TRAIDORES SONRIENTES
De repente,
llega la derecha a ciertos gobiernos autonómicos y lo primero que hace es sacar
una ley para reescribir la historia de aquello que a nadie le importa
GERARDO
TECÉ
Ley de
memoria democrática / Pedripol
Décadas repitiendo que el franquismo era una cosa del pasado, que ya vale de batallitas del abuelo que no le importan a nadie. Años escuchando el argumento unineuronal de que siempre hay necesidades más urgentes que cubrir que ponernos a revisar la historia. Y, de repente, llega la derecha a ciertos gobiernos autonómicos y lo primero que hace es sacar una ley para reescribir la historia de aquello que a nadie le importa. Me reconocerán que es curioso. Ley de Concordia la han llamado en Castilla y León, Aragón y Comunidad Valenciana el Partido Popular y Vox. Según el texto de estas leyes, la concordia consistiría en poner por escrito y con sello autonómico que durante 40 años de dictadura –palabra que por algún motivo no aparece en los escritos– en España no hubo ni demócratas ni fascistas, ni represaliados ni represores, ni fusilados ni verdugos, ni esclavos ni esclavistas, ni saqueados ni saqueadores, ni Queipos ni García Lorcas. Es una ley que pretende la reconciliación entre españoles, explican en el PP pasando por alto un punto fundamental: ¿a quiénes debería reconciliar esta ley pensada para la reconciliación? Uno se reconcilia cuando tiene delante alguien con quien poder reconciliarse y, teniendo en cuenta que en la España actual todos somos demócratas –pregúntenle a Abascal si quieren y se lo confirmará–, lo de promover una reconciliación entre demócratas que somos todos y franquistas que no existen, parece un ejercicio inútil.
Preguntado en una
entrevista cuando aún era moderado presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo
no tuvo problemas en confirmar que en este país hubo un golpe de Estado militar
en 1936 contra un gobierno democrático, que el sol sale por el este y que la
lluvia moja. Eran otros tiempos. Hoy, ante la misma cuestión, el Feijóo afincado
en la burbuja mediática madrileña respondería que en 1936 ni idea de lo que
pasó porque él no había nacido, y que lo del sol y la lluvia lo lleva Cuca
Gamarra, por si acaso. Si osara volver a hablar con rigor de lo ocurrido en
este país, sería inmediatamente destituido por la burbuja ultra madrileña que,
subvencionada con su dinero y el mío, vigila al gallego de cerca. Siguiendo el
espíritu de la Ley de Concordia, podemos decir que Feijóo no es un tipo
valiente, ni tampoco cobarde, ni moderado, ni entregado a los ultras, ya que
Feijóo ni entra, ni tampoco deja de entrar en los bochornos que se promueven
desde el partido que preside.
El presidente
castellanoleonés, Alfonso Fernández Mañueco, es otro tipo que ni valiente ni
cobarde. Respondiendo a la pregunta de los periodistas de por qué en la
proposición de la futura Ley de Concordia se les había pasado calificar al
franquismo como dictadura, con esa sonrisa juguetona que sólo tienen quienes
poseen convicciones democráticas firmes, Mañueco explicaba que calificar al
franquismo de dictadura era innecesario ya que de eso se ocupa la RAE. Quizá
tenga razón y a estas alturas de degeneración política en la que los corruptos
son emprendedores, los evasores fiscales patriotas y la propaganda
subvencionada es libertad de prensa, tengamos que acudir a la Real Academia
para encontrar una explicación de por qué, en un país en el que todos se dicen
demócratas, se aprueban leyes que ponen al mismo nivel democracia y dictadura
sanguinaria. Y la RAE, que limpia, fija, da esplendor, también da respuestas.
Traidor. Dícese de aquel que comete traición. Traición. La falta que se ejerce
al quebrantar la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener. No hay mayor
traición democrática que igualar democracia y dictadura. Ni mayor traidor que
quien no lo denuncia. Que entren Abascal, Trancas y Barrancas.
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