UN PARÁSITO DOMINA EL MUNDO Y NOS DESTRUYE: LA BANCA DE NUESTROS
DÍAS
JUAN TORRES LÓPEZ
Una de las principales causas de la crisis de 2008 fue la desnaturalización de la banca que se había venido produciendo desde los años ochenta y noventa: dejó de ser la intermediadora entre el ahorro y la inversión productiva para convertirse ella misma en inversora pero dirigiendo su inversión hacia actividades puramente especulativas, muy a menudo corruptas e incluso criminales, y autoalimentando sin fin ese nuevo tipo de negocio a base de incrementar ilimitada e innecesariamente la deuda en todas las economías.
El enorme poder
político y mediático acumulado le permitió ocultar durante años las
consecuencias que tendría ese proceso y garantizar que las autoridades, en
lugar de frenarlo, fuesen abriéndole el camino legal para que se desarrollara
cada vez más rápida y cómodamente. Las consecuencias las conocemos todos: una
burbuja detrás de otra hasta que la inmobiliaria hizo saltar por los aires la
banca en todo el mundo. Como también es conocido el tratamiento que se le dio a
la crisis subsiguiente: salvamento generalizado de la banca privada con
billones de dinero público y políticas de recortes del resto del gasto público,
no tanto para ahorrar como para facilitar la consolidación de nuevos negocios
privados que financiaba la banca privada y para disciplinar a la población
mediante el desempleo y el miedo que artificialmente producían esas medidas.
Las autoridades
prometieron poner límites a los desmanes de los "banqueros
sinvergüenzas", como los calificó el entonces presidente Obama, pero lo
cierto es que las reformas fueron de insuficiente calado: algunas exigencias de
capital adicionales que no siempre se respetan, vía libre a los procesos de
fusión y concentración para tratar de fortalecer la solvencia perdida mediante
la eliminación de la competencia, argucias contables para ocultar su quebranto
real y, por supuesto, todavía más vía libre para favorecer el incremento de la
deuda que es el oxígeno del que vive la banca de nuestros días.
En medio de todo
eso, se ha ido acelerando otro proceso de cambio tecnológico que ha ido
afectando muy directamente al negocio bancario pues pone patas arriba sus bases
convencionales. Han aparecido nuevas formas de dinero y financiación, sistemas
de pago diferentes que han cambiado el formato y la actividad de los mercados
de capitales y, sobre todo, nuevos activos digitales (criptomonedas, billeteras
electrónicas, saldos con proveedores de telecomunicaciones) de la mano de nuevos
competidores no bancarios pero que ofrecen servicios financieros, las empresas
de tecnología financiera (fintech) o gigantes tecnológicos (bigtech). Todo lo
cual ha convulsionado la cuenta de resultados de la banca tradicional en una
etapa dominada, además, por los bajos tipos de interés.
La respuesta de la
banca más potente no se ha hecho esperar y responde a la misma estrategia en
todo el mundo, profundizar en la concentración del capital multiplicando la
absorciones y megafusiones para reducir la competencia y convertirse en
plataformas digitales capaces de operar en el nuevo tipo de negocio financiero
que traen consigo la inteligencia artificial y el bigdata y que se basará en la
explotación de activos cuyo valor no viene de sí mismos (como ocurría con los
depósitos que han constituido tradicionalmente la base del negocio bancario)
sino de la tecnología y la información que contienen.
La crisis provocada
por la Covid-19, el crédito extraordinario y más arriesgado que se va a
precisar y el tipo de negocio que se va a tratar de potenciar acelerarán todos
esos procesos porque, ocurra lo que ocurra, aumentará la digitalización, el uso
de la inteligencia artificial y la expansión de las grandes corporaciones
tecnológicas con capacidad de poner en circulación nuevos medios de pago y de
abrir vías de financiación alternativas a las de la banca convencional.
Lo preocupante, sin
embargo, es que la actual mutación del negocio bancario basada en la
concentración y en su conversión en un nuevo tipo de plataformas
tecnológico-financieras no se diseñan ni se está llevando a cabo para
proporcionar lo que necesita sin remedio cualquier tipo de economía, las
empresas y los hogares: el crédito para hacer frente a la inversión productiva
y al consumo extraordinarios o a largo plazo.
Lo que está
ocurriendo en España es bien expresivo del efecto tan irracional y negativo
para la economía en su conjunto que tiene este proceso. A medida que la
concentración es cada día mayor en el sector financiero, la oferta de
financiación y de servicios financieros en general se hace más materialmente
inaccesible, más cara y engorrosa, menos competitiva y más sujeta a condiciones
que, en lugar de mejorar la capacidad productiva de las empresas, las empeoran
al convertirlas en crédito-dependientes. El sector financiero es esclavo de la
paradoja que provoca el modo de operar de la banca contemporánea: el enorme
poder acumulado en los últimos decenios le permitió imponer las políticas que
han hecho que las economías dependan casi exclusivamente del motor de la deuda
pero su dedicación al negocio especulativo y la debilidad que esa esas
políticas generan en las economías producen, al mismo tiempo, escasez de
crédito y una especie de síndrome de abstinencia financiera. Un comportamiento
de la banca que, para no provocar la paralización de las economías, requiere el
empuje y la ayuda artificial y constante de los bancos centrales, a su vez,
también desnaturalizados, pues de financiadores del sector público y
supervisores estrictos del sector financiero han pasado a convertirse en una
losa para los Estados y en mamporreros de la banca privada.
Lo que ocurrió en
la crisis de 2008 y lo que estamos volviendo a ver que ocurre ahora, cuando es
imprescindible que los gobiernos eviten la quiebra generalizada de docenas de
miles de empresas a causa de una emergencia sanitaria, está bastante claro: sin
la financiación que necesitan las empresas, los hogares y ahora con tanta
urgencia los gobiernos, la economía se viene a pique y por eso debería
considerarse al crédito como un servicio público esencial. No debería
permitirse que quienes crean la riqueza y los ingresos, quienes soportan la
economía con su capital y sus empresas, con su trabajo o con el esfuerzo de
toda la sociedad, estén permanente al albur de ese parásito destructor de
empresas y de negocios productivos en que se ha convertido la banca de nuestro
tiempo.
Es imprescindible y
algo que se podría conseguir fácilmente si hubiese voluntad política que el
crédito esté garantizado para las empresas, los individuos y las
administraciones públicas, sin intereses (aunque soportando lógicamente los
costes necesarios para garantizarlo con eficacia y eficiencia) y en condiciones
de acceso que sólo tuvieran que ver con criterios de estricta e independiente técnica
financiera para garantizar la solvencia, la conveniencia y la sostenibilidad de
las inversiones.
La consideración
efectiva del crédito como un servicio público esencial es hoy día un requisito
imprescindible para que las economías no sigan padeciendo crisis recurrentes y
para salvar a miles de empresas y de negocios productivos. Para ello se
requiere una banca muy diferente de la que estamos viendo que funciona hoy día,
destructora de actividad económica y vida empresarial, pero quizá no muy diferente
de la que ya existe en algunos lugares del mundo. En unas ocasiones como
propiedad pública pero también como iniciativa privada, con fines de lucro
incluso, o bajo la forma de cooperativas o de alternativas novedosas y
descentralizadas muy exitosas.
Los gobiernos
progresistas deberían de conducir de vez en cuando con las luces largas y
contemplar la necesidad de hacer pedagogía y de promover, incentivar y ayudar
al diseño y puesta en marcha de este nuevo tipo de iniciativas financieras y
bancarias. Hay que ser muy ingenuo o para creer que la inversión
multimillonaria que se va a realizar en los próximos años para salir de la
crisis de la Covid-19 podrá llegar a buen puerto de la mano de un sector
financiero y bancario como el que se está conformando en España y sin el
concurso de nuevos tipos de fuentes de financiación y de empresas financieras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario