CUIDADO CON LOS RUSOS
ANÍBAL MALVAR
En España somos de natural muy dado a la hipérbole y la demasía. A las masacres les llamamos cruzadas, imperio a nuestra modesta patria, cuando vinieron en los 60 las alemanas, como no les llegábamos al ombligo inventamos el mito del latin lover; presumimos con acriticismo pueril de nuestra santa transición y de nuestra ejemplar monarquía; calificamos llamadas a las urnas como golpes de Estado, y también alardeábamos de gozar de la mejor sanidad del mundo, hasta que vino una pandemia y la comparanza con el resto de Europa en número de camas, bisturís y sanitarios nos evidenció que no puede ser la mejor del mundo si es la peor del continente. Y todo en este plan.
Otro de los mitos más arraigados en nuestro incalculable acervo de presunciones es el de un sistema judicial maravilloso y garantista. Por eso, quizá, la vieja prensa ha tratado con naturalidad la estupefaciente sospecha del juez Joaquín Aguirre, que sostiene, sin que nadie lo encierre en el frenopático, que Vladimir Putin y Carles Puigdemont pactaron la llegada a Cataluña de 10.000 cosacos armados para apoyar la independencia. "Con previsión de muertes si era preciso", informa el ABC en su editorial del día citando al togado.
Supongo que no será
para nadie tranquilizador imaginar la tesitura de, en el futuro, ser juzgado
por un señor que se aviene a dar credibilidad a estos delirios. La embajada
rusa se ha mofado vía tuit del psicotrópico auto: "Ojo, la información
aparecida en los medios españoles sobre la llegada de 10.000 soldados rusos a Cataluña
está incompleta. Hace falta añadir dos ceros al número de soldados".
No es la primera
vez que, con el asunto del procés de fondo, nuestros conspicuos togados
recuperan el fantasma franquista de la amenaza rusa. Lástima que Santi Abascal
no haya hecho la mili, que lo mandábamos al norte con una reinventada División
Azul para combatir el peligro rojo sin meter tanto barullo en nuestra casa.
De jueces muy
peculiares está sobradamente poblada nuestra magistratura. Este encierra a unos
titiriteros, aquel a una tuitera por difundir un viejo chiste sobre Carrero
Blanco, y la mayoría acepta escuchar con gusto las cretineces acusatorias de la
asociación filofascista Abogados Cristianos.
Yo no sé si es que
estos pobres aun siguen anclados en la vieja tradición judicial franquista,
como denuncian incluso algunos magistrados, o si enloquecen de natural de tanto
leer legajos, como el Quijote. Españolito que vienes a juicio te guarde dios,
que uno de estos magistrados ha de helarte el corazón.
Con jueces de este
jaez se le quitan a uno incluso las ganas de delinquir.
Mas, ¿qué se puede
esperar de un colectivo liderado por Carlos Lesmes? Otro illuminati, como bien
sabe nuestro preparao Felipe VI. El presidente del Consejo General del Poder
Judicial (CGPJ) no dudó en airear una llamada privada del borbón creando un
conflicto entre gobierno y jefatura del Estado que no sentó nada bien en la ya
de por sí maltrecha Casa Real. Vanidad y torpeza del juez de todos los jueces.
"¡No me ayudéis más!", está clamando aun el borbón por los pasillos
interminables de Zarzuela.
El caso es que
vuelven los rusos de la mano del juez Aguirre y de unos investigadores de la
Guardia Civil que quizá se han pasado un pelín con la cazalla. Pero nuestros
viejos periódicos y los modernuquis debates catódicos no se dan por enterados,
y se suman al carro de esta teoría delirante con más entusiasmo que vergüenza.
Es Catalunya, y todo vale.
En una entrevista a
Juan Luis Cebrián que publica hoy El Mundo, el veterano periodista, fundador de
El País y después reconvertido en gurú del neoliberalismo más implacable,
confiesa sin querer la idea que muchos comunicadores españoles tienen de su
público: el lector, el espectador, el pueblo, son abstractos infantiloides a
los que conviene ocultar información por su bien: "Francisco Fernández
Ordóñez (ex ministro socialista) me llevó a la convicción de que, por la
construcción de la España de las autonomías y por las condiciones que
atravesaba Cataluña, no era bueno que publicáramos más" del escándalo de
Banca Catalana. Igualmente justifica el silencio mediático sobre los escándalos
de la Casa Real, "pues no convenía debilitar las instituciones". Si
es que los lectores somos como críos. Ale, chavales, a creerse lo de los 10.000
soldados rusos y prepararse para la invasión. Y no olvidarse de acaparar
toneladas de papel higiénico en el salón, que los periódicos ya ni valen para
eso. Ni de pedirle a los reyes magos, ya puestos, que se nos devuelva todo el
oro de Moscú.
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