REINO DE ESPAÑA: EL VERDADERO MARGEN
DE LAS NEGOCIACIONES
POR GUSTAVO BUSTER
Antes incluso de
sentarse por primera vez el pasado día 5 con el equipo negociador de Unidas
Podemos, los estrategas del PSOE de Pedro Sánchez han decidido humillar a su “socio
preferente” haciendo -como diría el joven Marx- esa humillación más
insoportable creando conciencia de la misma. Descartado el “gobierno de
colaboración” y el “gobierno de coalición”, la tercera vía propuesta por
Sánchez es la de una sumisión a su dirección que le asegure cuatro años de
estabilidad parlamentaria. La presencia de Unidas Podemos quedaría relegada a
“instituciones del estado que no dependen del Consejo de Ministros” pero “sin
controlarlas” (sic).
Y ante la amenaza
de Izquierda Unida de un apoyo sin condiciones exclusivamente para la
investidura de Pedro Sánchez, pasando a la oposición a continuación, el
beneficiario la ha rechazado, reafirmando la necesidad de un “gobierno fuerte y
estable” ante los retos que se avecinan, que no son pocos.
Como era
previsible, la reunión de cinco horas no sirvió para nada. O como puntualizó la
portavoz del gobierno socialista, la ministra Celáa: “para intercambiar
información con todos los sectores de Unidas Podemos, que es muy importante”.
Ese intercambio de información se limitó a las 370 medidas distribuidas por el
PSOE a la prensa unos días antes, tras descartar por los mismos medios en
cuatro horas y un twitt una oferta programática previa de Unidas Podemos en
agosto.
El documento
socialista carece de contexto, de fichas financieras y de grandes ideas, aunque
si contiene algunas líneas rojas evidentes, además de los silencios sobre otras
materias. Ni la Ley Mordaza, ni la contra-reforma laboral de 2012 son abolidas,
sino simplemente reformados sus “aspectos más lesivos”, a la espera de una
negociación tripartita sobre un nuevo Estatuto de los Trabajadores. Descartado
cualquier diálogo con los sectores soberanistas catalanes que no sea “en el
marco de la Constitución” -dónde no cabe ni la autodeterminación ni otras
soberanías que la única de la “nación española”- y ante la previsión de una
reacción popular por las sentencias en los juicios contra los dirigentes
independentistas, se exige a Unidas Podemos que certifique por escrito su
abandono del derecho de autodeterminación, no ya para entrar en un “gobierno de
coalición”, sino para dar su apoyo a Pedro Sánchez.
Que a Pablo
Iglesias le haya sonado “bien la música” de algunas de las medidas dice
bastante sobre su oído político en estas circunstancias, prisionero desde el
comienzo de una estrategia eurocomunista de pretender ser “partido de gobierno
y partido de lucha”. Pero como se ha señalado, las condiciones para lo segundo
están por reconstruir, tras el cierre en falso del ciclo de movilizaciones iniciado
por el 15 M. Y en lo que se refiere a lo primero, dejando de lado la crisis
organizativa interna de Podemos y esperpentos como los de la entrada en el
gobierno autonómico de La Rioja, Iglesias se ha tropezado con el veto de los
poderes fácticos y también de la dirección sanchista del PSOE, que quieren
evitar cualquier oposición potencial al régimen del 78, mientras se recomponen
las condiciones del viejo bipartidismo dinástico. Y como le pasó a Berlinguer,
a Marchais o a Carrillo en su momento, la ruptura del dique de contención de su
participación en el gobierno se ha convertido en la prioridad estratégica:
dejar de ser fuerzas alternativas al régimen para convertirse en partes
representativas del mismo, aún a costa del propio dirigente marginado.
Tanto es así, que
ante la firmeza envanecida de Sánchez, el único margen creíble que parece
quedar para que haya el pretendido “gobierno progresista” monocolor es que ceda
Unidas Podemos y firme un acta de sumisión para cuatro años.
La narrativa de boa
astringente del PSOE, acompañada por los medios de comunicación y la
utilización de las plataformas del gobierno en funciones para su propaganda
sigue teniendo la sequedad de los espejismos en el desierto. Es decir, solo 123
+ 1 diputados (PRC), el rechazo total de la derecha tripartita radicalizada y
una perspectiva electoral, según las encuestas, en las que el PSOE alcanzaría
los 145 diputados y una mayoría simple si cuenta con los votos, una vez más, de
Unidas Podemos (unos 40). Es decir, la negociación entre ambas fuerzas seguiría
siendo imprescindible, a menos que el PP o Ciudadanos no decidiesen cambiar su
estrategia de frente único reaccionario por un “gobierno de unidad nacional”
con el PSOE.
El espejismo ignora
el contexto: la crisis de gobierno en Italia y Gran Bretaña, las consecuencias
del Brexit, la amenaza eminente de una nueva recesión global y una crisis de la
deuda, la crisis constitucional en Cataluña y la implosión del sistema de
financiación autonómico. Si hay elecciones el 10 de noviembre no habrá
presupuestos del 2020 y se tendrán que prorrogar unos presupuestos marcados por
la estrategia de ducha escocesa de Montoro con una perspectiva de crecimiento
que, en el mejor de los casos rondará el 2% del PIB, en una clara trayectoria
de declive.
La mayoría de estos
problemas, a los que hay que añadir los de la corrupción, reflejan la crisis
estructural del régimen del 78, no fenómenos coyunturales, y son la razón de la
inestabilidad política por la descomposición del bipartidismo y la consolidación
de sistemas políticos propios en Catalunya, Euskadi y Navarra. Ante ellos, la
estrategia de Moncloa es situar a Pedro Sánchez por encima, como un árbitro con
pretensiones cesaristas, en las que el “populismo” ha sido transformado en
“progresismo” (ni mención a un “gobierno de izquierda”), sin aportar otra cosa
que la ilusión del malabarista.
¿Es posible
mantener este espejismo si el fracaso de formar gobierno se convierte en
elecciones el 10 de noviembre? Según las encuestas, sí. Pero también apuntan
que gracias a un miedo a la derecha tripartita radicalizada que se va
desvaneciendo.
¿Es posible
mantener este espejismo si Unidas Podemos recupera su autonomía estratégica y
anuncia públicamente que dará su apoyo incondicional a Pedro Sánchez en la
investidura, para a continuación pasar a la oposición? ¿Podría Felipe VI no
designar a Pedro Sánchez como candidato antes de convocar nuevas elecciones?
Parece muy dudoso.
Este es el
verdadero margen de unas negociaciones que, al menos, están creando conciencia
de la naturaleza política de las fuerzas políticas implicadas y de los límites
estructurales de su tablero de juego, el régimen del 78.
No hay comentarios:
Publicar un comentario