domingo, 15 de noviembre de 2020

NOCTAMBULOS

 

NOCTAMBULOS

QUICOPURRIÑOS

Y es que ahora va llegando la hora tonta. Esa, la de los tiempos indefinidos. La hora boba y absurda. Esa donde transcurren minutos y segundos en los que estás mirando al techo, a la pared blanca, a la ventana y no ves nada.  Hora  esa  aturdida y un poco descerebrada porque aún estás ido y abres los ojos como un zombi  y no puedes reflexionar, porque es hora donde lo ves todo turbio. Hora donde no eres consciente de lo que te rodea y medio inconsciente te diriges al baño, no sabes  muy bien porqué, pero enciendes un cigarro aunque no te apetezca fumar, pero vas y  te lo fumas y luego lo largas al wáter y tiras de la cisterna y el muy cabrón, el cigarrito,  como que no se quiere ir.  No se deja tragar el tabaquito, se resiste. Igual es que piensa que  no quiere contaminar el océano, porque, consciente él, ecologista él, considera que desde casa razonablemente llegará al mar a través del alcantarillado público. Y luego, a través del colector, su destino será el agua salada, el mar, ese mar de nuestro litoral atlántico que él no quisiera contaminar durante cientos y cientos de años, sabedor de que por su composición tardará tiempo en degradarse, en diluirse, en desaparecer, en decir adiós. Y ve como, al tirar ese cigarrillo y tirar de la cisterna  el agua girará en el sentido del reloj, porque estamos en el hemisferio Norte y el dichoso resto del cigarro no se dejará engullir. En el hemisferio Sur sería al revés, el agua se cuela por los bajantes  girando de derecha a izquierda en esas latitudes.

Después de tirar de la cisterna te diriges otra vez hacia la habitación,  pero dudas y te paras…. entro o no entro, porque sé que ahora no me voy a dormir, porque estoy insomne. Y, entonces, ¿qué hago?

 Sigues dudando y…., lo recurrente, lo fácil,  es ir a la cocina y sí, sin dudarlo, valiente tú, abres la nevera. Y sin miedo, aceptando el reto, tiras hacia afuera de esa puerta blanca que se  enciende al instante e ilumina un mundo mágico. Sí, un espacio frio lleno de luz que te deja ver todo lo que arropa su interior, donde se encuentran, donde descubres y se conservan alimentos frescos, muchos, muchos. Muchos, ricos y variados. En un lado, las chacinas, las frutas, las verduras y los huevos, ¡qué ricos los huevos que me hacen preparar diversidad de platos cada día!. El potaje. Ese  recién hecho o la sopa de pollo guardada en un caldero o en un tupper. Y también se encuentra el pan de molde y la mantequilla de Irlanda, esa que viene en un envase amarillo y la mermelada para el desayuno. Qué simples y qué ricos alimentos que nos acompañan desde la niñez. El pan, la mantequilla, la mermelada.

 En otro estante hay un yogur a punto de caducar. Observación: una cosa es los que pone el producto, la fecha de caducidad y otra, muy distinta, la de consumo o comercialización preferente. Eso me lo enseñó, me lo explicó mi amiga Arancha, mi querida amiga Arancha,  una  bióloga que trabaja con yogures en la isla y que de eso sabe mucho. No es cierto que no puedas comerte uno al día siguiente de la fecha de caducidad  que dice el envase me dijo, pero para más información consulten en google que yo estoy escribiendo un cuento, no dando una lección de gastronomía.

Siendo la hora que es, el estómago, sin dudarlo, reclama alimento. Pero es que es la hora que és y el cocinero que llevo dentro está hoy lento, está muy perezoso. Está desganado. No quiere meterse entre fogones. Hoy no. Hoy no.

Por eso me fuí a la china de la Rambla, a la que tiene de todo, con un horario amplio y allí compré pan y chorizo y, también,  jamón y queso. Con eso y por medio peso, me voy a hacer un bocadillo, que acompañado de una copa de vino saciará mi hambre de hoy que es siete de noviembre de ese maldito año 2020.

 

                                                 quicopurriños, noviembre 2020


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