
la investidura de Sánchez, según el PSOE. Un plan destinado a crear relato,
según el resto de mortales que saben perfectamente que negociar y anunciar algo
por televisión –como también hizo Iglesias en 2015 presentándose como
vicepresidente por sorpresa– son cosas distintas. Hoy, Sánchez pone sobre la
mesa de Iglesias un camino con dos bifurcaciones a elegir. Querida Maga. En una
de las bifurcaciones –la esperable si
Unidas Podemos se mantiene firme en su posición–, en nada estaremos en campaña
electoral –este acto ya es campaña electoral de hecho– y Sánchez mostrará el inmenso
menú del gobierno de progreso que no pudo ser por culpa de Iglesias, al que
responsabilizará de los precios del alquiler, de los contratos precarios y del
maldito capitalismo. Para cerrar los mítines cantará la Internacional junto a
Iván Redondo y Carmen Calvo.
La segunda
bifurcación es una posibilidad poco probable a esta hora –mañana no sabemos
porque con la izquierda española, como con la mayonesa fuera de la nevera,
nunca se sabe–. En la segunda bifurcación, el mismo Iglesias que aceptó el órdago
de su veto personal a entrar en el Gobierno –nunca aceptará renunciar, tenían
claro desde el PSOE cuando lo propusieron; si no, no lo hubieran propuesto–
volvería a aceptar de nuevo el órdago sentándose a hablar de programa. El ego
herido de Iglesias –vetado por el PSOE tras ser víctima de las cloacas– y el
trato del PSOE a Unidas Podemos hacen complicado imaginar este escenario, pero
no por complicado el escenario deja de ser interesante. De hecho, esta opción
ha sido siempre la preferida del sector anticapitalista de Unidas Podemos –el
de Andalucía. La tesis pasa por dejar al PSOE de Sánchez solo en La Moncloa,
pero convertir a UP en su casero. El sí a la investidura de Sánchez consistiría
en obligarlo a firmar públicamente una serie de medidas de esas que podríamos
llamar Digo Diego. Esas que el PSOE es especialista en usar para la campaña
electoral y especialista en incumplir en el gobierno: derogación de la reforma
laboral, regulación del alquiler, justicia fiscal o la revisión del concordato
con la Iglesia, por poner algunos ejemplos de Digo Diego. Si Sánchez no acepta,
decían los anticapitalistas, habrá perdido el relato de culpar a Podemos. Si
acepta, el escenario pretendido por la dirección de Podemos (Iglesias
trabajando para Sánchez en el gobierno) cambiaría no necesariamente para peor.
Sería Pedro Sánchez y el PSOE quienes tendrían que dar explicaciones a Unidas
Podemos del estado de las tareas encomendadas. Es decir, Iglesias, controlando
al gobierno y decidiendo la duración de Sánchez en La Moncloa. Si el PSOE
incumpliese un contrato firmado en público, la batalla por controlar la
izquierda tendría un perdedor que se habría mostrado desnudo e incapaz de
articular esas políticas de izquierdas más allá del Digo Diego. El plan de 370
medidas que ha anunciado Sánchez en televisión para presionar a Unidas Podemos
podría ser un bumerán peligroso para el PSOE si en Unidas Podemos existiera la
capacidad de apostar por la eficacia. Eficacia para obligar al PSOE a
desarrollar políticas económicas de izquierdas y eficacia para la propia
estrategia del futuro de Unidas Podemos. En principio, cualquiera apostaría a
que esa capacidad de eficacia no existe en un UP que nos tiene acostumbrados a
lo contrario: el harakiri como deporte favorito en el planeta morado. Pero
también pensábamos que sería imposible que Iglesias, con ganas de revancha tras
las cloacas, hiciese un movimiento como el que hizo echándose a un lado. Si
vuelve a hacerlo y se mueve con inteligencia, podría llevar al PSOE a firmar
unos compromisos que lo someterían a un test de estrés que podría dañar la
estructura de un partido con demasiados pilares asentados en los poderes
económicos que se empeñan en alejar a Unidas Podemos de La Moncloa. Es la tesis
“Desnudar a Sánchez”. Pero solo eso. Una tesis. La realidad es que todo indica
que el camino elegido por UP será el de no impedir que Sánchez consiga su
objetivo desde el principio: ir a nuevas elecciones.
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