LA CULTURA EN TIEMPOS DEL COVI
QUICOPURRIÑOS
La música, la pintura, la escultura, la escritura, las artes escénicas, toda la cultura en los tiempos del Covi, ¿a dónde las han mandado? ¿En donde están? ¿En dónde las han enclaustrado? A dónde se fueron. ¿Emigraron? ¿Dónde andan ¿ Pues será que las enviaron a un destierro “sine die” o a sus casas confinadas, encerradas y encadenadas ellas todas y cada una , y además con mascarillas para que no transmitan su aliento y también, casi como un castigo, para que no se las oiga . Condenadas y sentenciadas al silencio.
García Márquez, “Gabo”,
escribió aquello de “ El Amor en Los
Tiempos del Cólera”. Pues ahora lo mismito. Pasa lo mismito. Lo mismo de ese
precioso relato, escrito por ese premio nobel y que se llevó a la gran pantalla dando lugar a una deliciosa
película. En ella sus protagonistas, una entrañable pareja ya entrada en años,
compartían su amor y su ternura en un viaje tranquilo y placentero que
discurría rio abajo. En ese crucero fluvial que les debería haber llevado a un destino cierto, compartieron
miradas, susurros y sonrisas cómplice pero, aunque sus rostros ya estaban arrugados, la pasión,
el fuego interno que compartían, era fuerte, muy fuerte, intenso como la lava
que emerge y brota de la erupción de un volcán. Pero el barco no pudo atracar.
No pudo llegar al destino. No, no fue así. El cólera les confinó, no les permitió
llegar al final previamente programado y tuvieron que vagar sin rumbo, rio abajo,
rio arriba, durante un tiempo interminable, indefinible, encerrados, enclaustrados en ese barco. Sí con
amor pero, hasta cuándo? Mientras, en tierra todo se paró. Como ahora. Los
niños no acudían al colegio y tampoco se podía ir al trabajo. Ni al bar de la
esquina por miedo al virus, al bicho, a morir contagiado, al dichoso bicho. Del
que no, del que no se habla de otra
cosa. Maldito bicho.
Claro que no
quiero contaminarme ni contaminar. Pero quiero vivir y salir, respirar el aire
de la calle, no sólo el de mi casa. Y además tengo que trabajar. Morir del Covi no
sería agradable, pero peor aún sería hacerlo de hambre o de aburrimiento o de
desilusión o de desidia.
Con las cautelas
justas claro, pero con las necesarias y coherentes, porque ya necesito oxígeno,
no solo yo, creo que todos. El mundo,
también el de la cultura, precisa, como el de la hostelería y tantos otros
gremios, respirar, vivir, retornar, mostrarse, trabajar, salir a la calle,
porque el encierro se hace una losa insoportable, innecesaria, insufrible,
criminal.
Pero no me quiero
despedir en tono triste, en plan deprimente. ¡No! De eso nada, todo lo
contario. Así que abre la ventana para que entre el sol , el que da la luz. Permite
también que te inunde el aire fresco y comparte,
como canta mi querido y entrañable Joan Manuel
Serrat, eso de que ” hoy puede ser un gran día plantéatelo así”.
quicopurriños,
noviembre 2020
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