HOY HACE FRIO PERO ME ACOMPAÑA
EL JERSEY GRIS
QUICOPURRIÑOS
Hoy hace y siento frio. Y ayer, y parece que la cosa seguirá
hasta el sábado. Desde entonces ha llovido intensamente. Y que bien, que falta
hacía, porque la isla, mi isla, estaba seca. Pero se desbordó el canalón, el
que está destinado a encauzar el agua de lluvia e inundó la terraza cubierta de
casa y no pudo el pobre cumplir su función. El canalón se tupe porque inconscientes
vecinos lanzan desde sus ventanas lo que en sus manteles queda, sacudiéndolos
desde las ventanas, y, claro, me cae a mí. No solo migas de pan, que por eso
fuera, también alguna bolsa del indestructible y antipático plástico o hasta un
vaso de yogur. Y, claro, tupen la salida del bajante. Qué culpa tiene el fiel
canalón que me pide disculpas sin yo pedirle responsabilidad alguna.
En esta noche mojada, de frio y ráfagas de viento digna de ser vista desde los cristales que decía Machado, aunque él se refiera a una tarde gris triste y de invierno, salgo a la terraza después de haber arreglado el incidente de la pequeña riada, vamos como si fuera el aqua alta de Venecia. Y me siento frente al televisor encendido, solo por oír algo, sin prestarle atención, solo por no sentirte solo y con la compañía del gato, de Oreo, que, a ratos duerme en posturas increíbles, como si fuera un contorsionista del Circo del Sol y a ratos me mira con sus ojos expresivos que parecen mandarme a veces un mensaje o que a veces me interrogan. ¿Qué preguntas gato? pienso yo.
Luego hago fotos
de recuerdos que conservo desparramados por el patio. La pesa esa para los
sacos de papas que encontré en un mercado de pueblo, el viejo teléfono verde de
pared modelo heraldo, de los de la telefónica de entonces, un búho desvencijado
que te mira con sus ojos abiertos, como no, desde la repisa del baño. Y el
monje ese que te predice el tiempo y la máquina de mi abuela Yuya, la de moler
los garbanzos y carne de picar con lo que le sobraba de la sopa. Una vez molido
hacía mi abuela croquetas. Esa máquina de moler que está ahora en el patio, la
misma que le pasó su madre a mi madre y luego
de ella llegó hasta mí.
Conecto el móvil y a través de las
redes sociales hablo con mi prima y le mando las fotos de esos objetos que solo
tiene un valor sentimental. Ella los ve y me contesta desde su isla del otro
lado del atlántico, que “los valores sentimentales no tiene precio porque
forman cadenas de recuerdos que conectan con nuestros padres y abuelos”. Y es
verdad. Mantienen el lazo con los que ya no están aquí físicamente, pero sí que
permanecen en tus sentimientos, en tus corazones. Esos objetos te hacen
mantener su presencia.
Hace frío, decía
pero por eso me pongo ese jersey viejo de color gris que un día en Anaga, años
ya,me regaló mi amiga Nieves, la mujer de mi entrañable Paco, ese día en el que
comíamos y compartíamos charla y recuerdos de siempre, en su cuarto de aperos y
de pronto se levantó el frio. Años tenía cuando me lo regaló y años han pasado
ya. Mas lo guardo, porque cuando hace frió me lo pongo y me abriga y tanto que
me abriga pues me reconforta. Pero es que además, al ponérmelo, siento el
abrazo de Nieves y Paco diciendome arrópate amigo, no sientas frio, que estamos
a tu lado, que seguimos a tu lado. Por viejo que se ponga, por deshilachado que
esté, por mil lavados que tenga, nunca lo tiraré.
A Paco y Nieves,
va este cuento dedicado en esta noche de frio y lluvia, aunque abrigado gracias
al jersey gris.
Tenerife,
en el mes de noviembre de 2020
quicopurriños
Lo cotidiano, lo q a todos nos pasa un poco parecido, pero contado con tu sensibilidad , es entrañable leerlo. A veces se reconoce uno en tus relatos.Un pacer leerte
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