miércoles, 11 de septiembre de 2019

LOS PERVERSOS Y LOS INGENUOS


LOS PERVERSOS Y LOS INGENUOS
POR PATROCINIO NAVARRO VALERO
Sobradamente conscientes del estado de cosas negativas que sacuden el mundo a diario, y de las que en gran parte son responsables a distintos niveles, diversos gurús de la política, la economía,  la cultura, la ciencia ortodoxa o las religiones pretenden dar sus recetas de salvación para que las gentes puedan  ser libres, felices, sanas y hasta sabias. Pero parece harto difícil ser un ejemplo de lo que se predica. Cuando no se trata  de dictadores (reprimidos, jubilados, o activos), se trata de oportunistas, de intelectuales de pesebre, o  de amargados  inquisidores espirituales que a veces hasta se funden en una sola persona y son jefes de Estado, presidentes de Universidades, premios Nobel  o cabezas de una religión. Todos ellos hablan como hombres o mujeres de bien y pretenden aparentar que lo son. Además suelen coincidir en la forma de ver el mundo. Son conservadores, amantes del statu quo, y se alteran ante  palabras como disidencia, resistencia, oposición,alternativo, ecológico,animalista, ácrata, cristiano originario, pacifista,  antisistema o defensor del clima. Cuando se encuentran ante personas relacionadas con esos términos, lo primero que se preguntan es si defender eso es legal, no si es justo o deseable. Han sido hipnotizados por el Sistema vigente.



Quien tiene responsabilidades de poder o es una persona socialmente relevante conectada con el poder de alguna manera, tiene a su servicio competentes ejércitos de periodistas, psicólogos, asesores de imagen, especialistas en marketing, personal judicial  y otros, cuya función principal es mantener su imagen impoluta y libre de toda sospecha en cuanto a valores éticos. Puede que  carezcan de ellos en absoluto, como viene siendo habitual;  lo que importa es que se crea que los tienen, y que la sociedad debe estarles agradecida por su ejemplo. Y como viven del engaño, no pueden soportar la verdad y se convierten en sus detractores  en sus perseguidores o en sus manipuladores si  se encuentran ante  ella. Si se sienten  seriamente amenazados, matan al mensajero sin importar las posibles consecuencias de ese acto.

Matar al mensajero,  es un clásico. Se viene practicando desde siempre, y aún está al orden del día en todas partes y de diversos modos: desde el descrédito, la burla, o el vacío social al encarcelamiento, la tortura, el “asesinato sin culpable” o el de apariencia legal. Y esto nos muestra lo poco que los valores éticos y morales, y los sentimientos de bondad y justicia acompañan a los responsables de dirigir el mundo, pero también pone al descubierto lo poco extendidos que se encuentran en el propio género humano, tan poco dado  a vivir en la verdad como a defenderla de sus enemigos.

Así entramos en el tema de aquello que tenemos como sagrado, al menos oficialmente: verdad, justicia, bondad…De todo esto se habla, sí, a veces, pero en el fondo no se halla incorporado a la propia vida, si es que  no se desprecia. Sin embargo, es lo legitimo espiritual y lo que deberia ser considerado como forma natural de vivir, pese a todo y a todos.

En cambio puede aprovecharse lo espiritual- convertido en sucedáneo religión- como excusa para  una cruzada fundamentalista, como hace la Iglesia desde tiempo inmemorial o al servicio del fundamentalismo neoliberal del que los jefes de gobiernos del mundo y sus clones en todas partes han sido los mayores exponentes  hasta ahora.
El egocentrismo, lo humano inferior, en manos de gentes con poder mundano como las mencionadas, pretende usurpar el poder divino, el poder  de lo sagrado y anularlo. Todos quieren ser dioses. Y para ello no dudan en perseguir lo espiritual y legítimo y  sustituirlo  por leyes acomodadas  a sus intereses a las que titulan como Derecho.  No hay más que ver la pompa con que los jefes de Estado se reúnen en sus famosas “ cumbres” para tomar conciencia de sus pretensiones, igualadas tan solo por los científicos que aspiran también a ser Dios jugando con genes. Él  no juega a los dados, pero los colegas de Einstein se atreven a mucho  más: a jugar contra Dios.

Aceptar leyes espirituales como la de tratar a los demás como uno mismo desea ser tratado, y no dañar a nadie en ningún aspecto, que son expresiones legítimas de la ley del amor,- ley de leyes-  es la lucha verdadera a que es preciso  hacer frente diariamente. Y hay que ser muy cautelosos, porque el enemigo que necesitamos combatir  puede haber anidado en nuestra mente y en nuestro corazón, y hacernos creer que el desenfreno del consumo, aunque dañemos el medio ambiente y a los animales, tener como válido  cualquier trabajo, aunque sea fabricar armas; o ser soldado y  matar personas; ser cazador, o  dirigente político contra  la voluntad popular; o tener altos cargos en una Institución donde no se respeten los valores espirituales, aunque se llame Iglesia, todas esas actividades ¿ acaso  son  compatibles con la conciencia, con la ética y el  progreso espiritual? ¿ Son legítimas?  Da igual la religión o el partido político en el que se crea, porque la conciencia- que es la encargada finalmente de valorarlo a uno- no admite programas humanos y antes o después nos lo hace saber.
Sin embargo,  desde las altas esferas de esos poderes humanos – y con éxito, por desgracia- se intenta dejar al margen de la “cosa pública” la conciencia y las leyes divinas, igual da se trate de un Gobierno, se llame como se llame,  que de una institución  Iglesia . Todos los esfuerzos de estos dos pilares de dominación van encaminados precisamente a hacer invisible el papel de la conciencia. Sus dirigentes y servidores  sacrifican la ética y la moral personal  para mantener privilegios y poder, y para triunfar en este empeño no acostumbran a detenerse ante nada. Ni siquiera ante la propia supervivencia de la vida en el Planeta. Primero ellos, luego el Diluvio, es su forma de pensar y actuar. Por supuesto, todo eso se disfraza de legalidad, cuando no de designio de la Providencia divina. Y en este juego sucio pretenden hacer pasar  por Justicia lo que solo es Derecho; y por legítimo, lo que es tan solo legal y sujeto a la  mudanza resultante  del forcejo entre  poderes.

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