BALONCESTO
QUICOPURRIÑOS
REAL CLUB
NÁUTICO DE TENERIFE DE BALONCESTO
Hoy toca baloncesto.
Empiezo recordando al “Pirgas, a mi tío Quico Corbella, que jugó en el Peña Rambla y luego en el Náutico. Dicen que era un palomero fantástico, porque, por edad, yo no tengo claro si alguna vez lo vi jugar. En el Náutico sé que también jugó siendo entrenador el eterno Pepe Cabrera, al que muchos años después le llevé un pleito y se acordaba de mi tío y me confirmó que era un gran jugador. Pepe luego entrenó al Canarias y también lo dirigió José Carlos Hernández Rizo. Qué bonita etapa esa la del Canarias. Primero en la destartalada cancha al aire libre de la calle Anchieta, con tableros cutres de madera, con gradas de pocos escalones que albergaban a pocos, aunque eso sí, entusiastas espectadores que animaban desde el minuto uno hasta el final. Los jugadores se dejaban el sudor en las camisetas, pero los espectadores terminaban afónicos, a fuerza de gritar y animar a su equipo. Yo fui a más de un partido de esos y disfrutabas, participabas del encuentro porque estabas tan cerca que oías lo que se decían los jugadores y en cada canasta que metían, cuando la metían, sentías haber participado. En esa época, de cuando el ascenso a primera del Canarias, si no recuerdo mal, el base era ese zurdo, llamado Santiago Pérez, que luego diera el salto, no al tablero, sino a la política, donde aún sigue. En política, pero, de vez en vez, con los nostálgicos del basket, se reúne en una cancha cualquiera a jugar un partidito, porque el baloncesto se lleva en la sangre, porque el baloncesto engancha, es una adicción sana.
Y se cambió de cancha y se fueron al
Luther King, a una cancha “CUBIERTA”,donde brillaba por entonces Richi
Bethancourt, entre otros y el inolvidable Carmelo Cabrera, en ese colegio que
llevo en el alma, porque lo inauguré en los años setenta, con Adolfo y Zoraida
como Directores y con Jesús como Jefe de Estudios. Qué recuerdos tan bonitos me
traen, pues allí nacieron amistades y compañeros que aún me arropan, con los que
comparto momentos y algún que otro viaje, con los que me escriben con cariño.
Es que son Pepe, Antonieta, Arancha y Puchi, Ibra y Jorge y Antonio, queridos
todos, y muchos más que recuerdo, aunque a ellos especialmente.
Y de salto en
salto y de cancha en cancha pues luego vino el “Ríos Tejera”, en San Benito.
Nombrar jugadores de esa época, a Eddy Philips por supuesto y a tantos y tantos
otros, pero sería difícil citarlos, pero a todos recuerdo con cariño por la
pasión que sentían por su Club, al rana, al cabra, a Eduardo Aciego. Y a los
que vinieron de la península, muchos rebotados del Real Madrid y que ya, con
años de carrera, en su última etapa pero con una experiencia enorme, contribuyeran
desde entonces a que el Canarias se
convirtiera en un equipo grande. Fue el inicio de lo que es hoy. Un gran Club.
Un EQUIPO, un equipazo sabiamente dirigido por Chus. Pedazo entrenador que
consigue de cada jugador extraer su sabia y que luzca a gran altura, tanto en
ataque como y sobre todo en defensa.
Un nuevo paso o
salto y el club se fue a la “Hamburguesa”, donde ahora juega y brilla en
partidos nacionales, pero también donde hace feliz a la peña cuando juega y gana
partidos de la liga europea,….¡Vamos Canarias…!, como gritaba y grita la “Peña
de San Benito”. ¡Vamos Canarias!, como todos los que te queremos y te llevamos en el corazón ahora y siempre,
eternamente.
Tocaba baloncesto
hoy. Tocaba botar la pelota y pasarla a otro jugador para que enceste y sumar
dos puntos o tres o canasta y falta personal. Y tiro libre.
Yo no pasé de más división que de
provinciales, la última de la escala, en esa de la que no se baja porque, eso, es la última. Pero los equipos
que participábamos reunían a los parias, a los enamorados y nostálgicos del
basket, a los que jugábamos sin ni siquiera medio peso, tan solo por amor, solo
por pasión. Y allí jugué dos temporadas entre otros con Sergio Rodriguez. Sí,
no con el de la NBA, ni con el que pasó por el Real Madrid o por la liga rusa y que ahora está en Italia,
sino con su padre, con Sergio Rodriguez PADRE,
con quien compartí colegio y veranos en Bajamar y tantos partiditos de tres
para tres, junto a Puchi, su mujer, en la cancha de la Universidad de La Laguna
por los años setenta.
Sergio Rodriguez
hijo, debe su talento, su talentazo, a la forma de ver el baloncesto que tenían
sus padres, dos excelentes jugadores con una visión extraordinaria de juego. Lo
que importan, lo que influyen los genes.
Faltan tres segundos para que acabe el partido.
Vamos, los mismos para que se me cierren los ojos que ya no son horas y toca
dormir. Y el balón está en el aire y el partido empatado y lanzó un jugador y ¡
entrará o no?, ¿Qué equipo ganará?
Esa es la magia
del baloncesto, la que nos engancha. Pero yo me voy a dormir.
Hasta mañana.
quicopurriños, 19 de noviembre de 2020
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