ESPEJO, ¡ESPEJITO MÁGICO!
QUICOPURRIÑOS.
Salgo de la habitación. O cuando entro en casa y lo veo y me tropiezo con él me vuelvo a sorprender. Me encuentro con el espejo, ese espejito mágico parecido al de la madre de Blancanieves y que ahora descubro en el baño, en la entrada del hogar , aunque no hayan siete enanitos caminando por donde vivo, o en el dormitorio del fondo. Paso por delante y me veo reflejado en él. Soy yo, pienso. Y…¿ qué veo?. En principio solo eso, una copia de mí, de mi mismo. De tan solo un cuerpo flaco y desgarbado, como soy. Veo un simple reflejo de mi persona que no podría desfilar en la pasarela Cibeles. Esa, la de Madrid, porque no daría la talla. Calvin Klein no me contrataría para promocionar sus calzoncillos. ¿Y eso porqué? Pues por flaco aunque pudiera rellenar el producto a promocionar con mis atributos, que delgado no está reñido con esos, aunque me falte, eso sí, musculatura, masa muscular por lo que, los del marketing, los que hacen la selección, los del casting, me rechazarían, porque no doy imagen de macho potente, de tío cachas . ¡Eso es evidente, pero tengo gracia. No me acompleja ser flaquito ni narigudo! Pero luego, hablando del espejito, reflexionas, porque vas y lo vuelves a mirar. Y ves otra imagen de ti, que dice mucho, que dice tanto, otra cosa. Y tanto. Tanto y tanto de tu ser, de tu interior. Porque ves o vas y descubres lo que hay detrás del espejo, cuando, viendo esa imagen, la analizas y ves tu rostro, tu mirada y tu expresión de otra forma. Y, claro, lo interpretas de manera distinta. Esa imagen, ese reflejo ahora es otra, diferente, porque descubres el lenguaje no verbal que tanto habla. Cuando ves, lo que ves y piensas… me gusta o no me gusta, y te dices me quedo así o he de cambiarme.
El espejo te
refleja, te retrata. Pero no solo devuelve tu rostro, tu cara, tu cuerpo o tu
mirada. Es más, el espejo te hace pensar. Sí, te obliga a pensar aunque, cierto
es que, es más barato que la consulta de un sicólogo o de la un siquiatra.
¿Estás contento con lo que ves de ti reflejado?
Pero es que en el
espejo se puede ver también a alguien más, que vive o pasa por allí o que
convive contigo. Y entonces te obliga a hacer las mismas reflexiones, las
mismas preguntas, las mismas dudas o incertidumbres.
No sé si dejarlos (a
los espejitos) en las paredes, en esas de mi casa, en los lugares de siempre, o
coger esa piedra, la que vi esta mañana por fuera del portal, en la calle, junto al
contenedor de basura y lanzarla con fuerza y rabia contra ellos para que, de
una vez y para siempre se rompan en mil pedazos y de esa manera
poder seguir viviendo, tranquilo y apaciguado, sin la tortura de verme
reflejado cada vez que camino y los veo
en el lugar en el que vivo y duermo cada día.
quicopurriños.
Noviembre 2020
Nota: Dedicado a Samuel, el “loquito” de El Hierro, ese que me
inspiró este cuento hace un par de días mientras tomábamos un café en una
terraza cualquiera de Santa Cruz, a mitad de mi casa y de la suya, al
preguntarme, Quico: ¿Tú que ves en un espejo?
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